En España ganó la derecha, pero a la izquierda le alcanza para seguir en el poder. La noticia de este domingo es que el PP recuperó votos y que la ultraderecha de Vox perdió presencia. Si Sánchez logra apoyos en todos los partidos nacionalistas regionales puede aspirar a quedarse en La Moncloa. Por: Alberto López Girondon @algirondo Desde algo así como la mitad del escrutinio, el resultado que cuenta, es decir, el de las bancas que consigue cada partido político, se había clavado en 136 para el PP y 122 para el PSOE.
Los otros dos contendientes en esta crucial elección española, la
ultraderecha de Vox y la izquierda con Sumar, se habían estacionado en
33 y 31 escaños respectivamente, con lo que ninguno de los dos espacios
que compitieron este 23 de Julio por un lugar en La Moncloa podían armar
gobierno sin ayuda de otras agrupaciones. Por eso todos los medios
hispanos -algo que es costumbre en los sistemas parlamentarios- ponían
junto al recuento de votos de urna una Calculadora de Pactos, es decir,
cómo se podrían acomodar los melones en este viaje escarpado hacia una
nueva gestión en España. Y de ninguna manera esa cuenta daba los 176
necesarios para decirle al rey Felipe VI “acá está el nuevo jefe de
estado elegido por el Congreso” y que el monarca le dé el ritual de
aceptación correspondiente. Lo que va quedando claro en esta elección es
que el socialismo recuperó dos bancas mientras que el Partido Popular
logró 47 más, toda una proeza. Con todo lo que trinó Vox, esta vez
perdió 19 diputados, que obviamente pasaron a la derecha menos
bullanguera. Encontraron allí mayor cobijo seguramente los conservadores
tradicionales que con un espacio que se había convertido en una amenaza
por su discurso demasiado corrido al neofranquismo. Lo que no implica
que se hayan ido al centro político, solo quizás que están más cómodos
con la figura de Alberto Núñez Feijóo que con la del díscolo Santiago
Abascal. De hecho, este resultado es un triunfo personal del ex
presidente de la Xunta de Galicia, que apostó el año pasado a sacar del
medio al anodino Pablo Casado para volver a poner al PP en carrera. Con
el riesgo de quedar fuera del gobierno luego de una jugada a todo o nada
como las que lo caracterizan, también puede decirse que Pedro Sánchez
tuvo un avance. El PSOE vuelve a dar pelea y su apuesta de forzar a la
unidad de las izquierdas le dio finalmente un espaldarazo a Yolanda
Díaz, su ministra de Trabajo, que en rigor de verdad le puso otro clavo,
quizás el último, al ataúd de Podemos.
En números estrictos, con el
98% de los votos computados, el PP supera al PSOE por casi 282.000
sufragios, (32,9% a 31,8%) mientras que Vox obtuvo unos 38.000 más que
la joven agrupación de Díaz (12,4% a 12,3%). Este jueves se le
agregarían a estos datos el resultado de los votos en el exterior,
aunque es difícil determinar si cambiaría demasiado este panorama. En
definitiva, el PP (Feijóo) podría llegar a 169 escaños si se une con
Vox, lo más probable ya que lo hizo en los distritos que ganó el 28 de
mayo en las autonómicas. El PSOE (Sánchez) obtendría 171 votos
legislativos si como se descuenta, además de Sumar tiene el respaldo de
Esquerra Republicana de Catalunya (7 bancas) Junts, (7) los partidos
vascos Bildu (6) y PNV (5) y el nacionalismo gallego (BNG 1). Es decir
que no le alcanza a ninguno para ganar en votos absolutos en la primera
rueda . De no haber acuerdo en esa votación, habrá otra donde se gana
con mayoría simple, es decir, triunfa el que tiene más votos favorables
que en contra. En esta la centroizquierda tendría ventaja. Pero eso en
una suma algebraica. En política todo depende de como se acomoden las
demandas de los pequeños partidos que en definitiva tienen el verdadero
poder en circunstancias como semejantes. Porque el PNV apoyaría a
Sánchez sin ser de izquierda precisamente, solo porque Feijóo con
Abascal corren el cerco hacia el centralismo del estado nacional. Lo
mismo ocurre con Junts, habida cuenta del descalabro durante la gestión
de Mariano Rajoy con el independentismo catalán.
Si no hay modo de
formar gobierno, el rey deberá determinar un nuevo cierre del Congreso y
convocar nuevamente a elecciones. Ya pasó en 2019.