La reciente firma de varios acuerdos de cooperación bilateral con China
-durante la visita a ese país de la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner en febrero pasado- hizo insoslayable retomar el debate sobre la
asimetría del intercambio entre ambos bloques durante la última década,
caracterizado por una desigualdad que llevó a algunos a denunciar un
"nuevo Pacto Roca-Runciman".
"No son el mismo tipo de entidad
económica -sostuvo categórico Girado-, China difiere mucho de lo que fue
Gran Bretaña hace dos siglos".
"El poder de Gran Bretaña de esos
años como centro del capitalismo y como faro de las relaciones de
producción capitalistas no es el lugar que está ocupando la República
Popular China ahora, que más bien ocupa uno como Economía en vías de
desarrollo, como segunda economía del planeta y como el país con más
pobres en el mundo", agregó.
"Es cierto que (China) ha crecido
mucho", argumentó Girado tras una pausa y un sorbo de té verde bajo el
smog persistente de la capital china.
"Es cierto que lo está
haciendo muy rápido, que tiene una dinámica propia y que se convierte
paulatinamente en un "hegemon" (un poder de gran relevancia), pero
aunque tiene pretensiones, aún está muy lejos de ser un poder financiero
hegemónico global como lo fue Inglaterra o lo es Estados Unidos.
Una
rápida mirada a la composición del intercambio chino-argentino, no
obstante, recuerda lo deficitaria que es la relación para Argentina y la
escasa diversificación de estas ventas, un preocupante fenómeno que la
mitología popular acuñó de inmediato bajo el neologismo "sojización".
El
95% de las ventas argentinas al país asiático se dividen en porotos de
soja (71%), petróleo (11,5%), aceite de soja (4%), cueros y pieles
(1,9%), carnes (1,2%), residuos alimenticios (0,8%), tabaco (0,9%) y
lana (0,6%).
En tanto, las importaciones argentinas provenientes
de China están compuestas por teléfonos (8,5%), computadoras (10%),
químicos (3,5%), motocicletas (3,3%), juguetes (1,3%), manufacturas de
plástico (0,7%) e instrumental médico (0,3%).
Girado -que además
tiene una maestría en Relaciones Internacionales y es
docente-investigador en la Universidad de la Matanza- insistió en que
pese a ello, esto se da en el marco de una relación con Beijing
cualitativa y cuantitativamente diferente de la mantenida con Londres
cuando el país "era una extensión geográfica del territorio británico en
el sentido de que éramos un espacio sólo para producir comida".
"En
el caso de China -argumentó-, y pese a que su política con los países
en desarrollo está ligada a que éstos sean proveedores de materias
primas e insumos energéticos, China no establece este hecho como una
condición sine qua non para tener un vínculo con ellos".
El
experto consultor hila su argumentación explicando que la dinámica del
volumen comercial es creciente y cada vez más sofisticada.
"Es
cierto que tanto ahora como antes a China le compramos manufacturas,
pero hace 15 años les comprábamos casi exclusivamente bienes de consumo y
ahora le compramos masivamente bienes de capital, es decir capital
reproductivo", dijo.
Argentina vende mucho producto primario,
cuyo precio ha subido, lo que favorece la balanza comercial, y "ese
excedente nos permite financiar nuestra capitalización. Argentina
sofistica su aparato productivo gracias a vender productos primarios más
caros", señaló.
Beijing está dispuesta a llevar adelante una
gran cantidad de relaciones institucionales que conllevan progreso en
favor de Argentina", concluyó el economista quien ejemplificó con los
acuerdos bilaterales y financiamiento de la la base china de seguimiento
satelital (en construcción en Neuquén) los Puertos de Aguas profundas,
etc.
Las creciente relevancia de China en el contexto
internacional obliga a replantearse permanentemente el tema del virtual
vínculo "neocolonial", caracterizado por una Argentina vendiendo
materias primas frente a una potencia industrial, con los temores que
esto gatilla de consolidar una matriz de intercambio desfavorable,
admitió el experto.
Por último, proyectó que la estrategia
argentina respecto a esta integración bilateral (virtuosa, en su
opinión) debería centrarse en "tener muy claro y discutir en la región"
(en el marco de la Celac, de la Unasur o del Mercosur).
"Ya
sabemos que es lo que China pretende de las economías en vías de
desarrollo y de esta integración. Sería bueno evaluar y proyectar con
los socios cuáles son las pretensiones sub-regionales y alcanzar
posiciones comunes que obviamente van a fortalecer -a nuestro favor-
cualquier negociación" .
Esta posición de fuerza en las futuras
negociaciones nos permitirá sacar el mayor provecho posible en el
intercambio "para que China no divida para reinar" y para construir
políticas soberanas a nivel subcontinental que afiancen políticamente a
nuestro país, concluyó.