Los escándalos de corrupción destapados en Petrobras, que salpican a
varios partidos de la coalición de gobierno y a una veintena de empresas
privadas, y el deterioro de la economía tensionaron el clima político.
La
crisis económica alertó al gobierno y hasta se especuló con un regreso
al gabinete del ex presidente y líder del gobernante Partido de los
Trabajadores (PT), Lula da Silva, pero según la prensa local local no
aceptó la propuesta que habría planteado Rousseff de ocupar uno de los
ministerios.
La situación fue aprovechada por la oposición del
Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) que logró dar un saltó
al frente en el balotaje del año pasado, cuando su candidato
presidencial Aecio Neves fue derrotado por Rousseff sólo por tres
puntos, y ahora encabeza, por primera vez formalmente, una marcha que
promete ser multitudinaria en varias ciudades del país, llevando como
consignas "Fuera Dilma, fuera PT".
El jueves pasado, la
mandataria del PT expresó su decisión de no renunciar pero admitió
preocupación ante la "intolerancia" imperante que, dijo, puede recrear
el clima de inestabilidad previo al fin de los gobiernos de Joao
Goulart, derrocado por un golpe militar, y Getulio Vargas, que se quitó
la vida.
"Existe una cultura golpista, pero no están las
condiciones materiales para que eso ocurra, la intolerancia divide al
país, hay un proceso de intolerancia como no se vio antes en Brasil,
sino en los períodos en que se quebró la democracia", planteó Rousseff.
De
todos modos señaló que no considera inminente la quiebra del orden
democrático pues esto no coincide con la idiosincrasia de la sociedad
brasileña.
Rousseff aseguró que el actual ambiente político le
"recuerda" al que precedió al derrocamiento de Goulart en 1964, que dio
paso a la dictadura que se prolongó por 21 años, durante la cual ella
fue presa política.
Al hablar de la marcha por el "impeachment"
como denominan al juicio político, Rousseff comentó: "Tenemos que ser
capaces de convivir con las diferencias y las situaciones difíciles, ya
no somos una democracia infantilizada; las manifestaciones son algo
normal".
Agregó, en entrevista al canal SBT de San Pablo, que
"las manifestaciones (del 16 agosto) no se pueden transformar en
procesos que llevan a la violencia".
Ciertos sectores de la
oposición, además, advirtieron que agosto es un mes de cataclismos
políticos en la historia brasileña; en agosto de 1954 se quitó la vida
Getulio Vargas y el 16 de agosto de 1992 hubo una movilización que selló
la suerte del presidente Fernando Collor de Mello, que renunció cuatro
meses más tarde.
"No se puede aceptar la teoría de cuanto peor
mejor porque esto acaba perjudicando a la población" se quejó Rousseff,
reiterando los cuestionamientos a la oposición.
En varias
declaraciones de la semana pasada, la presidenta afirmó ser la
"representante legítimamente electa por el voto popular" en las
elecciones de octubre de 2014."No pienso en renunciar" sostuvo, y
prosiguió que el cargo de jefe de Estado "exige respeto a la
institución, un respeto fundamental no solo para mí sino para todos los
presidentes que vendrán después de mí", observó.
En defensa del
gobierno también entró de lleno Lula, quien en los últimos días
participó en diversos actos "contra el golpe", en los que ha dicho que
"algunos olvidan que (Rousseff) fue reelegida en octubre".
Como
respuesta a las manifestaciones de este domingo, el PT ha convocado para
el próximo jueves a diversos actos en todo el país, en los que, según
Lula, "el pueblo expresará su apoyo a Rousseff y la democracia".
La
semana pasada, la mandataria sumó un apoyo clave del Senado a partir de
que el titular de la Cámara alta, Renán Calheiros, descartara dar curso
a un pedido de juicio político pedido por la oposición, y propusiera
una agenda de reformas para enfrentar la crisis económica.
El
jefe del Senado rechazó acelerar el análisis de las cuentas del gobierno
en 2014 impulsado por el líder de Diputados, Eduardo Cunha, considerado
el opositor más convencido de promover el impeachment, acusado además
por las acusaciones de su corrupción en su contra en el escándalo de
Petrobras.
Si el Senado no revisa el balance de la gestión de
Rousseff se impedirá, al menos por ahora, que haya argumentos para
eventuales pedidos de impeachment.
Por su parte, los movimientos
sociales que le dieron apoyo a la mandataria frente a las protestas
convocadas para el domingo, le expresaron su apoyo y rechazo al golpismo
opositor, pero exigieron una "salida por izquierda" y mostraron su
resistencia ante los planes de ajuste de la mandataria.
Rousseff
garantizó que no habrá "retrocesos en las políticas sociales", pero
admitió que "ya no se podrá gastar como se gastaba antes, cuando había
más dinero", lo cual no convenció del todo a los activistas.
Muchos
de ellos además, participaron de la multitudinaria marcha en Brasilia
el martes pasado, convocada por mujeres campesinas "contra el golpe" y
"en defensa de la democracia", que concluyó con un acto en un estadio de
fútbol al que asistieron Lula y Rousseff.