Como todas las crisis traumáticas que se han padecido en Argentina, la
desintegración del poder político es una de sus principales
características. Uno de los síntomas es la desorientación del Presidente
para enfrentar el desquicio, como el que ha dejado en evidencia
Mauricio Macri desde la misma noche del domingo de las PASO. Pasaron
nueve días desde entonces y no muestra signos de recuperación, hasta
confundir que hoy es lunes cuando saludó y dejar en evidencia que para
él 8.30 de la mañana es “tan temprano”.
Primeras definiciones del ministro de Hacienda
El
tono de Lacunza en su primera conferencia de prensa no desentonó con el
vestuario de Vidal, sin perder el vicio del macrismo de desentenderse
de su inmenso fracaso. Es el histórico comportamiento de la ortodoxia
con la sucesión de fiascos que acumula en su mochila, que son, a la vez,
padecimientos para la mayoría de la población.
Sin anunciar ninguna
otra medida de compensación, quedando otra vez los jubilados con las
manos vacías, Lacunza continuó en tono de campaña electoral elogiando la
gestión de Vidal e insistiendo con que la economía no crece desde hace
ocho años. Es la forma de decir que la debacle actual es un continuado
desde el segundo mandato de CFK. Forzó aún más esa distorsión al decir
que no hubo un ciclo de crecimiento fuerte desde hace cincuenta años,
ignorando el ciclo kirchnerista. Con semejante desvarío de diagnóstico,
el nuevo ministro de Economía distribuyó cuadros de números fiscales
que, con el actual descalabro, no importan nada.
La inmensa negación
que tienen el establishment, la amplia legión de economistas de la
ortodoxia y los funcionarios, les impide entender cómo se despliegan las
crisis argentinas. Ellos piensan que no tienen nada que ver con el
naufragio, culpando a la oposición triunfante y exigiendo que sean
prudentes en sus declaraciones. La intervención que hacen sobre el
problema termina entonces acelerando el derrumbe.
Han sido varias y
tan intensas las crisis argentina que no son un misterio cuál es el
origen, desarrollo y desenlace. Tienen tres fases: financiera,
socioeconómica-laboral y política. El naufragio macrista está
transitando ahora las tres simultáneamente en su pico máximo.
1. La
primera tuvo su primera expresión en la fuerte devaluación de abril de
año pasado, que dejó en evidencia la restricción externa, o sea la
escasez relativa de divisas, cuando Wall Street cerró el grifo de
dólares de deuda.
La fragilidad del sector externo es un problema
estructural de la economía argentina, y se ha manifestado en diferentes
oportunidades. El saldo es una muy fuerte devaluación, disparador para
el inicio del proceso de una gran crisis. El panorama financiero se
complica con el derrumbe de las cotizaciones de acciones y bonos, una
violenta alza de la tasa de interés, las dudas que aparecen acerca de la
solvencia del sistema bancario y el aumento del riesgo de cesación de
pagos de la deuda pública y privada.
2. Mientras se desarrolla la
fase de la crisis financiera, como se mencionó arriba desde abril del
año pasado, empieza a desplegarse con intensidad las otras dos (la
socioeconómica y la política), que no tienen inicialmente tanta atención
público porque el descontrol cambiario atrapa el interés general. Pero
la fuerte devaluación impacta en precios, ya sea porque eslabones de la
cadena productiva y comercial están dolarizados o por conductas
preventivas que dejaron enseñanzas pasadas.
Sin una estrategia para
amortiguar los costos sociales con aumentos de salarios y jubilaciones
porque predominó la obsesión ortodoxa del ajuste fiscal, se precipitó el
círculo vicioso de la debacle arrojando a la actividad hacia una
recesión más profunda. El saldo fue la reducción de la producción y
quiebra de empresas, con suspensiones y despidos de trabajadores,
disparando la tasa de desocupación hacia dos dígitos. Es lo que estuvo
sucediendo desde hace más de un año en la economía macrista.
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3.
Finalmente, con los shocks cambiario e inflacionario, apareció en toda
su dimensión la fase de la crisis política. El gobierno se debilitó, las
lealtades se resquebrajaron y quienes daban sustento a la alianza
económica y social iniciaron el abandono del barco. El descontrol de
variables importantes (dólar, inflación, recesión y desempleo) erosiona
liderazgos políticos, como el de Macri. Las internas se desataron
(desdoblamiento de las elecciones, Plan V) hasta que el resultado de las
elecciones PASO simplemente mostró la extrema debilidad política de un
gobierno del ajuste.
Las crisis reúnen esas tres etapas y se van
realimentado unas a otras. En su transcurso van cambiando los momentos
de mayor intensidad de cada una de sus tres fases y, si no se combinan
factores locales e internacionales positivos que permitirían
encauzarlas, escenario que hoy no existe, terminan en la confluencia de
sus respectivos picos en una misma instancia. En esa etapa se produce el
final caótico, como fue la hiperinflación de 1989 y el estallido de la
convertibilidad en el 2001.
La crisis macrista ya está lanzada al
peor escenario para la estabilidad y el bienestar de la mayoría de la
población. Existe un manifiesto vacío de poder político, el oficialismo
deja en evidencia una y otra vez la negación de lo que significó el
resultado de las PASO y no ocultan las evidentes limitaciones que tienen
para administrar la economía.
Macri sólo dejará cenizas al próximo gobierno.