La disputa entre Verbitsky y Fontevecchia
El periodista en su columna de Página 12
'Menos premios y más respeto', habló sobre este galardón y aprovechó la oportunidad para debatir sobre la libertad de expresión.
Agradezco de corazón este reconocimiento de una editorial cuya idea del
periodismo es antagónica a la mía. Esta disidencia no impidió que el
CELS llevara una causa contra Noticias al Sistema Interamericano de
Derechos Humanos o defendiera ante la Justicia una asignación
transparente de la publicidad oficial.
No debería sorprender. Ya
Voltaire definió la libertad de expresión como un derecho de aquellos
con quienes no estamos de acuerdo y la Corte Suprema de los Estados
Unidos extendió su tutela a expresiones odiosas o repugnantes.
Evoco
esta noche a mis compañeros de la Agencia Clandestina de Noticias ANCLA,
creada por Rodolfo Walsh cuando la última dictadura suprimió junto a la
libertad de expresión los derechos a la vida y a la libertad.
No me olvido de los periodistas detenidos sin orden judicial ni estado de sitio durante el primer gobierno de la democracia.
Recuerdo
los proyectos para aumentar penas y crear nuevos delitos de opinión,
los juicios contra periodistas y la sugerencia de aplicarnos la libertad
del palo, del presidente que me querelló y me llamó terrorista de la
pluma.
Tampoco olvido los asesinatos mafiosos de José Luis Cabezas y Adams Ledezma.
Es
menos conocido que en diciembre de 2001 un gobierno moribundo intentó
prohibir la televisación de las protestas masivas contra sus políticas y
de la represión criminal que causó cuatro decenas de muertos.
Mi
primera denuncia ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos,
hace ahora veinte años, derivó en la derogación del desacato. Entonces
comenzaron las querellas por calumnias e injurias. La causa de Eduardo
Kimel, patrocinada por el CELS ante la Comisión y la Corte
Interamericanas de Derechos Humanos, condujo en 2010 a la
despenalización de esos delitos en casos de interés público.
También
fuimos fundadores de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, que
inspiró la ley audiovisual vigente, que afirma la diversidad de voces
reclamada por la Unesco. El relator para la libertad de expresión de las
Naciones Unidas la exaltó como modelo.
La libertad de expresión es
un derecho de todos los ciudadanos. Por eso, en 2003 rechazamos un
proyecto del presidente interino, que lo reducía a fuero privilegiado de
nuestro gremio, aberración corregida por la actual presidente en 2010
al promulgar la ley de despenalización.
En el momento de mayor
libertad conocida en nuestro país, los periodistas debemos
acostumbrarnos a que otros practiquen ese derecho sobre nosotros, sin
ofendernos ni hacernos los perseguidos. La libertad también se ejerce
tolerando que otros hagan lo que a nosotros tanto nos gusta hacer.
Al
informar sobre el acto, la edición electrónica del diario Perfil ignoró
por completo mis palabras, y en su lugar publicó opiniones de algunos
de los asistentes. El semanario Noticias, de la misma editorial las
publicó con un avieso recorte: omitió mi referencia a Rodolfo Walsh y la
supresión de los derechos a la libertad y a la vida durante la
dictadura militar; la orden de censurar la televisación de la represión a
las movilizaciones de diciembre de 2001; la caracterización de la
libertad de expresión como un derecho de todos y no un fuero
privilegiado de los periodistas y el rol de la actual presidente en la
despenalización de las calumnias e injurias en casos de interés público.
Pese a dedicarle al tema la tapa y once páginas, con el exceso de once
fotos mías, Noticias censuró en el reportaje que me realizó Silvio
Santamarina las referencias que hice a la recuperación de la dignidad
presidencial frente a los poderes fácticos, militares, eclesiásticos,
económicos y mediáticos por parte de Néstor Kirchner y Cristina
Fernández. El lector tampoco se enteró de que contrasté la
despenalización, que en la Argentina permite la impunidad para cualquier
crítica o incluso insulto a las autoridades, con las leyes y fallos
judiciales restrictivos en países afines como Venezuela y Ecuador.
Hubiera preferido menos premios y más respeto, hacia mí y hacia el
público.
Esta semana, la editorial Perfil me entregó su Premio a la
Libertad de Expresión, compartido con la ensayista Beatriz Sarlo.
