Todo comenzó, en verdad, con una nota publicada en El Cronista Comercial
a las 0 horas del miércoles 24. Su título: "Avisan a importadores que
desde el lunes deben utilizar dólar a $ 14,50". En ella, se daba por
cierta una versión que decía que el Ministerio de Economía había llamado
a cámaras y asociaciones para informarles que, a partir del lunes 29,
no habría más dólares a precio oficial para importar cosas y que
deberían procurarse la divisa estadounidense en la Bolsa. "Es decir que
si bien se autorizan aún algunas Declaraciones Juradas Anticipadas
(DJAI) para que los importadores se queden con divisas a $ 8,42, desde
el lunes regirá en los hechos una especie de desdoblamiento cambiario de
facto para un número mucho mayor de empresarios y rubros que hasta
ahora. La información la corroboró ayer una alta fuente que pertenece a
la órbita del Ministerio de Economía", señalaba el texto.
Quince
horas más tarde, el mismo Cronista en su versión digital cosechó en
supuestas certezas lo que había sembrado como rumor sin fuente fidedigna
durante la medianoche. Otra nota, otro título: "Cámara de importadores
confirmó que, sin dólares del Central, deben buscar divisas en la
Bolsa". Allí, en el encabezamiento del artículo, decía: "Está empezando a
ocurrir, no hay aviso oficial ni formal", y se atribuía la frase a "la
Cámara de Importadores". El titular de dicha Cámara y presidente del
Centro de Navegación de Buenos Aires, Diego Pérez Santiesteban, es un
referente del Foro de la Convergencia Empresarial, que integran Arcor,
Techint, Clarín, La Nación, la Sociedad Rural Argentina y la AmCham,
entre otras patronales antikirchneristas. Fue citado como fuente por el
Cronista, sin advertir nada de esto: "Estamos importando con mucha
dificultad porque la fluidez de las autorizaciones que da el Banco
Central para liquidar divisas es muy oscilante."
Por su parte, el
vocero de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA),
Miguel Ponce, le dijo a Clarín, según cita la nota del Cronista: "Hace
una semana el Banco Central les dijo a los bancos que comuniquen a sus
clientes que por la escasez de reservas las empresas deberán volcarse
hacia el contado con liqui, el otro mercado formal, para hacerse de
divisas." Va textual el párrafo siguiente del diario de negocios: "Esto
explicaría la disparada del dólar denominado contado con liquidación,
que es el que se negocia a través de bonos, que hoy cotiza a $ 14,50, un
70% más que la cotización oficial." Al salir en Clarín y El Cronista,
Ponce fue llamado por Radio Continental, donde se quejó porque "al
importador se le hace muy difícil trasladar los precios porque como
algunos todavía logran liquidar a tipo de cambio oficial, llevar el
costo al producto sería desventajoso, entonces no queda otra que asumir
las pérdidas o dejar de importar a riesgo de perder a su proveedor de
toda la vida. En una situación financiera compleja como tiene Argentina,
cualquier cosa puede ocurrir."
En tiempo real, el jefe de Gabinete
Jorge Capitanich desmintió a Ponce, a Santisteban y al Cronista
Comercial afirmando que sigue habiendo dólares a precio oficial para la
importación. La secuencia es un poco larga, va desde el rumor de
medianoche del diario de negocios, pasando por los testimonios que
avalaban lo incierto de parte de empresarios importadores, a la
reproducción con carácter de certeza en Clarín y Continental, pero lo
interesante, lo que vale la pena destacar es que llegó como verosímil
ladrillazo de realidad a la casilla de correo de un ferretero de Santos
Lugares a quien su proveedor le dijo que no le vendía más nada porque
desde mañana, según los rumores, regiría un desdoblamiento cambiario. En
concreto, la consecuencia del rumor, investido de verosimilitud por los
medios que ya sabemos, produjo un hecho cierto y corroborable: el
proveedor no le va a vender al ferretero, el ferretero va a tener
faltantes y cuando alguien vaya a comprarle algo, no va a tener qué
ofrecerle.
El problema no es que no haya liquidez en los bolsillos
para consumir. Tampoco que no se pueda importar, con mayor o menor
dificultad. Lo llamativo de todo esto es que alguien en la cadena de
producción y venta le creyó a un diario, es decir, a un tercero que no
es actor directo de la cadena, pero que influye de modo ideal en la
decisiones materiales. Esta es una variable más a tener en cuenta desde
que vivimos en una sociedad mediatizada. ¿Y qué ocurre si esos medios,
al fin y al cabo empresas comerciales, están en guerra con un gobierno
porque no comparten su patrón de acumulación o sus afanes
distribucionistas? Van a recrear la realidad para que se parezca lo más
posible a la realidad que necesitan para debilitar a su adversario. Si
es necesario, van a construir un escenario donde las cosas que desean
que pasen, finalmente ocurran. Volviendo al amigo ferretero de Santos
Lugares, aunque el desdoblamiento cambiario sea una fantasía manipulada,
no lo es que se haya quedado sin stock o que la semana próxima deba
proveerse con un dólar más alto para poder trabajar y que, finalmente,
decida trasladar a los precios esa suba, vendiendo la mitad de lo que
vendía antes. Provocar ese estado de cosas, lograr esa alteración de las
conductas, eso es poder.
