Porque no hay señales de que esto reactive", advierte Horacio
Moschetto, secretario de la Cámara de la Industria del Calzado. El temor
a que la situación empeore después de las elecciones gana terreno en el
mundo productivo. La mayoría da por hecho que el Gobierno producirá un
nuevo ajuste cambiario pasado octubre, más o menos intenso, más o menos
descontrolado, según quien se imponga en los comicios. Pero aun con el
oficialismo eventualmente victorioso, estiman que el dólar subirá por la
urgencia de cerrar el déficit externo y juntar reservas en el Banco
Central para no ir derecho a una reestructuración de la deuda en 2026.
Se especula con una actualización de las bandas de flotación que ubique
el valor de la divisa en un rango de 1600 a 2000 pesos a partir de
noviembre. Luis Caputo lo descarta absolutamente, pero la continuidad
del ministro de Economía también está puesta en duda entre los
empresarios.
Es parte del clima de incertidumbre que domina la
escena antes de ir a votar. Las tasas de interés por las nubes también
lo reflejan. Como consecuencia de ello, el Banco Central informó este
viernes que la morosidad con los bancos volvió a crecer en junio y
alcanzó nuevos máximos desde 2008, con un 6,4 por ciento en situación
irregular en el caso de los créditos personales. En enero la mora era
casi la mitad, 3,4 por ciento, y mes tras mes el número fue empeorando.
El dato, para colmo, es de junio, antes de que las tasas se dispararan a
los niveles actuales.
Para las empresas, por ejemplo, la tasa de los
adelantos en cuenta corriente era del 30,4 por ciento en junio, contra
el 82,3 por ciento de esta semana. "Es demoledor. A muchos esta
situación los saca de la cancha", se alarma Moschetto.
De remate
La
producción de la industria del calzado fue de 120 millones de pares de
zapatos y zapatillas en 2023. En 2024 hubo una caída a 100 millones.
Este año todavía es una incógnita, pero las perspectivas "optimistas"
señalan que la producción bajará a 80 millones de pares y las
pesimistas, a 70 millones.
"Hay una sensación de angustia muy grande,
de no saber cómo seguimos, de ver que se pierden empleos, fábricas y no
saber cuándo puede llegar a reactivar esto. No nos metemos en la parte
política, pero no tenemos respuestas", lamenta el directivo de la Cámara
del Calzado.
Grandes empresas del rubro cerraron o se achicaron a su
mínima expresión desde que gobierna Milei. Bicontinentar, de Chivilcoy,
despidió a 500 trabajadores. Dass cerró su planta en Coronel Suárez,
con 400 despidos, y se retrajo en Eldorado, con 180 cesantías, porque
las zapatillas Nike, Adidas y Asics, entre otras, ahora vienen
importadas. Topper bajó 200 empleos en lo que va del año en Aguilares,
Tucumán. Empresas medianas y chicas soportan una realidad igual o peor,
con desvinculaciones y suspensiones todas las semanas.
La principal
razón es la caída del consumo. Las ventas no reaccionan. "Tenemos un
problema grave de sobrestock. Hay más mercadería de la que el mercado
puede consumir", explica Moschetto.
El segundo motivo de la crisis,
que preocupa especialmente a los industriales porque es la política
oficial, es el incremento explosivo de las importaciones, tanto por vías
tradicionales como por las compras puerta a puerta en plataformas y por
el contrabando. En el primer semestre, las compras de calzados al
exterior subieron 150 por ciento.
"Mantenemos contacto con el
Gobierno pero la situación es la que marca la realidad. Nos reunimos con
el presidente de la Cámara de Diputados, con la Secretaría de
Industria, con la Aduana por el tema contrabando, pero el consumo sigue
cayendo", indica el dirigente fabril.
"No es que las ventas están estancadas, siguen cayendo", remarca.
Recesión
De
acuerdo al relato del Gobierno, para esta altura del año la economía
debería ser una fiesta de producción y consumo, con una recuperación en V
consolidada gracias al orden macroeconómico y el superávit fiscal. Nada
de eso ocurre.
"Estamos por entrar en una guerra entre el productor y
el importador por vender su stock a cualquier precio, por sacarse la
mercadería de encima", vaticina Moschetto.
Si efectivamente se
produce un nuevo salto cambiario después de las elecciones, la inflación
irá para arriba y el consumo y la producción sufrirán nuevas caídas. Es
decir que todavía faltaría un largo trecho para recién equilibrar la
situación.
Los datos del Indec confirman que la actividad está
estancada y las proyecciones de economistas y consultoras son cada vez
más pesimistas. “En el primer semestre tuvimos 4 caídas intermensuales y
dos alzas. Así, la actividad económica se encuentra hoy un -0,65 por
ciento por debajo del nivel de diciembre de 2024", precisó el contador
público Juan Ignacio Fuster después de conocer el informe de actividad
económica de junio, que arrojó una caída del 0,7 por ciento contra mayo.
Para
julio y agosto, los números también se anticipan negativos, por el
impacto de la suba de las tasas de interés y el freno del ancla
salarial, con ingresos populares que no recuperan capacidad de consumo.
Las
ventas de cerveza, entre los múltiples ejemplos a mano, cayeron en 2024
un 20 por ciento contra 2023 y en lo que va del año no recuperaron
prácticamente nada. La única espuma que sube es la de la preocupación y
el miedo, casi la certeza, de que la crisis se seguirá agravando.