Para Stiglitz, la decisión británica transmite “algunos mensajes
importantes”. Por un lado, explicó que “el hecho de que las
negociaciones de la deuda de Argentina que tomó para sí un tribunal
estadounidense fueran luego desmentidas por un tribunal británico, es un
claro recordatorio de que las soluciones de crisis deuda soberana
basadas en el mercado representan un alto potencial para el caos”, dijo.
Al
respecto, recordó su predisposición a la conformación de un tribunal de
quiebras para deuda soberana y alentó la iniciativa en este sentido que
se desarrolla en Naciones Unidas.
Para Stiglitz, “la segunda
lección” del fallo británico es que “con apuestas tan altas y el sistema
tan roto, los mercados de deuda tienen pocas razones para permanecer en
los EE.UU.”.
“Estados Unidos siempre se ha enorgullecido de la
fuerza de su "estado de derecho", un punto de venta que ha hecho de
anfitrión Wall Street para el mercado de deuda soberana más grande. Pero
el fallo de (Thomas) Griesa, basado en un peculiar - y en nuestra
opinión, indefendible - interpretación de ciertos términos en el
contrato de Argentina, mostró que los intereses comerciales pueden
dominar las decisiones de sus tribunales”, ahondó.
Así, evaluaron
los autores, “el Griesafault es sólo la última de muchas decisiones y
cambios legales que han revelado lo que se podría llamar un síntoma de
"corrupción, de estilo americano", en el que el cabildeo y
contribuciones de campaña comprometen a todo el sistema”.
Recomendaron
que sería “prudente” para EE.UU. “reaccionar antes de que el mercado de
deuda soberana migre de Nueva York” hacia, por ejemplo, China.
Al
respecto, advirtieron que “si Shanghai emerge como un líder en los
mercados de préstamos soberanos, China debe ser consciente de las
deficiencias de los marcos legales en otros lugares, y diseñar una
alternativa más eficiente y equitativa”.