El psiconalista Luigi Zoja, en su libro
Paranoia, la locura que hace la historia, explica que "la paranoia se
alimenta siempre de una mala información". Y añade: "Una vez que se pone
en marcha la desconfianza y la agresividad, todas las profecías se
cumplen." El dólar oficial está a $ 8,42, pero si la sospecha de que su
valor es otro se despliega irrefrenable sobre el horizonte, el paso de
la profecía a la consumación del hecho sospechado es muy corto. Hasta
una guerra puede justificarse sobre algo inexacto o falso, siempre que
sea verosímil, y en esto los medios y sus intereses juegan un papel
determinante. Dice Zoja: "La administración de George Bush tuvo a su
disposición los servicios de espionaje más extendidos de todos los
tiempos. A pesar de lo cual sus reparticiones, influenciándose las unas a
las otras con previsiones paranoicas, en 2003 arrastraron a los Estados
Unidos a una guerra preventiva contra Irak para eliminar armas de
destrucción masiva que ese país no poseía (…) El país más influyente en
el equilibrio del mundo creó un precedente impresionante imponiendo de
manera unilateral y con un estilo afín a la más grave forma de
psicopatología la modificación de las normas internacionales que han
regido el mundo desde la paz de Westfalia en adelante. El derecho de
atacar a otro país en ausencia de una amenaza visible y probada es el
derecho de atacar a cualquier país en cualquier momento sobre la base de
la sospecha, motivaciones subjetivas y persecutorias (…) La lógica de
la sospecha agota todas las alternativas. Si se sabe que un país prepara
un ataque, esto autoriza a agredirlo. Si no se sabe, autoriza a la
sospecha que, a su vez, justifica la agresión."
No había armas de
destrucción masiva como tampoco hay un dólar a $ 20. Conviene recordar,
entonces, que la guerra contra Irak empezó en las páginas del New York
Times. En 2003, cuando la Sociedad Americana de Dialectos dio a conocer
la frase más popular entre los estadounidenses del año anterior surgió
"weapons of mass destruction" (armas de destrucción masiva), es decir,
una certeza que no existía y que produjo una guerra que sí existió.
Según Raúl Garcés Corra, en su trabajo "La construcción simbólica de la
opinión pública": "La campaña sobre la potencial amenaza representada
por Saddam Hussein para la seguridad de los Estados Unidos había tenido
éxito, según demostraban las imágenes del mundo (…) En este sentido
resultan promisorias las investigaciones sobre el efecto framing. A
pesar de las controversias y discrepancias que giran en torno a este
concepto, es posible encontrar en la literatura sobre opinión pública
frecuentes referencias sobre cómo los medios encuadran (frame) la
realidad de acuerdo con determinados patrones culturales, políticos e
ideológicos dominantes. El efecto framing se asociaría entonces a la
capacidad de la prensa de construir socialmente la realidad y establecer
marcos de referencias útiles para la discusión e interpretación por
parte de las audiencias de los asuntos públicos."
Sigue Garcés Corra:
"Por supuesto que las funciones mencionadas no se cumplen por igual o
con la misma intensidad dentro de todos los sistemas mediáticos. El
poder de la prensa como institución reproductora del status quo depende
de múltiples mediaciones, entre las que figuran su autoridad y
prestigio, el alcance mayor o menor que tenga la distribución de sus
formas simbólicas, las capacidades económicas de las propias
organizaciones mediáticas para realizar sus coberturas de noticias, su
grado de sujeción a estructuras representativas del poder político e,
incluso, las circunstancias de apropiación por parte del público de los
contenidos periodísticos."
Y finaliza: "Definen los temas de la
discusión pública, disfrazando como demandas de los receptores o
'preocupaciones de la opinión pública', algunos asuntos que en realidad
han sido impuestos por la agenda política. No es este el lugar para
describir las mediaciones económicas, políticas, tecnológicas o
culturales que condicionan el proceso de selección y publicación de las
informaciones de los medios, pero es sabido que los rituales de
objetividad e imparcialidad por ellos defendidos se estrellan contra las
imposiciones de la publicidad y el poder financiero."
Bajo esta
perspectiva y con un mínimo esfuerzo, se puede detectar, detrás de los
titulares del Cronista Comercial y la reproducción asociada de las
plataformas del oligopolio Clarín, la mano invisible del Foro de la
Convergencia Empresarial, el encuentro ideológico del poder económico y
financiero que se esmera por reinstalar el programa neoliberal como
superación natural de la economía heterodoxa del kirchnerismo. Es un
grupo que quiere un Estado que no distribuya, que haya menos subsidios,
menos retenciones, menos inversión social y salarios más bajos para
maximizar su renta. Son los fundamentalistas de la "teoría del derrame".
