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que participaron el fin de semana en el evento que armó en Bariloche el 
CEO de IRSA, Eduardo Elsztain, grafica que el creador del PRO nada 
cómodo en las aguas del nuevo poder económico. El establishment que hoy 
maneja los hilos en la Argentina ya decidió: más allá de la pirotecnia 
mediática de instalación de diferencias de fondo entre halcones y 
palomas, la única forma de volver al poder en 2023 es garantizando un 
triunfo con los titulares, lejos de los moderados. Y la idea clara de 
que el modelo, con o sin él, es el de Macri: eje en la baja de 
impuestos, liberalización de los mercados y contracción del gasto.
Al
 coqueto hotel -que convive con remodelaciones y escenas demodé como 
trofeos de caza exhibidos en las paredes- Macri llegó incentivado por la
 presencia de “los importados”. El ex mandatario es quizás quien mejor 
entendió que, más temprano que tarde, el establishment está cambiando la
 piel. Marcos Galperín, CEO de Mercado Libre, y Martín Migoya, de la 
empresa de software Globant, volvieron por unos días a la Argentina para
 verlo y escucharlo.
Migoya y Galperín, "los importados"
Apenas 
Macri cayó derrotado por el Frente de Todos en 2019, ambos tramitaron su
 radicación en el Uruguay. Por este regreso temporal para ver al líder 
espiritual se los denominó “los importados”. 
Por esas cosas del 
destino, a mediados de los 2000, con el kirchnerismo en su mejor período
 económico, Migoya y Galperín casi que no existían en el universo de los
 negocios. “Los hizo el peronismo”, bromeó pero no tanto ante este 
diario uno de los que compartió tertulia patagónica con ellos. Ambos 
crecieron a la luz de los subsidios en el marco de la Ley de Software. 
Incluso Mercado Libre, que siendo una plataforma de ventas se coló por 
la ventana en una norma que nada tenía que ver con su actividad 
comercial.
Hoy, Migoya y Galperín son los Paolo Rocca (Techint) y 
Luis Pagani (Arcor) de este tiempo. No sólo porque sus empresas valen 
mucho más en dinero que las dos primeras, sino porque manejan los hilos 
de la línea económica que pretenden tenga el macrismo. Los acompañan un 
grupo de jóvenes ultra conservadores que no le tienen miedo a jugar sin 
máscara. 
La referencia es para el Grupo Argentina Mejor (GAM), una 
especie de club de hijos renovados de ricos vieja escuela, donde reinan 
los retoños del ex CEO de la FIAT Cristiano Rattazzi y el banquero 
Eduardo Escasany. Son casi una fuerza de choque de los Unicornios y 
dicen en público que “no es momento para tibios”.
Los problemas de Rodríguez Larreta
Horacio
 Rodríguez Larreta desembarcó en el Llao Llao con un equipo 
comunicacional, discurso armado y bajada de línea para instalarse como 
el líder elegido. Algunos pocos le dieron el gusto, otro tanto hicieron 
los CEO de los medios grandes, que no se quieren quemar de nuevo con 
Macri. 
Pero el alcalde porteño tiene un problema, o varios: el 
primero, los empresarios le marcaron la cancha en la ronda de preguntas y
 le aclararon que no puede ser candidato solo, sin un apoyo más amplio. Y
 le blanquearon que la idea debe ser “terminar con el kirchnerismo”. Esa
 lectura le explotó la matrix al jefe de Gobierno, que intenta de manera
 infructuosa dar cuenta de que hay que ganar, pero también gobernar. 
Larreta
 tiene, a diferencia de Macri, una comprensión de la realidad que parte 
más desde las posibilidades de la política. Pero los CEO le hicieron 
saber, en varios cafés reservados que mantuvo, que para ellos el eje de 
la campaña es el plan. 
En el entorno de Galperín cuentan que no 
puede volver a salir mal esa apuesta de instalación de ciertas reglas y 
que, para eso, el ejecutor de las mismas no puede ser un candidato 
indefinido. Las acciones de Larreta bajan en un escenario donde el 
empresariado ve un gobierno de Alberto Fernández débil, pero a 
diferencia de Juntos por el Cambio, no lo da por derrotado ni mucho 
menos. Sobre todo, porque para despejar la equis, falta el dato más 
importante: saber contra qué o quiénes competirá el macrismo. Cuál será 
la alquimia para el 23 del Frente de Todos. 
