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e-mails, mensajes, y hasta una tarjeta de crédito que lo ligaba con 
aquel sospechoso, un abogado llamado Alejandro Ferrarelo. También tenía 
una denuncia avanzada en el Consejo de la Magistratura. Su panorama era 
negro. Sin embargo, estaba tan incorporada la costumbre de presionar a 
jueces y juezas, y de hacerlo a menudo con información obtenida de bases
 datos --públicas y reservadas--, que dos integrantes del Consejo de la 
Magistratura lo invitaron a renunciar advirtiéndole que sabían muchas 
cosas de él, según relató el propio Ferro el día de su indagatoria en 
abril del año pasado, cuyos detalles se conocen ahora, y a la que 
accedió Página/12. Dados los métodos que hoy se aprecia con nitidez que 
utilizaron los dirigentes macristas, con tal de conseguir sus objetivos 
--en este caso probablemente una vacante rápida en la justicia federal--
 el republicanismo no era exactamente lo que los guiaba. 
“Doctor 
Ferro, a usted le conviene jubilarse y se puede dedicar a sus nietos y a
 los viajes, que a usted le gusta”, fue la frase que, según contó el 
excamarista, le dijo el diputado y Consejero de Juntos por el Cambio 
Pablo Tonelli. Su relato fue ante el juez Santiago Martín y la fiscala 
Laura Mazzaferri, cuando lo indagaban. "Mire señor juez, confieso que me
 asusté. Me asusté no porque tenía nada que ocultar sino porque cabe 
preguntarme cómo sabía el doctor Tonelli que a mí me gustaba viajar. Si 
era un tema de conversación que jamás yo había entablado con él y solo 
la relación era estrictamente por el caso de la denuncia del Ministerio 
Público (en su contra ante el Consejo)", señaló el exmagistrado. Según 
Ferro, en ese momento le dijo a Tonelli que no quería renunciar, que 
quería seguir con los juicios de lesa humanidad que llevaba en Bahía 
Blanca y que estaba "en el mejor momento" de su "carrera" (sic).  
Para
 el team macrista en aquel entonces había dos cuestiones claras, que ni 
siquiera necesitaban ser explicitadas: no era de su interés el avance de
 las causas sobre crímenes del terrorismo de Estado (incluso Mauricio 
Macri ya durante su campaña presidencial habla con desprecio de lo que 
llamaba "el curro de los derechos humanos") pero, en cambio y por sobre 
todas las cosas, sí les resultaba prioritario generar la mayor cantidad 
de lugares posibles en los tribunales, en especial los federales, para 
poblarlos con sus aliados. El mismo Macri lo sinceró, cuando dijo que si
 los jueces no buscaban la verdad --la verdad entendida según su 
criterio-- "buscaremos otros jueces". 
El método M
El uso de datos
 privados sobre jueces y juezas para hostigarlos, denunciarlos, 
generarles "carpetazos" o desgastarlos con comentarios públicos, fue 
confirmado por el fiscal Franco Picardi como un rasgo habitual del 
gobierno de Macri en la causa donde se investiga la llamada "mesa 
judicial". Desde distintos organismos públicos (AFIP, Agencia Federal de
 Inteligencia, Anses, Ministerio de Seguridad) se accedía a bases de 
información, como el Registro de Migraciones, que muestra entradas y 
salidas del país, y otras bases privadas que ofrecen información 
patrimonial como Nosis. Esa causa está enfocada en la persecución desde 
el gobierno contra los jueces Alejo Ramos Padilla, Martinas Forns, Ana 
María Figueroa, Eduardo Freiler, un grupo de jueces laborales, entre 
otros, y la exprocuradora Alejandra Gils Carbó. Sobre ésta última se 
detectó, además, un seguimiento específico desde una agente de la AFI. 
En la mesa judicial que digitaba el armado de causas y aprietes había 
integrantes del gabinete y tenía un papel central el operador Fabián 
"Pepín" Rodríguez Simón, que se fugó a Uruguay precisamente para evitar 
ser juzgado por amenazas y extorsiones a los accionistas del Grupo 
Indalo, que hasta fueron detenidos, en una causa emparentada.   
