En esta ocasión, alrededor de un centenar de policías antidisturbios
bloquean la entrada a la estación sin que se hayan producido incidentes
violentos de ningún tipo.
En tanto, los alrededores de
la terminal se convirtieron en un improvisado campo de refugiados, casi
sin apoyo de las autoridades.
Familias enteras duermen sobre el suelo, con cartones y mantas, mientras que los más afortunados cuentan con tiendas.
Majda
Nowss, una profesora de inglés de Alepo, Siria, que viaja con su marido
y tres niños de entre diez y cuatro años, aseguró que el hormigueo
continuo de gente no les permite descansar y lamentó que no les dejen
seguir su ruta en dirección a Dinamarca, donde afirma que tiene un
hermano abogado.
"Apenas podemos descansar, siempre hay gente por
todas partes, y tampoco podemos ducharnos. ¿Por qué no nos dejan
seguir?", describió según la agencia de noticias EFE.
Anoche un
grupo de unos diez neonazis húngaros trataron de provocar a los
inmigrantes agolpados lanzando lemas fascistas y diciendo que se
marcharan del país, pero los voluntarios húngaros que ayudan a los
refugiados mediaron y la situación no pasó a mayores.
Varios de
los refugiados no ocultaban su enojo, debido a que se les impide viajar
hacia Alemania después de haber comprado pasajes, algunos por valor de
más de cien euros, y tampoco pueden recuperar su dinero.
El
Ejecutivo húngaro sostiene que con la restricción sólo cumple con sus
compromisos con el espacio Schengen, como no permitir que personas de
terceros países sin el correspondiente visado puedan acceder a medios de
transporte internacionales.
Hungría es el primer miembro del
espacio Schengen en la ruta de los Balcanes, que empieza en Grecia y por
la que más de 150.000 personas han llegado al país centroeuropeo en lo
que va del año.