Señales de una condena segura a Cristina en el polémico juicio Vialidad. El proceso atravesado por sospechas de parcialidad, y que CFK calificó de "pelotón de fusilamiento", tendrá su sentencia el martes. El caso Boico, ejemplo de doble vara del Poder Judicial. Por: Néstor Espósito (Tiempo Argentino). Las señales que provienen del Tribunal Oral Federal número dos sobre la Causa Vialidad parecen confluir en un único atisbo de certeza: el martes próximo Cristina Fernández de Kirchner será, con alto grado de probabilidad, una vicepresidenta condenada. En qué puede derivar esa hipotética situación es una incógnita que comienza a generar preocupación en términos institucionales.
El «pelotón de fusilamiento» –tal como ella lo definió– habrá disparado
sus previsibles municiones y la repercusión mediática estará asegurada a
través de los habituales canales de difusión. La duda que aún persiste
es por cuáles de los delitos que se le imputan será condenada. Y esa
respuesta sólo la tienen, hoy, los jueces Rodrigo Giménez Uriburu, Jorge
Gorini y Andrés Basso.
De los tres, Giménez Uriburu aparece como el
más radicalizado. Su presencia en el tribunal es la más cuestionada por
los imputados, por sus intervenciones como futbolista en un equipo
amateur (también integrado por el fiscal Diego Luciani y por el
camarista federal Mariano Llorens) que jugaba en las canchas de la
quinta del ex presidente Mauricio Macri. Giménez Uriburu rechazó la
recusación por esa situación y fue respaldado por sus pares y por la
Cámara de Casación con un argumento técnico: esa equívoca situación
deportiva no está contemplada en la ley como causal de recusación. Según
ese criterio, nada ocurrió que generara un temor de parcialidad entre
los acusados. Así lo sostuvieron como jueces de sí mismos y sin que
siquiera les corriera un pequeño escozor por las espaldas.
Sin
embargo, el viernes la Cámara Federal apartó al juez Roberto Boico en
una causa denunciada por el fiscal Carlos Stornelli en el contexto de la
diluida acusación por las actividades ilegales del falso abogado
Marcelo D’Alessio. Cuando aún no era camarista y trabajaba como abogado
particular que defendía –entre otros clientes– a exfuncionarios del
gobierno 2003 – 2015, Boico opinó en un reportaje sobre la renuencia de
Stornelli a presentarse al llamado a indagatoria que le había formulado
el por entonces juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla.
«Que no
se presente a tribunales es un papelón institucional y yo creo que por
una cuestión institucional debería dar un paso al costado. La situación
de Stornelli para mí ya no tiene vuelta atrás», dijo el abogado Boico.
Stornelli lo recusó y el juez Eduardo Farah, después de que se lo
ordenara la Cámara Federal de Casación, lo apartó del expediente. «A los
fines de receptar favorablemente la concurrencia de temor de
parcialidad, basta con observar que exista una preocupación legítima
desde la óptica de las partes», sostuvo el fallo. Es decir que según esa
interpretación legal (las leyes dicen lo que los jueces quieren que
digan), basta con una «preocupación legítima» de un imputado que genere
un «temor de parcialidad» para apartar a un juez. Tiene lógica que
Stornelli tema que la misma persona que como abogado se pronunció en su
contra tenga como juez un preconcepto sobre él.
La contradicción
radica en que ese concepto aplica para Boico, que en el pasado defendió a
kirchneristas, pero no para Giménez Uriburu, que en la actualidad juzga
(y se apresta acaso a condenar) a kirchneristas. ¿Qué es lo que no se
entiende?
A falta de un tribunal que lo apartara, Giménez Uriburu
bien pudo haberse excusado, por propia voluntad, de seguir
interviniendo. Ante el temor de parcialidad generado por su cercanía
fotografiada con el principal rival político de la vicepresidenta, a
quien está juzgando, pudo haberse corrido del escenario para despejar
cualquier duda sobre la legitimidad y ecuanimidad del fallo que se
conocerá el martes. No ocurrió.
El juez Basso también parece
encaminado a la condena. Y Gorini, el menos proclive al fusilamiento,
aparece en una suerte de disyuntiva entre una disidencia (total o
parcial) o el acompañamiento a sus colegas.
Las miradas periféricas
apuntan a las terminales políticas y de poder de cada uno de los jueces.
Y a la actitud desafiante de Cristina Fernández de Kirchner, que no
registra antecedentes en juicios de esta naturaleza. Lo hizo hasta en
las «últimas palabras». Tampoco está claro si los jueces aplicarán la
figura de la asociación ilícita. Hasta hace algunos días parecía
descartada esa hipótesis, pero en las últimas horas reapareció. Uno de
los abogados de un imputado poco conocido en comparación con Cristina
Fernández de Kirchner o Julio De Vido asegura que la condena «será por
todo». Las defensas coinciden en que «no hay forma de condenar por
asociación ilícita» pero temen que los jueces igualmente lo hagan. «Si
eso pasa yo tendré graves problemas psicológicos. No concibo nada más
injusto que una condena a mi defendido. Si lo condenan deberé
replantearme la vocación que me llevó a ser abogado», se sinceró un
defensor con sus colegas. Otro, que no tiene defendidos en este juicio
pero conoce a fondo los entresijos de Comodoro Py, sostiene que todavía
no está resuelto y que el voto clave es el del juez Basso.
Las
especulaciones también se centran en los años de cárcel que dispondrá la
eventual condena. Entre cinco y seis, pronostican para la
vicepresidenta. ¿Es una pena leve, en comparación con los 12 años que
pidió el fiscal? Error: las defensas no están dispuestas a conformarse
con ninguna condena.
El martes sólo se conocerá el veredicto. Los
jueces disponen de 40 días hábiles para dar a conocer los fundamentos,
que de tal manera quedarán para más adelante, probablemente febrero o
marzo de 2023; difícilmente antes.