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Más allá del deporte, por Sergio Fernández Novoa.

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Observar las relaciones políticas y económicas del gran espectáculo deportivo mundial, ayudará a comprender aspectos de su esencia y resultados. A ella el deporte en general le gusta poco y nada. Mucho menos soportar esposo e hijos observando ante el televisor cuanta competencia puedan apenas llegados de las actividades laborales o escolares. “Esto pasa cada cuatro años, es el hecho deportivo más importante de la humanidad”, le explico. Pero no hay caso, su filosofía entiende al deporte como un lugar donde la felicidad es para muy pocos, a veces solo uno, mientras la mayoría la pasa mal. También evalúa que se exacerban el triunfalismo y un nacionalismo “bobo” que se preocupa por “cuestiones que no nos cambian la vida cotidiana mientras las cosas que sí nos influyen no se atienden lo suficiente”.

A esta altura vale interrogar cuán vana es una discusión sobre triunfos y derrotas con alguien que piensa de esta manera.

Cómo argüir, ante tamaña insensibilidad, lo que representa ver ese triple de Manu Ginóbili con sus 39 años, o el punto ganado de revés por Del Potro con su muñeca varias veces operada, o el histórico desempeño de los varones en hockey y en vóley; incluso hasta ese sabor amargo de un once albiceleste sin fútbol ni alma eliminado por Honduras.

Cómo transmitir que las lágrimas contenidas de la “Peque” Pareto rodaron por nuestras mejillas al recibir ella la más dorada de las preseas mientras sonaba el himno patrio y flameaba eminente la bandera argentina.

Cómo describir lo que produce esa demostración humana de que siempre se puede ir más allá, saltar más, bajar tiempos, superar marcas, crear nuevas tácticas. Todo, más allá de los tamaños, las formas, las edades, los orígenes, los colores de piel que se entreveran como rasgo de época.

Cómo acentuar en el espíritu olímpico de atletas que compiten motivados por la pasión única de su disciplina en una etapa donde numerosas estrellas de fama universal solo atienden los designios de sus ganancias millonarias.

Insiste: “es como el mundo, siempre ganan los yanquis”. Y entonces le hablo de las Islas Fiji indestructibles en el seven de rugby, de Jamaica con el descomunal velocista Usaint Bolt, de Colombia con ese interminable salto triple de Caterine Ibargüen, de las carreras de largo aliento que disputan etíopes y keniatas...

El medallero, sin embargo, muestra la preeminencia estadounidense. Este país superó en Río las mil medallas en el decurso de los juegos modernos desde 1896 hasta la fecha. Incluso, un solo deportista, el nadador norteamericano, Michael Phelps, con 28 ganadas en su carrera olímpica (23 de oro), posee más que las que pueden sumar 174 países, y supera por cuatro doradas la cosecha de la Argentina en todo su historial.

En la lista siguen chinos (que a partir de su política expansiva y de inserción en el capitalismo brilla en deportes en los que no figuraba), británicos, rusos, italianos, alemanes, japoneses, franceses. Esa vieja historia del poderío económico.

Hay que recordar que la delegación rusa disminuyó sus posibilidades producto de los deportistas excluidos por doping, en el afán de erradicar la estimulación de fármacos que daña salud e igualdad en la competición.

Los Juegos Olímpicos son un espectáculo público que mueve astronómicas cifras de dinero pero que no siempre dejan saldo positivo para el país organizador. Menos en Brasil, donde los desequilibrios endógenos y el caos político explican en parte los escenarios vacíos, las protestas adversas y la fotografía asoladora de todo ese lujo contemplado desde las favelas.

 A ese panorama hay que agregar un Comité Olímpico colmado de denuncias de corrupción. Situación que para modificarse deberá alejar la influencia del dinero alrededor de los juegos, pero el retorno al amateurismo de origen no parece estar en los planes de nadie, incluso de los espectadores.  

La naturaleza del gran encuentro del deporte no es ajena a su organización. Los Juegos Olímpicos son una expresión más de un discurso y una praxis neoliberal que impregna todos los espacios sociales. Más que un cuento mágico, donde cualquiera puede protagonizar hazañas increíbles, se ha materializado para abrevar las apetencias de los ‘patrocinadores oficiales’ y sus inversiones millonarias.

Los guiones que elaboran nos llevan a creer que todo es justo, y nos sometemos al hostigamiento de esa publicidad, nos dejamos convencer por su papel en las proezas. El neoliberalismo fabricó un formato en el que se justifican las limitaciones y deficiencias de los perdedores del capitalismo y el éxito de sus ‘ganadores’ a través de su empeño.

“Es pobre porque es vago” suele escucharse. Las Olimpíadas, y el deporte de elite en general, adhieren a ese razonamiento. “En la cancha son once contra once” oculta lo que está detrás de cada uno de los parados en esa cancha. Calla sobre las condiciones en las que cada uno llega, y los recursos materiales detrás de esas condiciones. Y como en todo, emergen esas extraordinarias excepciones. Como la primera medalla de oro en su historia para Bahréin a través de la destreza de Ruth Jebet para recorrer 3.000 metros con obstáculos o la sorpresa del primer lugar en el podio del tenis femenino para la boricua Mónica Puig o la puntería del vietnamita Hoang Xuan Vinh para que resuene por única vez el himno de su país.

Mientras parte de la prédica menciona cómo “a pesar de las condiciones” lo han logrado, la mayor parte se fija en “el esfuerzo y la tenacidad”, como si a los atletas del sur global les faltara esto. Como si nuestros deportistas no ganaran porque son vagos y con escasa entrega.

Así nos enfrentamos a la reproducción de la retórica neoliberal y de la injusta distribución de oportunidades, la misma concentración de capital que impregna todas las manifestaciones sociales. No es una excusa de mal perdedor. No quiero quitarle mérito al deportista-individuo. Ni siquiera poner en cotejo las ideas de “ella” en tanto seguiremos frente al televisor cada vez que podamos hasta el final de los juegos. Es, más que nada, visibilizar unas relaciones políticas y económicas para que no se pierdan en el espectáculo.

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17/08/2016 (3614)        compartir en facebook compartir en twitter compartir en Whatsapp



 


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