En un pequeño acto realizado en el cuartel general de la ISAF en Kabul,
el comandante del contingente de la OTAN, el estadounidense John F.
Campbell, enrolló la bandera de la fuerza internacional, la guardó y
prometió: "Hoy es el fin de una era y el comienzo de una nueva".
"Juntos
sacamos a los afganos de la oscuridad y la desesperación y les dimos
una nueva esperanza para el futuro. Espero que sientan orgullo por el
impacto positivo que han tenido y continuarán teniendo sobre los
afganos", aseguró frente a representantes militares de algunos de los 48
países que contribuyeron al contingente de la OTAN en Afganistán hasta
el final.
Por su parte, el consejero de seguridad nacional del
Gobierno afgano, Hanif Atmar, también hizo una promesa en nombre de su
país. "Nunca olvidaremos a sus hijos e hijas que murieron por nuestra
tierra. Ellos también son nuestros hijos e hijas", sostuvo el
funcionario, citado por la agencia de noticias EFE.
Desde
diciembre de 2001, 3.485 soldados de la misión de la OTAN fallecieron en
combate, 2.356 de ellos eran militares estadounidenses.
La despedida de hoy fue apenas simbólica por dos razones.
En
primer lugar, la ISAF comenzó su retirada hace tres años. En las
últimas semanas apenas un puñado de los 350.000 soldados internacionales
quedaban en el aún convulsionado país.
En segundo lugar, la
presencia militar de la OTAN y, especialmente, de EEUU no desaparecerá,
sino que mutará de tamaño y función.
En septiembre pasado y
después de una campaña pública de presión por parte de la Casa Blanca,
el nuevo gobierno afgano, liderado por el presidente Ashraf Ghani, firmó
un nuevo "acuerdo de seguridad" con Washington y un anexo con los
países miembros de la OTAN.
El primero, bautizado Acuerdo
Bilateral de Seguridad, prevé que 9.800 militares estadounidenses
permanezcan en suelo afgano en 2015. Oficialmente, su misión será
prestar asesoramiento y equipamiento a las fuerzas de seguridad afganas
hasta finales de 2024.
Sin embargo, el diario The New York Times
reveló hace unos meses que el presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, firmó una "orden secreta" para que las tropas que se quedarán en
el país asiático tengan "un papel directo en el combate".
Además,
el convenio tiene un anexo bautizado Acuerdo sobre el Estatus de las
Fuerzas de Seguridad, que establece que entre 3.000 y 4.000 militares de
otros países de la OTAN podrán seguir en Afganistán a partir de 2015.
Este acuerdo también establece que oficialmente estas fuerzas no
actuarán en operaciones de combate contra la insurgencia.
Desde
que comenzó la retirada gradual del masivo contingente de la OTAN,
compuesto mayoritariamente por soldados estadounidenses, la insurgencia,
liderada por el movimiento talibán que fue derrocado en septiembre de
2001 con la invasión norteamericana, vive un momento de auge.
"Afganistán
sigue siendo un país que vive una guerra", reconoció hoy el
vicecomandante de la ISAF, el teniente general del Ejército alemán,
Carsten Jacobson, a la agencia de noticias DPA.
La violencia es especialmente cruenta con la población civil.
En
los primeros 11 meses del año la ONU registró el mayor número de
víctimas civiles desde la invasión estadounidense: un total de 3.188
muertos y 6.429 heridos.
El 75 por ciento de las muertes fueron
provocadas por ataques cometidos por los talibanes, en tanto que la ISAF
se atribuye menos de un uno por ciento de las víctimas fatales civiles
del conflicto.
Además, hasta mediados de noviembre murieron más
de 6.000 miembros de las fuerzas armadas afganas, según el Ministerio
del Interior. Una cifra muy superior a los 4.300 que habían fallecido en
2013.
Como sucedió en Irak, Estados Unidos y la OTAN dan por
terminada su "misión de combate" en medio de una ola de violencia
insurgente y dejan un país azotado por atentados, desconfianza política y
mucha inestabilidad económica y social.
Dos años después de la
retirada de las fuerzas occidentales, Irak se hundió en una nueva guerra
que ya le costó más de un cuarto de su territorio, provocó una crisis
humanitaria inédita y llevó a Estados Unidos y sus aliados a volver con
sus aviones, sus bombas y sus "asesores militares".
El enemigo
esta vez es el Estado Islámico, una milicia islamista radical que nació,
creció y se fortaleció con la ocupación estadounidense en Irak, sus
crímenes de guerra y su estrategia de alianzas sectarias.