Hay quienes insisten en que lo público debería ser algo despolitizado,
como si en la ausencia de contenido político residiera la esencia de un
medio de comunicación al servicio de la ciudadanía. Para esas personas,
cualquier presencia que transmita una idea susceptible de influir en la
sociedad debe ser erradicada. Las más de las veces impera una (no
casual) confusión entre la idea de “uso político” y “uso partidario” y
completan con que los contenidos de los medios públicos deben ser
“culturales y de servicio social”, sin ninguna clave que nos explique
qué significa cada cosa.
Los avances en este tema a partir de la ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada en 2009 fueron
importantes. No solo se modificó de manera rotunda la conducción del
Canal 7 (hoy TV Pública) y Radio Nacional con la creación de un
directorio en el que los representantes del gobierno nacional no tenían
mayoría ni quórum para funcionar solos, sino que se establecieron
ámbitos de participación ciudadana que permitían la intervención de
todos los sectores: el desaparecido Consejo Federal de Comunicación
Audiovisual y el Consejo Consultivo Honorario de los Medios Públicos.
Pese
a la voluntad expresada en que fue el gobierno de la entonces
presidenta Cristina Fernández de Kirchner el impulsor de esas medidas,
la oposición, conducida en las sombras por el Grupo Clarín y llevada
adelante por legisladores del Pro y los partidos aliados puso en
cuestión la calidad de lo logrado en aquel momento y durante años tildó
de partidario el esquema propuesto y su implementación. Implementación
que involucraba el fortalecimiento de las radios de todo el país y la
puesta en marcha de estaciones de TV Digital Abierta (TDA) para lograr
que la mayor parte de la población tuviera acceso a la televisión
gratuita y con la mejor calidad de imagen y sonido.
Mientras ello
sucedía por el lado del gobierno nacional de entonces, en el otro lado
del ringside, Mauricio Macri -que gobernaba la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires- evidenciaba la poca importancia que su partido asigna a los
medios públicos de la Ciudad -dos radios y una señal de televisión-, con
un ejemplo que vale como muestra. Pese a que la Ley de SCA le daba la
posibilidad y que el gobierno nacional le había otorgado una frecuencia
para que el “Canal de la Ciudad” pudiera ser transmitido de manera
abierta en la TDA, nunca se avanzó en su concreción. Tampoco lo hizo su
continuador Horacio Rodríguez Larreta.
En los últimos días el canal
de la Ciudad estuvo más presente que nunca en algunas conversaciones. Es
que por decisión del gobierno del cual depende – no existe
participación ciudadana en su conducción-, el canal compró los derechos
para transmitir la Eurocopa, el certamen de seleccionados más importante
del viejo continente. Con la Copa América terminada y sin comienzo a la
vista de los torneos locales, la audiencia encontró en ella la manera
de satisfacer el apetito futbolero. El fin de semana próximo serán las
finales y veremos qué tanta gente mira, hasta ahora no ha sido poca.
El
problema es que para ver ese canal es necesario ser abonado a un
sistema de TV paga, hasta para quienes viven en la Ciudad de Buenos
Aires. Por eso, la misma ciudad se ocupa de publicitar profusamente los
canales donde se puede encontrar ese contenido en Cablevisión y
Telecentro. ¿Y los ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires que no tienen
TV por cable pero que con sus impuestos pagan los costos del canal y
los derechos de exhibición? Bien, gracias. Que lo vean por Internet, si
pueden.
¿Es esta la manera en que entiende el macrismo los contenidos
universales? ¿De qué manera se conjuga esto con el derecho de acceso a
la información? Si se considera que la Eurocopa -o cualquier otro
evento- es tan importante para la ciudadanía como para pagar por sus
derechos de emisión, ¿cómo es que solo están disponibles para una
porción de los ciudadanos? Nos hace acordar mucho a dos episodios de la
historia reciente y curiosamente algunos de los protagonistas se
repiten.
Esta historia ya la vimos. A mediados de los ´90 el
proceso de extranjerización y concentración de la industria de la TV por
cable terminó en una disputa entre muy pocos y grandes operadores entre
los que destacaba Multicanal, del Grupo Clarín. Para saldar esa
competencia a su favor el Grupo no escatimó estrategias, una de ellas la
de utilizar los contenidos del Fútbol que tenía en exclusiva, como
driver que desequilibrara la disputa a su favor. Todo esto está muy bien
analizado y descripto en el informe del año 2007 que realizó la
Comisión Nacional de Defensa de la Competencia llamado “Problemas de
competencia en el sector de distribución de programas de televisión en
la Argentina”.
El otro, el que estamos experimentando desde la
llegada de Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación con la decisión
de entregar los partidos de más audiencia del Fútbol Para Todos a los
canales privados de Buenos Aires, el Canal 13, Telefé y América. Hasta
esta decisión, esos encuentros se podían ver por la TV Pública (el viejo
Canal 7), por lo tanto estaban disponibles para prácticamente toda la
población del país, por medio de su emisión abierta, por las repetidoras
analógicas, por el cable, la TV Satelital y en la TDA. Ahora, para ver a
los llamados “clubes grandes” hay que tener cable, ya que quién no está
en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores no recibe de manera abierta
esos canales.
El mismo principio. Un contenido atractivo, puesto a
disposición de los privados y transmitido por el cable. Al Fútbol para
Todos el macrismo lo convierte en un “fútbol para menos”. Según datos
del mercado, la penetración de la TV Paga en la CABA es del 90% de los
hogares, es decir que, de entrada, hay un 10% que se queda sin
posibilidad de acceder a esos contenidos. Estamos hablando de casi 120
mil hogares.
Los medios públicos tienen un rol imprescindible en la
construcción de la identidad, de “lo que nos es común”. Entendemos que
la capacidad de cumplir ese objetivo estará necesariamente conectada con
la posibilidad de llegar a todos los rincones de la geografía. De estar
efectivamente a disposición de la totalidad de los habitantes de un
territorio. En ese sentido vemos con preocupación estas decisiones que
se orientan a levantar muros allí donde no los había, a agrandar brechas
en lugar de reducirlas.
Hoy se discute el futuro de la televisión
abierta, amenazada por el riesgo de quedar desfinanciada por la
migración de la publicidad al mundo digital y la decisión del gobierno
de transformar a la TV por Cable en un servicio de telecomunicaciones
-que paga un gravamen mucho menor-, sumado a la competencia fortísima de
las plataformas de contenidos a demanda (Netflix es una entre casi 200
OTTs en Latinoamérica).
Los medios públicos deben ser territorio de
continuidades, de pluralismo y no de negocios. Mal augurio que quienes
nos gobiernan regalen los espectáculos deportivos masivos a los privados
en lugar de usarlos para fortalecer la televisión abierta, un sistema
público, gratuito y universal.
Publicada en Va Con Firma
http://vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_719/id_587/pro-futbol-para-pocosl