Pinta tu aldea y pintarás el mundo
por Lic. Guillermo Moreno*Lic. Norberto Itzcovich*Dr. Claudio Comari*
"Me asustas. ¡No me dijiste que no hay ninguna posibilidad de una supercrisis!".
Pese a lo tentador que resultaría escribir sobre el reconocimiento del ministro Dujovne,
en un diálogo televisivo con un afamado relator deportivo, sobre la
caracterización que oportunamente hicimos acerca del surgimiento de la
supercrisis1, y las consecuencias vividas en su transcurrir, nos parece
más oportuno centrar la mirada en los desafíos del porvenir.
Para
ello, resulta ineludible realizar un correcto diagnóstico del contexto
global. Hoy asistimos a una nueva era caracterizada por la puesta en
valor de los vectores nacionales en los modelos de desarrollo. Esto es
especialmente evidente desde la orientación que adquieren los Estados
Unidos con D. Trump, Rusia con V. Putin y el proceso entrópico que
atraviesa Europa, y deja atrás la antigua estructuración de la economía
internacional2.
Los modelos universalistas dominantes en el siglo XX,
con sus pretensiones de uniformidad en los planos de la economía, la
política y la cultura han caído en la obsolescencia. El modelo
socialista fue sepultado por los escombros del muro de Berlín, mientras
que la globalización neoliberal se encamina hacia su sepulcro, y con
ella sus instituciones regulatorias que, como el caso de la Organización
Mundial del Comercio, sometían al conjunto de las naciones al
cumplimiento de los preceptos del Consenso de Washington.
Es por ello
que el Nuevo Orden Internacional (NOI) emergente, constituye una
oportunidad para las fuerzas políticas, económicas y sociales que
entiendan que un modelo justo, inclusivo y sustentable podrá alcanzarse
sólo si se generan las condiciones necesarias de integración mundial
desde una posición competitiva.
En esta dirección, la administración
del comercio exterior, desde la perspectiva de la demanda, y la baja de
los costos primos unitarios, desde la de la oferta, se transforman en
elementos determinantes de este proceso.
La revolución energética norteamericana
Dentro
del modo de producción capitalista observamos tres momentos que podemos
caracterizar como "revolucionarios", por la brusca caída de los costos
primos unitarios en las funciones de producción.
Tales revoluciones son:
la industrial, en Inglaterra, a finales del siglo XVIII, que le permitió transformarse en el "taller del mundo";
la
de los procesos, cuando florecieron las ideas de Taylor y Ford en la
organización fabril, que le permitió a Estados Unidos internacionalizar
su producción manufacturera; y
la energética, cuyo epicentro se ubica
en Estados Unidos, y se asienta en la explotación no convencional de
combustibles fósiles.
En este aspecto, y tal cual venimos anticipando
en sucesivos informes y artículos, el propio Secretario de Energía
norteamericano, Rick Perry, afirmó hace pocos días: "Los beneficios de
nuestra revolución del shale han dado un tremendo impulso tanto a la
economía doméstica como a nuestra seguridad energética".
Además,
agregó "hace unos pocos años, en los EE.UU. los productores de gas
gastaron miles de millones para construir instalaciones para importar
dicho combustible. Hoy, por primera vez desde que Dwight Eisenhower fue
presidente, nos convertimos en un exportador neto de gas natural".
El
impacto del insumo energético en los costos del aparato productivo
norteamericano arroja ya resultados visibles. En el segundo trimestre
del año, el PIB norteamericano alcanzó el 4,1% de crecimiento, logrando
una tasa de desocupación que tocó el menor nivel de los últimos quince
años (3,9%), generando así, por primera vez en décadas, un crecimiento
anual mayor al 2% en los salarios reales.
La ceguedad oficial
A
principios del siglo pasado, la inserción internacional de la Argentina
estuvo signada por la necesidad que tenían los sectores dominantes de
ubicar su producción primaria en los mercados externos. Ello tipificó la
economía local, cuyas tensiones se expresaron en la consigna que
reflejaba una antinomia de manera clara y didáctica: "campo versus
industria".
Desde su inicio, hace ya más de dos años y medio, el
oficialismo ha intentado revalidar aquella vetusta consigna, a juzgar
tanto por su errónea percepción del contexto global, como por su
accionar en cuanto a las decisiones de política económica netamente
destructivas del entramado manufacturero doméstico.
Su tozuda miopía
le impide interpretar correctamente el NOI (lo que se evidencia, por
ejemplo, en la insistencia de firmar un tratado de libre comercio con la
Unión Europea), así como percibir la importancia de la energía como uno
de los vectores de competitividad sistémica, lo que agrega una tensión
adicional a las estructuras de costos empresariales.
El color de lo por venir
El
contexto internacional constituye una invaluable "ventana de
oportunidad" para impulsar, una vez finiquitado el actual esquema
económico, la implementación de un Modelo de Desarrollo Económico
Permanente y Sustentable (MoDEPyS) en nuestro país que, necesariamente,
deberá estar orientado a la producción3.
Para ello, entre otros aspectos, el MoDEPyS deberá contener los dos elementos determinantes mencionados al comienzo:
por
un lado, las políticas de Administración del Comercio Exterior (ACE),
que tienen la virtud de complementar la determinación de un tipo de
cambio de equilibrio, y coadyuven a generar la protección de mercado que
las empresas necesitan, y
de otra parte, la disponibilidad de
energía en cantidad y precio que les permita minimizar sus costos,
mejorando en términos relativos su competitividad vis a vis el resto del
mundo.
Achicar el diferencial entre los valores de la energía en
EE.UU. y los que alcanza en nuestro país, actualmente de u$s4,79 por
MBTU (promedio neto de subsidios), un 61,8% mayor al norteamericano,
debe constituir uno de los objetivos a lograr en el marco del nuevo
modelo de desarrollo4.
Ambos factores posibilitarán generar las
condiciones endógenas necesarias para la búsqueda de un entorno de
competitividad sistémica. Se trata de que la política económica,
realizando una correcta apreciación de las condiciones de contexto,
articule los instrumentos indispensables para lograr los objetivos
simultáneos de crecimiento e inclusión social (desarrollo), garantizando
el pleno empleo de los factores productivos.
Este es, sin dudas, el formato de nuestro futuro.
Por esto mismo es que de nada sirve asustarse, como le sucedió al mentado relator.
Por
el contrario, es el momento de poner en juego nuestro optimismo que,
como hemos dicho5, es ese espíritu de iniciativa requerido tanto para
obtener la máxima ventaja posible de cada situación dada, como para la
paciente preparación ante lo que está por venir.
1 BAE Negocios: Llegó la supercrisis, evitemos la hipercrisis (14/5/18).
2
BAE Negocios: El mundo actual facilita los modelos de desarrollo
nacional (5/9/18); Lo que ocupa a Trump a Macri ni le preocupa
(26/11/17).
3 BAE Negocios: Cómo seguimos (29/1/18); Administración del comercio exterior, un imperativo del ahora (5/2/18), y otras.
4
Esto implica revisar el acuerdo que oportunamente la administración de
YPF firmó con las empresas productoras de gas, donde se les garantiza, a
mediano plazo, un precio de u$s7,5 por MBTU en boca de pozo.
5 BAE Negocios: El pesimismo es momentum del optimismo (31/7/17)
*MM y Asociados