Según declaró el enfermero Ricardo, Diego empujó a Luque, echándolo.
Pero hay otra declaración en la que se manifiesta que hubo un golpe de
puño. Por momentos, Maradona no quería ni que lo toquen ni que lo
despierten ni que lo controlen: pasaba horas encerrado en su habitación.
Hasta que lo encontraron sin vida cerca de las 12 del miércoles.
Los
enfermeros brindaron testimonios contradictorios producto de una
realidad: Diego no permitía que entren a la habitación. Eso se tradujo
en que el control era desordenado y con altos y bajos. Es más, una
enfermera declaró que “Maradona no estaba en internación domiciliaria.
Estaba dado de alta”. Está claro que nadie vislumbraba el peligro.
Ricardo,
el enfermero de la noche, informó que a las 6.30 entró a la habitación y
Maradona estaba con vida. Dahiana, la que tomó turno después, escribió
que 7.30 lo escuchó yendo al baño y que a las 8.20 o 9.20 Maradona se
negó a los controles. Son afirmaciones muy difíciles de constatar porque
el astro se enfurecía cuando alguien entraba o lo tocaba. Está claro
que Dahiana puso eso en el informe porque era su deber hacer el control,
pero todo indica que no ingresó a ver a Maradona. Es más, hay
testimonios que indican que el astro ni siquiera recibía la medicación
de los enfermeros, sólo de su sobrino Johny y su asistente, Maxi.
Los
fiscales de San Isidro que intervienen en el caso, bajo la conducción
de John Broyard, investigan posibles negligencias. Por esa razón no
llamaron a declarar hasta ahora a los dos personajes claves de la
historia: el neurocirujano Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina
Cosachov. Se supone que Maradona estaba bajo el control de ambos
profesionales y los fiscales deben decidir si los llaman a declarar como
testigos o si les imputan algún delito. Lo concreto es que según los
testimonios que están en la causa, al barrio San Andrés no concurrió
ningún médico durante todo el fin de semana largo, aunque hubo consultas
telefónicas. Los fiscales investigan si esa falta de atención implica
algún delito.
Según los datos que constan en el expediente, el
último control, a las 21.30 del martes, dejó establecidos los siguientes
valores. Presión 130/100; frecuencia cardíaca 107; temperatura 36,8 y
saturación de oxígeno 98. Los parámetros seguramente llevan a una
polémica de si debió concurrir un médico porque tal vez los datos eran
inquietantes para un paciente con antecedentes cardíacos serios. Sin
embargo, el riesgo cardíaco no estaba en el horizonte de quienes lo
trataban.
El incidente entre Luque y Maradona se produjo el
jueves pasado y fue testimoniado tanto por Ricardo como por la cocinera
Monona. Esta última lo describió así: “Era común que se enoje y que
echara a la gente. Hasta al médico le quería pegar para que se vaya”.
Según parece, el golpe existió. Ricardo, el enfermero, dijo que lo que
hubo fue un empujón. Lo cierto es que los testimonios coinciden en que
no hubo ningún médico durante el fin de semana largo, aunque los
fiscales están chequeando ese dato, porque hay declaraciones que cuentan
que Diego echaba un día y pedía que vuelva al día siguiente.
La
polémica en verdad se remite al momento en que se fue de la Clínica
Olivos. Los médicos de Swiss Medical no estaban de acuerdo en que se
fuera a una casa e insistían en que debía ir a un instituto donde
realizar la rehabilitación toxicológica y neurológica. La idea era un
lugar de internación intermedia, con control, pero no que vuelva a estar
en un lugar en el que no está claro quién entra y quién sale y manejado
por los mismos profesionales que lo manejaban antes de su cumpleaños
60, cuando se lo vió como un zombie, casi sin poder hablar ni caminar.
De todas maneras, la voluntad del propio Maradona tenía un peso decisivo
y finalmente se fue a la casa del barrio San Andres, en Tigre.
Las
autoridades de Swiss Medical anunciaron que este viernes entregarían en
la fiscalía de Benavídez la documentación sobre la salida de Maradona
de la Clínica Olivos, firmada por las tres hijas, Gianina, Dalma y Jana,
y por los doctores Luque y Agustina Cosachov, psiquiatra. Las
alternativas eran tres:
* Una opción, con la que insistían las
autoridades de Swiss, era la internación en una institución intermedia,
en la que se continuara el proceso de desintoxicación de los
medicamentos y el alcohol. Esa institución permitía un control de lo que
Maradona iba a ingerir en cuanto a medicación, líquido y alimentos, al
mismo tiempo que se verificarían todos sus parámetros. Sin embargo, esta
alternativa requería la firma de Maradona, pero él de ninguna manera la
aceptaría.
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*
La segunda opción era hacer intervenir a la Justicia, es decir
declararlo incapaz por constituir un peligro para sí mismo. Las hijas
sostuvieron que no harían una presentación de esa naturaleza y que, en
cierto sentido, Maradona tenía derecho a decidir.
* Finalmente,
las tres hijas, Luque y Cosachov presentaron la idea de llevarlo a la
casa de Tigre. Los médicos de Swiss dijeron que era una solución
ineficiente que llevaría nuevamente al descontrol y que no existe la
internación domiciliaria para un problema psiquiátrico como el que
padecía Maradona. Afirmaron que no había control posible si el acceso al
lugar y al paciente lo tenían el propio paciente o su entorno.
En
Benavídez, el equipo de fiscales va despejando el humo de los primeros
momentos. No existen demasiadas discrepancias en los horarios, el tiempo
en que se llamó a las ambulancias, la llegada de las emergencias y la
actuación limitadísima de los enfermeros. La Justicia deberá decidir si
la inexistencia de un desfribilador o la ausencia de un médico son
causales de una mala praxis. Es un terreno sinuoso en el que deberán
transitar.