Por 
aquella práctica de rastrear información privada para amedrentar, es 
verosímil lo que declaró Ferro mientras debía responder preguntas como 
imputado. Lo insólito es que, en su caso, precisamente había un avanzado
 proceso judicial en marcha donde cinco fiscales --entre ellos los 
titulares de la Procuraduría de Trata y explotación de Personas y de la 
Procuraduría antilavado-- coincidieron en su responsabilidad en los 
intentos por ayudar a un imputado en una grave causa que incluía 
explotación sexual y lavado, y esos mismo investigadores fueron quienes 
hicieron la denuncia ante el Consejo de la Magistratura. Al parecer los 
consejeros querían apurar el trámite, y en lugar de esperar a que se 
defendiera en un proceso disciplinario, forzaron una renuncia que no les
 costó demasiado conseguir, invocando los métodos más sucios a los que 
recurría la mesa judicial para con magistrados/as que no satisfacían sus
 deseos. El caso de Ferro, donde convergían un juez que había dejado 
rastros de posibles delitos propios por todos lados y que ahora está 
procesado con consejeros que le avisaban que sabía mucho sobre él, 
parece la pintura acaba de lo que Alberto Fernández llamó "los sótanos 
de la democracia".  
Ferro intentó explicar en su declaración por 
Zoom que su contacto con el Consejo de la Magistratura era a través de 
Tonelli y del entonces presidente del organismo, el abogado Miguel 
Piedecasas. Les planteaba, insistió, que quería defenderse e ir a 
declarar ante los consejeros. A Tonelli dijo que le preguntó: "Doctor 
¿pero cuál es la razón por la cual usted me está sugiriendo la 
posibilidad de que yo renuncie?” y que el diputado le respondió: “¿Sabe 
por qué le sugiero esto Doctor Ferro? Porque hay dos mujeres que me 
rompen las pelotas para que le habrá la causa a prueba a usted”. En el 
Consejo interpretan que esas mujeres serían referentas de la Coalición 
Cívica. 
"Mejor que se jubile, doctor. Tranquilidad para usted y 
tranquilidad para nosotros", describió Ferro que le dijo también 
Piedecasas. Entonces él le anticipó al consejero, según su relato, que 
aceptaba, que renunciaría, y que le convenía quedarse con la jubilación 
como magistrado. En la indagatoria dijo por todo lo que le habían dicho 
se había sentido "amedrentado" y entendió que "debía renunciar y 
acogerme a una jubilación acordada". Quedó en avisar en cuanto 
presentara la nota formal y así fue que le llevó la copia a Tonelli. 
"Acá tiene la copia", declaró que le dijo. El diputado le respondió que 
no la necesitaba porque ya se la había mandado el exministro de 
Jusiticia, Germán Garavano. 
El papel de Tonelli
El diputado 
Tonelli llegó al Consejo de la Magistratura con polémica: ocupó el lugar
 que dejaba la entonces diputada Anabel Fernández Sagasti, por el Frente
 para la Victoria, a quien se le terminaba el mandato legislativo. 
Tonelli consiguió votos de distintos bloques y se apoltronó en el 
organismo que elige y tramita sanciones contra jueces/zas. El conflicto 
se judicializó, pero él ganó, y sigue en el cuerpo. Con el tiempo quedó 
claro que era alguien que llegaba con la misión de concretar aquello que
 Macri había anunciado: apostar a tener un Poder Judicial a medida. 
Desde
 el Consejo, Tonelli fogoneó juicios políticos  y en la larga lista de 
acusaciones que promovió Cambiemos, se ocupó con dedicación a la del 
juez Alejo Ramos Padilla, cuyo expediente le tocó instruir cuando el 
macrismo trataba de atacar su investigación sobre espionaje. "Se ha 
excedido", decía. "Queremos asegurar la independencia", agregaba un 
latiguillo frecuente usado para distorsionar la esencia de la 
independencia judicial. También procuró justificar públicamente la 
maniobra que se hizo en el Consejo para tener una mayoría para suspender
 al excamarista Eduardo Freiler, al no esperar que se incorporara un 
consejero que estaba jurando en la Corte. Cuestionó públicamente a la 
jueza de Casación, Ana María Figueroa, la primera en denunciar presiones
 del gobierno de Macri. Descalificó hasta el cansancio a Gils Carbó y 
amenazaba con enjuiciarla. 
Desde otro ángulo, participó en la 
estrategia para lograr designaciones a dedo de jueces, por el mecanismo 
de traslado, como la que benefició a los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo
 Bertuzzi con cargos en la Cámara Federal. En diciembre último incluso 
se encargó de frenar el concurso para reemplazarlos y a Bertuzzi lo 
incluyó en una terna que presentó en minoría. Todo un sistema aceitado, 
con los hilos cada vez más visibles, todavía difícil de desarmar.