Esa que dice "déjennos hacernos ricos, y nosotros haremos ricos a los
demás". En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Papa
Francisco advierte sobre las consecuencias de esta utopía de ciertos
empresarios: "Algunos todavía defienden las teorías del derrame, que
suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de
mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en
el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos,
expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan
el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema
económico imperante." Básicamente, lo que pretenden es una Argentina
dual, con incluidos y excluidos. Hoy no tienen el gobierno, es cierto,
pero sí el poder.
Y, sobre todo, desde su supremacía comunicacional,
una capacidad enorme para fabricar, con el goteo hasta la saturación,
hechos reales (la guerra, el dólar por las nubes, la devaluación de
enero) con todo su arsenal de desdoblamientos cambiarios, despidos por
las dudas, demolición de los índices públicos, aislamiento de los
funcionarios de la expectativa social, censura empresarial a la agenda
oficial, que repercute en la toma de decisiones de todos los actores
alcanzados por su prédica catastrofista, que busca atizar la
desconfianza y la incertidumbre hasta que la sociedad se arrodille.
Su
última invención es el dólar burbuja. Puede estar a $ 15, a $ 16, a $
20, a $ 30. No son las pizarras de los bancos: son las tapas de los
diarios las que vocean, como los "arbolitos de la calle Florida", el
valor de un dólar que mueve una ínfima parte del mercado marginal y, sin
embargo, goza de alto rating, centimetraje y una centralidad abusiva en
el discurso y la práctica económica del empresario, el comerciante y el
trabajador. Es la manera perversa que el poder concentrado encontró
para poner al proveedor del ferretero y al mismo ferretero dentro del
esquema de paranoia que fogonean, hasta convertirlos, tarde o temprano,
en víctimas y victimarios de su propio temor.
El gobierno hace lo que
puede y lo que puede es, a veces, insuficiente para retornar la
tranquilidad a una sociedad bombardeada constantemente por malos
presagios. Si quisiera recuperar la iniciativa podría ensayar cuatro
cosas que, por el momento, no hizo:
1) Identificar con nombre y apellido a los instigadores de la corrida de enero que terminó en devaluación.
2) Identificar con nombre y apellido a los beneficiarios concretos del dólar burbuja.
3)
Acelerar en tribunales el juicio que investiga la presunta comisión de
delitos de lesa humanidad en la apropiación de Papel Prensa durante la
dictadura cívico-militar, que tiene como imputados a Héctor Magnetto y
Bartolomé Mitre, responsables actuales del frente mediático y de
agitación del Foro de la Convergencia Empresarial.
4) Adecuación
inmediata, si es necesario de oficio, del Grupo Clarín S.A. a la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA).
Cuando Eugenio
Zaffaroni, juez de la Corte Suprema, tuvo que opinar en la causa sobre
la constitucionalidad de la LSCA, dejó asentado para fundamentar su voto
un texto que merece relectura: "Nadie puede poner en duda que los
medios audiovisuales son hoy formadores de cultura. Es innegable que los
medios tienen una incidencia decisiva en nuestros comportamientos, en
los miedos, en los prejuicios, en toda la vida de relación entre
humanos. Son los medios audiovisuales, más que la prensa, los que nos
deciden a salir con paraguas porque amenaza lluvia, pero también los que
fabrican amigos y enemigos, simpatías y antipatías, estereotipos
positivos o negativos (…) también determinan los propios proyectos
existenciales de la población. Para cualquier escuela sociológica, fuera
de toda duda, esto es configuración de cultura (…) Permitir la
concentración de medios audiovisuales (…) en estos tiempos de revolución
comunicacional y más aún con nuestras características, sería simple y
sencillamente un suicidio cultural."
Si estos grupos económicos con
medios, en vez de azuzar la debacle, la desazón colectiva y la paranoia,
comprendieran que dentro de diez meses están las PASO para delinear el
futuro mapa político del país, y jugaran a ganar o perder en sus
perspectivas de cara a las urnas, el clima sería otro, el país sería
otro. Por el contrario, su obsesión parece ser la de incendiarlo todo
para que en medio de esas llamas arda la experiencia kirchnerista y con
ella, la serie de novedades que vino a contradecir al neoliberalismo
económico y cultural que predominó en los '90 y hoy quiere volver a
ocupar su lugar de gobierno del Estado.
La guerra económica por todos
los medios que practican es eso. Una batalla por el poder que hoy se
libra en la cabeza y el bolsillo de millones de argentinos. Son hábiles y
tienen recursos. Pero a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo.
Lo demás es apretar los dientes, si es que todavía hay resto, claro. Y
ganas de ganar.