De Argentina al mundo: la armonía es superior al conflicto
por Lic. Guillermo Moreno* por Dr. Claudio Comari* por Lic. Norberto Itzcovich*
La batalla es por la protección del trabajo y del empleo
Los resultados de las elecciones para el parlamento europeo marcaron, en países relevantes como Italia, Francia y Reino Unido, por ejemplo, un nuevo retroceso de las fuerzas políticas que predominaron desde la caída del muro de Berlín, durante el apogeo de la Eurozona.
Las formaciones liberales y socialdemócratas que lideraron "la globalización" en el viejo continente, retroceden a medida que la disconformidad y las frustraciones se adueñan de los ánimos de contingentes cada vez más masivos de residentes europeos, que buscan su representación en fuerzas no tradicionales, antieuropeístas y, en su mayoría, portadoras de discursos xenófobos.
El tránsito, lejano a lo lineal, hacia el Nuevo Orden Internacional
(NOI) en curso, apareja, como lo hemos tratado en anteriores
oportunidades, la revalorización de los vectores nacionales de
desarrollo, cuyo virtuosismo se opaca frente a la peligrosidad de
ciertos contenidos ideológicos y sus potenciales derivaciones.
Sin
dudas, es un tiempo en el que los nacionalismos reverdecen a
consecuencia del fracaso de la globalización y tenderán a prevalecer.
Pero, en este heterogéneo campo se registra una contraposición entre
aquellos que proponen la "construcción de muros" (algunos países de
Europa, los EE.UU. y recientemente Brasil1) y los que aspiran a "tender
puentes" (nacionalismos inclusivos).
En nuestra última columna,
tratamos la problemática de las tensiones entre los intereses
individuales y los colectivos, y la noción de comunidad como condición
de permanencia y sustentabilidad para un Modelo de Desarrollo Económico
en nuestra Patria. Pero, es innegable que este debate importa
dimensiones que trascienden las fronteras, ya que también involucra los
principios y valores (PyV) que sostienen la arquitectura social y
orientan la acción de los pueblos como sujetos colectivos.
La
prevalencia de la violencia o de la paz, entre naciones, grupos y
personas, en gran medida depende de cuáles de estas orientaciones
ideológicas se impongan.
La cuestión doméstica
Decíamos
que la supremacía de la globalización aparejó el simultáneo predominio
cultural y filosófico del inmediatismo y el individualismo, donde sólo
importa el presente (ni el pasado ni el futuro) y la satisfacción de las
apetencias personales.
Nuestro entorno no fue ajeno a ese proceso, que se impuso como lógica dominante y dejó profundas marcas que aún perduran.
Anidan
entonces en el seno de la sociedad argentina las contradicciones
emergentes entre los PyV insolidarios e individualistas que impregnan la
conciencia de influyentes franjas de la población y aquellos
supraindividuales en los que se identifican las mayorías populares y que
orientan nuestras difundidas y tradicionales prácticas colectivas.
Como
continuidad histórica de antinomias precedentes (civilización o
barbarie, entre otras), tal confrontación de PyV forma parte de la
irresuelta pugna entre los proyectos políticos populares inclusivos y
los de las minorías privilegiadas.
Meses atrás, en un análisis
comparativo de los procesos argentino y brasileño2, decíamos que "el
peronismo no pudo terminar con el orden oligárquico conservador, y este
último, aunque sí fue capaz de interrumpir el desarrollo del modelo del
nacionalismo popular criollo, no pudo ofrecer un esquema económico
idóneo para la incorporación de otros actores en una alianza de carácter
permanente, ni desarticular los altos niveles de organización social
alcanzados, especialmente por el movimiento obrero.
De manera que
quedan en pie dos contendientes de peso, que al mismo tiempo no logran
la entidad suficiente para imponer su hegemonía, dando lugar al proceso
pendular que vivimos los argentinos desde hace prácticamente 80 años."
Principios y valores para un modelo nacional
Si,
como resulta deseable, al inminente final del ciclo de la alianza
Cambiemos, le sucede un modelo económico de sentido antitético, su
verdadera profundidad y persistencia dependerá de la encarnadura que
tome entre sus protagonistas.
Vale la pena entonces pensar cuáles
serán las mecánicas que permitirán su enraizamiento social, tanto como
los principios y valores que determinan la acción individual y colectiva
de los ciudadanos y sus representaciones.
Al igual que filosofía
y método se retroalimentan hasta alcanzar un todo indivisible, lo
propio sucede en la interacción el pueblo y el Estado.
