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DOS GENIOS NACIONALES

DOS GENIOS NACIONALES CON PASIONES SIMILARES QUE SE FUERON UN 2012

C.A.B.A., Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, En un dia de duelo por la partida de otro compañero del campo Nacional y Popular

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Pôr Pedro del Arrabal

¿Serán cosas de los “mayas, los aztecas o los incas”? se estarán preguntando Inodoro Pereyra, Clemente y el Flaco Spinetta en ese infinito celestial que es un todo energético y es también ese lugar donde, en un día cualquiera, pasamos a ser esa nada material.
¡Sí! Allí mismo…, donde seguramente nos encontraremos todos en algún tiempo sin tiempo. Lo cierto es que este 2012 tan renombrado, esperados por algunos, temido por otros, se está llevando muchos seres queridos, muchos talentosos humanos que por suerte fueron y eternamente seguirán siendo argentinos.
Tres grandes de la cultura nacional -Fontanarrosa, Spinetta y Caloi entre tantos otros-, hoy comparten el firmamento. Este 2012 se llevó a los dos últimos, gallinas perucas de alma, vida y corazón. El “Flaco” Spinetta y el “Negro” Caloi ya forman parte de ese glorioso pasado cultural. Un pasado cultural que nunca perderá vigencia porque guarda la esencia de una Argentina soñada por millones a la cual ellos aportaron lo suyo con la grandeza propia de los humildes, sin prejuicios, sin ataduras de ningún tipo y con ese firme compromiso con ideales y sentimientos que no conocen de “arrugues” cuando se trata de interpretar dignamente todo aquello que huele a popular. “Vox Populis, Vox Dei”, y el negro Caloi sabía muy bien de qué se trataba.
Fuente: Revista El Emilio

Clemente, junto a Bartolo, nacieron con el retorno del Gral. Perón a la Patria, 1973. Bartolo era el motorman melanco de un “trangüei” volador rebosante de alegría por el posible regreso de aquellos días felices del primer y segundo gobierno peronista.

Este 8 de mayo de un 2012, a Clemente no le produce miedo, no lo angustia la certera posibilidad que el lápiz que le dio vida ahora ya no quiera trabajar más. Sabes que sus trazos están en las mentes de todos los argentinos, de los latinoamericanos, de asiáticos, árabes y africanos. A Clemente ya nadie le podrá quitar la dicha de presentar, de abrazarse y cantar junto a su hermano de Camerún, al de Japón, o el chino, o brasileño, esos maravillosos Clementes universales que no hacían distingo de razas, credos o religión; cantar juntos dentro de esa alegría que suele brindar la pasión “fulbolera”; sentimiento bellamente humano con olor a barrio, y ese agridulce gusto que deja la pasión según sea la ocasión.

El compañero Caloi no fue un dibujante cualquiera. Lejos estuvo como talentoso intelectual que era de dejarse tentar por las luces de lo académico, ¡No! El negro Caloi se nutria de ese cúmulo de contradicciones que siempre resulta ser la vida mismas, ¡Y ni que hablar del Argentino! ¡Del porteño!!! Y se reía. Y trataba de que los demás lo hicieran junto a él. Por eso el negro era diferente. El Negro olía exquisitez donde otros más “cultos” y “léidos” descubrían tener el olfato “atrofiao”. El negro dibuja y le da vida a su pasión enfrentada a su pasión (él, fanático de River, como Clemente lo es de Boca). Y nada es casual, o por que sí.

Los que estamos entraditos en años nos acordamos de aquella “guerra” de consignas en plena dictadura militar, previa al comienzo del mundial “78”, en la que su personaje Clemente enfrentó decididamente al periodista sirviente de la dictadura José María Muñoz quien desde Radio Rivadavia pretendía un mundial “ordenado” y sin “papelitos” en las canchas para que los extranjeros se llevaran una imagen “civilizada y no de “barbarie” de la Argentina. Clemente, desde la viñetas de la contratapa de Clarín alentaba a la muchachada a mostrar la “barbarie”(¿?) tirando papelitos. Y a la batalla la ganó Clemente.

Me imagino que todo tuvo su razón de ser. Por lo que recuerdo, había comenzado un año antes en la cancha de Boca. Clemente fue, es y será fanático de Boca.

Corría el año 1977 y la Junta Militar le armó al Flaco Menotti una serie de partidos con selecciones europeas a modo de preparación y con vista al mundial que se realizaría al año siguiente, mini torneo fogoneado por aquel famoso relator comprometido con el ideario dictatorial y arengador contra los “anti-argentinos” que denunciaban en el exterior las atrocidades que cometía la dictadura en nuestro país; periodista que a voz de cuello enarbolaba la consigna “Los Argentinos somos derechos y humanos”. En uno de esos partidos debutó Maradona, pero luego Menotti lo dejo afuera por ser “demasiado chiquilín”.

Lo cierto es que los papelitos aparecieron en la cancha de Boca partido tras partido. Pero no solo eso; los “chochamus del tablón”, previo a cada partido, se entretenían volviendo loca a la policía militarizada que cuidaba el “orden” dentro y fuera del estadio. De una de las bandejas superiores de la “popu” (la sur) detrás de uno de los arcos se comenzaba a entonar la primera estrofa de la “marchita… peronista”…, y los “canas” corrían dentro de la cancha hacia ese sector listos para reprimir cualquier “desmán político”. Los milicos no se terminaban de acomodar y desde la bandeja “popu norte”, detrás del arco opuesto se empezaba a escuchar los estribillos que seguían de la misma marchita; y la milicada -por orden de sus superiores que mucho no pensaban- salía corriendo hacia aquel otro sector. Iban de un lado a otro sin saber que hacer.

El ingenio popular llevado por el intelecto (Clemente nunca tuvo brazos ni manos) daba sus humildes batallas por la vida y lecciones de resistencia pacífica poniendo a la barbarie en su justo lugar. Ingenio popular y “barbarie dictatorial” que la TV se cuidó bien de no mostrar. Ese y eso fue Clemente; ese y eso fue Caloi.

En “Negro” Caloi fue ese intelectual popular que manejaba dúctil y sutilmente las variables con las que desde un comic y a través de tragicómicos personajes él podía desnudar miserias humanas, hipocresías y vanidades mundanas, rescatando siempre la riqueza de la cultura y el humor popular, tan distante de lo chabacano, bizarro y pueril, como próxima a los valores que enaltecen la condición humana. A esos valores Caloi, a través de su personajes, los encontraba a la vuelta de la esquina, donde Clemente se encontraba con Dolinades, su filosofo amigo, ese respetuoso homenaje a su entrañable amigo, tan sobriamente PERONISTA como él, como lo fue y lo seguirá siendo el compañero Alejandro Dolina.

El humor surrealista fue una de las armas predilectas de su intelecto, una extraordinaria manera de tirar puntas para realizar catarsis sobre aquellas circunstancias sobredimensionadas generadora de absurdas amarguras que a no pocos nos suelen no solo angustiar, sino hasta hacer agobiante nuestra propia existencia. Esos salvavidas tiraba Caloi desde sus tiras y personajes.

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15/05/2012 (856)        compartir en facebook compartir en twitter compartir en Whatsapp



 




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