En medio de la 
efervescencia de Cambiemos, que parece ya poner en la línea a los 
candidatos presidenciales en una interna virtual y muy adelantada, los 
empresarios prefieren no comerse el postre antes que la entrada e ir a 
lo seguro. Incluso Javier Milei, la fulgurante estrella de la escena 
actual, recibió duros cuestionamientos del auditorio. Los CEO no quieren
 ni moderados ni experimentos sociológicos.
El abrazo de Macri con los unicornios
Galperín,
 Migoya y su socio, Guibert Englebienne, se juntaron a tomar un café a 
mediados del año 2019 y terminaron armando un grupo de WhatsApp para 
bancar la candidatura presidencial, pero jamás comunicaron su esencia. 
Lo llamaron “Nuestra Voz” y es -ahora muy raleado- un grupo que terminó 
expulsando a toda la crema del establishment que llegó pensando que se 
trataba de uno de tantos chats de debate empresario. Se bajaron en su 
momento varios popes, entre ellos el banquero Jorge Brito hijo, que hoy 
preside Banco Macro y el club River Plate, y el CEO de Insud, Hugo 
Sigman, que nunca tuvieron una relación fluida con el macrismo.
Los
 unicornios como Mercado Libre o Globant son abrazados por Macri y 
viceversa por otra razón de peso. Se jactan de no depender, como Rocca o
 los grandes constructores, de los negocios con el Estado. Aún cuando 
sus empresas valen más de 1000 millones de dólares, disponen sobre las 
condiciones laborales y tienen parte de sus sociedades radicadas en 
dependencias offshore, cuentan que Macri sigue llamándolos 
“emprendedores”. De algún modo, el ex presidente expuso su preferencia 
por ellos criticando a los otros. Macri, que proviene de una empresa que
 vivió casi toda su existencia de los negocios con el Estado, se quejó 
ante los CEO del Llao Llao de que todos le decían que iba bien rumbeado y
 celebraban sus cambios de política, pero antes de irse de su despacho 
le preguntaban “si está garantizada la mía”, en relación al dinero que 
les facilitaría el Estado. 
En el entorno del alma matter del PRO
 aún creen que, en la relación con los nuevos CEO, la política puede 
dominar. Es, quizás, el único punto que Macri no maduró: el poder 
político es una circunstancia en un escenario de base donde los grupos 
de poder guían, con uno u otro modo, las líneas decisorias.
El Gobierno quiere hacer pie en zona roja
El
 Gobierno Nacional, ante semejante escenario, mira de costado. Al 
ministro de Economía, Martín Guzmán, lo abrazaron en el Llao Llao como 
el garante moderado de una transición que debe derivar en otra cosa. 
Esto último es, entre otros factores, lo que no gustó en referentes del 
Frente de Todos. Que el Círculo Rojo celebre a un funcionario que –según
 su prisma- no los combate, justo en el marco de un debate sobre la 
distribución del ingreso donde los grupos están ganando dinero a niveles
 del 2017.
Elsztain, al que todos elogian por su pragmatismo y 
capacidad de ver más allá de las pasiones- estuvo una hora charlando con
 Guzmán en una sala cerrada del hotel del que es propietario. Desde 
ambas partes admiten que el diálogo fue muy positivo, pero el mano a 
mano se dio mientras el resto no participaba. Y otro dato fuerte: aunque
 Elsztain juegue al pragmatismo, su reunión es la incubadora del nuevo 
poder de los unicornios, y fue él el primero en darse cuenta de que, 
también, hay que modernizar la rosca empresaria, plagada de operadores 
vieja escuela atados a negocios convencionales.
El diputado y 
dirigente de la CTA, Hugo Yasky, fue muy duro por estas giras Círculo 
Rojo que encaró Guzmán, y le pidió que se vuelque más al sector pyme. El
 planteo tiene su lógica: hoy, el Gobierno está buscando convencer 
políticamente a sectores que ya decidieron dónde y cómo jugar. Pero no 
son todos: hay una fuerte construcción de industriales de todo el país 
con base pyme que no están en la rosca, pero sí en las fábricas. Y que 
son la base del empleo y de la realidad que observan día a día en sus 
trabajadores. 

