En esos lugares, los periodistas acreditados establecían una relación de
respeto mutuo con los magistrados, quienes de modo igualitario y sin
hacer distinciones respecto de la línea editorial del medio para el que
trabajaran aquellos, eran las fuentes que proveían información sobre las
actuaciones de las causas en las que se desempeñaban.
Este
perfil profesional es el que tienen los periodistas de la Agencia Télam
acreditados en los Tribunales de esta Capital Federal y, para ser
justos, el que todavía practican la mayoría de los cronistas que
trabajan en las salas de prensa de esos edificios.
Pero como
sucedió con otras cosas en lo últimos años, algo se desvirtuó en la
relación que tenía el periodismo con jueces y fiscales de la Nación, y
ahora, por fuera de la relación "oficial", asistimos a una promiscuidad
informativa en la que se ven envueltos magistrados y comunicadores que
confunden sus roles, poniendo en evidencia un vínculo que dista mucho de
ser el que recomiendan los códigos de ética periodística o judicial.
Una
búsqueda rápida en Google de la frase entrecomillada "según pudo saber
Clarín" arroja casi 6.000 resultados. Casi siempre se trata de notas en
las que el diario anticipa decisiones que va a tomar el Poder Judicial,
hecho que en sí mismo no debería ser tema de una columna de opinión, de
no ser por la similitud que tienen los artículos escritos por aquellos
periodistas que "acceden" a los expedientes con los textos de los
dictámenes.
Si bien todavía cuenta con acreditados en Tribunales,
Clarín tiene al menos una decena de redactores y editores con acceso
privilegiado a determinadas fuentes judiciales, más por afinidad
ideológica que por mérito periodístico de acceso a la información.
De
ahí que el diario se jacte permanentemente de anticipar las
resoluciones que toman jueces y fiscales, como sucedió por ejemplo en su
edición del sábado con la nota que explicaba el impulso que dio el
fiscal Gerardo Pollicita a la denuncia de su colega Alberto Nisman
contra la Presidenta de la Nación y el canciller Héctor Timerman.
A
esta altura la confusión es tal, que termina siendo muy difícil
determinar qué cosa se escribió primero, si la denuncia o el artículo de
Clarín.