Mientras hacía un posdoctorado en la Universidad de Princeton (EEUU) a
finales de la década de 1960, Lindahl empezó a estudiar la estabilidad
de la molécula de ADN, en una época en la que la comunidad científica
creía que ésta era muy resistente.
De vuelta a Suecia, en el
Instituto Karolinska de Estocolmo, sus experimentos probaron que su
sospecha era cierta y que el ADN sufría un deterioro lento pero notable,
por lo que debían existir sistemas moleculares para reparar esos
defectos.
Empezó a buscar enzimas reparadoras usando ADN
bacteriano, similar al humano, hasta encontrar una que eliminaba los
restos dañados de citosinas (una de las cinco bases que forman parte de
los ácidos nucleicos), y publicó su hallazgo en 1974.
Lindahl
reconstituyó una década después, cuando trabajaba en el Imperial Cancer
Research Fund en Londres, la imagen molecular de cómo funciona la
reparación por escisión de base, y en 1996 fue capaz de recrear el
proceso de reparación humano in vitro.
Si Lindahl abrió las
puertas a un nuevo campo de investigación, Sancar resolvió otra
incógnita no resuelta por aquél: cómo las células afrontan los daños
provocados por la radiación ultravioleta, consignó la agencia EDE.
Sancar,
un graduado en Medicina que luego empezó a estudiar bioquímica, se
trasladó a la Universidad de Texas a mediados de la década de 1970 para
tratar de averiguar cómo bacterias expuestas a dosis mortales de
radiación ultravioleta podían recuperarse si eran iluminadas con luz
azul visible.
Y unos años después logró clonar el gen de la enzima reparadora (fotoliasa) y hacer que la bacteria la produjera.
Por
aquel entonces se sabía que el daño causado por esa radiación se podía
reparar también con otro sistema que funcionaba a oscuras.
Sancar,
que entonces ya trabajaba en la Universidad de Yale (EEUU), logró
identificar, aislar y caracterizar las enzimas codificadas por genes
mutados por radiación; y luego completó los siguientes pasos de la
reparación por escisión nucleótida e investigó el proceso en humanos.
Por
su parte, Modrich, al inicio de su carrera investigadora, se interesó
por enzimas que afectaban al ADN, como la metilasa Dam, que junta los
grupos metilo con aquel; y mostró que podían funcionar como indicadores
para cortar las cadenas de ADN en el lugar correcto.
En
colaboración con Matthew Meselson, biólogo molecular en Harvard,
demostró más tarde usando los grupos metilo que la reparación de
desapareamiento del ADN es un proceso natural que corrige los desajustes
ocurridos cuando este se copia.
A finales de la década de 1980,
trabajando en solitario, logró recrear ese complejo mecanismo in vitro y
después lo aplicó al genoma humano.
Lindahl, Modrich y Sancar
suceden en el reconocimiento del Nobel al alemán Stefan Hell y los
estadounidenses Eric Betzig y William Moerner, galardonados el año
pasado por sentar las bases de la nanoscopia.
Los tres premiados
hoy compartirán los 8 millones de coronas suecas (855.000 euros) con que
está dotado el galardón, al igual que el resto de los Nobel, cuya ronda
de ganadores continuará mañana con uno de los más esperados, el de
Literatura.