Los
conceptos "nación" y "pueblo" como "todos" superiores a sus partes, a
las que, a la vez, le otorgan significado, lejos de ser unívocos, pueden
ser inconciliables, dependiendo de los valores orientadores que los
sustentan, tal como hoy se expresa entre los renacidos nacionalismos
excluyentes, que se contraponen a los que emergen de la propia tradición
del pueblo argentino entre otros jóvenes y mestizos de la
Hispanoamérica.
La Patria, concebida como un pueblo en un espacio
con una historia y un destino común, en la que todos los hombres y
mujeres que quieran habitar en territorio argentino son incluidos, se da
de bruces con las concepciones restrictivas de nación que se fortalecen
en otros lares y ubican como enemigos del propio bienestar a minorías o
extranjeros.
La persistencia de actitudes y discursos
discriminatorios (por razones de orígenes étnicos o lugar de nacimiento,
económicas, de religión, de edad o de género, etc.), no es compatible
(tampoco tolerable3) con las mejores tradiciones de nuestro pueblo ni,
mucho menos, con un futuro venturoso.
Asimismo, ya ha sido
suficientemente probado como falaz el razonamiento de que el egoísmo
individual es el motor del mejoramiento colectivo. Por el contrario,
para que cada quien pueda dar lo mejor de sí, el conjunto social debe
fungir como garante del bienestar de cada uno de sus integrantes,
especialmente de los más desfavorecidos, por lo que, en un modelo de
desarrollo exitoso, también debe prevalecer la solidaridad, entre otros
PyV, por sobre la competencia y la indolencia.
Esto también se
vincula con los modos de relación que se impulsan y privilegian para la
resolución de las ineludibles tensiones de intereses que todo individuo,
grupo o nación experimenta en la interacción con sus pares. Diversos
serán los resultados que se obtengan, si los desenlaces son producto de
procesos (más o menos) armónicos (síntesis superadoras para los
contendientes) o de la confrontación lisa y llana (imposición del más
fuerte).
Equilibrar adecuadamente los diferentes yo con un
nosotros, no es sino la búsqueda de la expresión de cada una de nuestras
individualidades en entidades de orden superior (Pueblo y Nación) que
no las anule y que, por el contrario, las potencie y les otorgue la
trascendencia de los objetivos perdurables en el tiempo.
Por ello
es que, reiteramos, forma parte de las obligaciones del Estado la
promoción y el fortalecimiento de los lazos comunitarios, al igual que
la articulación de la acción (entre sí y con las distintas instancias
estatales), de las organizaciones intermedias representativas de todos
los segmentos del quehacer nacional.
La comunidad como principio,
y su realización como valor, debe ser el continente y el destino de la
práctica social, erigiéndose en la clave de la consolidación del Modelo
de Desarrollo Económico Permanente y Sustentable (MoDEPyS).
Un modelo nacional, pero para todos los pueblos del mundo
Ningún
modelo de desarrollo tendrá viabilidad si no se ajusta a las reglas que
rigen al NOI, que tanto se erige como una ventana de oportunidad para
nuestro aparato productivo, como en una potencial amenaza para la
humanidad toda.
A nivel internacional, como en la canción
infantil, cada cual atiende su juego; la batalla de la hora se libra por
la protección del trabajo y del empleo en cada una de las naciones, a
partir de la defensa de la producción y los mercados domésticos.
Los
conjuntos de PyV que operen como sustrato de cada uno de los actores
que interactúan en esa contienda (que el papa Francisco caracteriza como
la III Guerra Mundial en cuotas), serán determinantes de la
direccionalidad que adquieran sus vías de resolución.
Los
argentinos tenemos la oportunidad de darnos un modelo social y económico
exitoso, capaz de incluir a todos, potenciando las individualidades,
velando por los más débiles, donde la armonía prevalezca sobre el
conflicto.
Si lo logramos, haremos una monumental contribución a
la humanidad al mostrar lo que se puede lograr organizando la comunidad,
ya que, en palabras de San Agustín, no hay contagio más intenso que el
del ejemplo.
1 En este marco, resultan especialmente preocupantes
las declaraciones del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente
de Brasil y titular la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de
Diputados, respecto de impulsar la construcción de armas nucleares en
el vecino país.
2 “Sobre las representaciones y lo representado: los casos de Brasil y de Argentina” (BAE Negocios, 5/11/18).
3
Ejemplo extremo y reciente fue la brutal agresión con combustible y
fuego que sufrieran dos personas indigentes en los límites de la Capital
Federal.
* MM y Asociados