Asistieron a la ceremonia, entre otros, el jefe de gobierno porteño,
Maurizio Macrì; el diputado nacional Francisco de Narváez; las senadoras
María Eugenia Estenssoro y Norma Morandini; los periodistas Nelson
Castro, Rosendo Fraga, Magdalena Ruiz Guiñazú, José Ricardo Eliaschev y
Luis Majul. También estuvieron el científico Alberto Kornblith, el
editor Daniel Divinsky y el creador de la Red Solidaria, Juan Carr,
quienes recibieron un Premio a la Inteligencia. Estas son las palabras
que pronuncié al retirar el mío:
Agradezco de corazón este
reconocimiento de una editorial cuya idea del periodismo es antagónica a
la mía. Esta disidencia no impidió que el CELS llevara una causa contra
Noticias al Sistema Interamericano de Derechos Humanos o defendiera
ante la Justicia una asignación transparente de la publicidad oficial.
Fuente:DiarioregistradoNo debería sorprender. Ya Voltaire definió la libertad de expresión como
un derecho de aquellos con quienes no estamos de acuerdo y la Corte
Suprema de los Estados Unidos extendió su tutela a expresiones odiosas o
repugnantes.
Evoco esta noche a mis compañeros de la Agencia Clandestina de Noticias
ANCLA, creada por Rodolfo Walsh cuando la última dictadura suprimió
junto a la libertad de expresión los derechos a la vida y a la libertad.
No me olvido de los periodistas detenidos sin orden judicial ni estado de sitio durante el primer gobierno de la democracia.
Recuerdo los proyectos para aumentar penas y crear nuevos delitos de
opinión, los juicios contra periodistas y la sugerencia de aplicarnos la
libertad del palo, del presidente que me querelló y me llamó terrorista
de la pluma.
Tampoco olvido los asesinatos mafiosos de José Luis Cabezas y Adams Ledezma.
Es menos conocido que en diciembre de 2001 un gobierno moribundo intentó
prohibir la televisación de las protestas masivas contra sus políticas y
de la represión criminal que causó cuatro decenas de muertos.
Mi primera denuncia ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos,
hace ahora veinte años, derivó en la derogación del desacato. Entonces
comenzaron las querellas por calumnias e injurias. La causa de Eduardo
Kimel, patrocinada por el CELS ante la Comisión y la Corte
Interamericanas de Derechos Humanos, condujo en 2010 a la
despenalización de esos delitos en casos de interés público.
También fuimos fundadores de la Coalición por una Radiodifusión
Democrática, que inspiró la ley audiovisual vigente, que afirma la
diversidad de voces reclamada por la Unesco. El relator para la libertad
de expresión de las Naciones Unidas la exaltó como modelo.
La libertad de expresión es un derecho de todos los ciudadanos. Por eso,
en 2003 rechazamos un proyecto del presidente interino, que lo reducía a
fuero privilegiado de nuestro gremio, aberración corregida por la
actual presidente en 2010 al promulgar la ley de despenalización.
En el momento de mayor libertad conocida en nuestro país, los
periodistas debemos acostumbrarnos a que otros practiquen ese derecho
sobre nosotros, sin ofendernos ni hacernos los perseguidos. La libertad
también se ejerce tolerando que otros hagan lo que a nosotros tanto nos
gusta hacer.
Al informar sobre el acto, la edición electrónica del diario Perfil
ignoró por completo mis palabras, y en su lugar publicó opiniones de
algunos de los asistentes. El semanario Noticias, de la misma editorial
las publicó con un avieso recorte: omitió mi referencia a Rodolfo Walsh y
la supresión de los derechos a la libertad y a la vida durante la
dictadura militar; la orden de censurar la televisación de la represión a
las movilizaciones de diciembre de 2001; la caracterización de la
libertad de expresión como un derecho de todos y no un fuero
privilegiado de los periodistas y el rol de la actual presidente en la
despenalización de las calumnias e injurias en casos de interés público.
Pese a dedicarle al tema la tapa y once páginas, con el exceso de once
fotos mías, Noticias censuró en el reportaje que me realizó Silvio
Santamarina las referencias que hice a la recuperación de la dignidad
presidencial frente a los poderes fácticos, militares, eclesiásticos,
económicos y mediáticos por parte de Néstor Kirchner y Cristina
Fernández. El lector tampoco se enteró de que contrasté la
despenalización, que en la Argentina permite la impunidad para cualquier
crítica o incluso insulto a las autoridades, con las leyes y fallos
judiciales restrictivos en países afines como Venezuela y Ecuador.
Hubiera preferido menos premios y más respeto, hacia mí y hacia el
público.