Ni lo es, ni tampoco la producción del programa de encierro se propuso tal cosa, si acaso eso fuera posible. Los cuerpos hegemónicos de los 18 participantes echan por la borda aquella falacia de “la vida misma”. La selección de quienes ingresaron a la casa esta semana estuvo -como en cualquier otro reality- pensada, planificada, diseñada. Por eso llamó la atención que en un formato que siempre se caracterizó por el entretenimiento más pasatista, esta temporada estuviera subrayada la ideología política de algunos participantes desde la misma presentación. Nunca antes en la historia del ciclo había pasado tal cosa. Una particularidad de esta edición. La politización de Gran Hermano es evidente. El gobierno nacional la puso en primer plano esta semana, al denunciar pública e insólitamente a uno de los participantes que en un momento del encierro afirmó que el presidente era “coimero”. Un comentario que Walter Santiago, alias “Alfa”, no lo hizo en la transmisión central de Telefe sino en un horario marginal y de escasa audiencia de PlutoTV, la plataforma que emite las 24 horas lo que pasa en la casa. Un dicho que hubiera pasado totalmente inadvertido si no fuera porque el gobierno, a través de la portavoz presidencial -primero en Twitter y luego en declaraciones radiales- decidiera transformarlo en tema de agenda nacional, al pedirle al participante y a la producción que se retractara.