En un marco de extrema fragilidad cambiaria, rodeado por el Fondo
Monetario y por la red de financistas y grupos económicos
desestabilizadores, el plan de pagos liderado por el ministro de
Economía, Sergio Massa, ha derivado en un evento inédito: el FMI ha
ingresado en un proceso donde en un momento no lejano dejará el
privilegio de ser el prestamista de última instancia de países con
problemas y endeudados.
Es un acontecimiento extraordinario que puede
definirse como el inicio del cierre de una etapa que nació con el
Acuerdo Bretton Woods, en la salida de la Segunda Guerra Mundial, que
diseñó una estructura financiera internacional de Occidente dominante,
siendo sus pilares el FMI y el Banco Mundial.
Conseguir líneas
crediticias puente del Banco de Desarrollo Latinoamericano, más conocido
como CAF, la habilitación del segundo tramo del swap de monedas con
China y el préstamo de Qatar han sido vías alternativas de
financiamiento. Estas permitieron eludir en parte la miopía de una
tecnoburocracia incapaz de incorporar a sus arcaicos esquemas analíticos
la lenta y persistente transformación de las relaciones de poder
global, iniciada a comienzos de este siglo.
La obscenidad del FMI de jugar con las elecciones PASO
Para
el cortísimo plazo de la economía argentina, acorralada por las
urgencias financieras y además en un proceso electoral que empieza a
transitar las etapas más intensas, esta transformación estructural de
las finanzas globales no modificará la situación de emergencia cambiaria
ni las condicionalidades del Fondo Monetario.
Sin embargo, haber
obtenido financiamiento alternativo para cumplir con vencimientos de
capital e intereses de la deuda con el Fondo, resulta un antecedente
importante para diseñar en un futuro próximo una estrategia para sacarse
de encima a esta entidad internacional.
La posición que ha tomado la
conducción del FMI, la secretaría del Tesoro de la administración
Biden, un grupo de directores de países potencias y el grupo de técnicos
dedicados a la Argentina ha sido obscena. Más allá de discursos y
buenas intenciones de Kristalina Georgieva y Gina Gopinath para
flexibilizar exigencias de la burocracia, no hay antecedentes de
acuerdos con el país en el cual se alcanza coincidencias sobre metas y
medidas –que además se empiezan a aplicar (dólar agro e impuesto a
importaciones)- y se posterga el desembolso de los dólares
comprometidos.
El comienzo del período de vacaciones del personal es
una excusa oportuna para prometer la entrega de los 7500 millones de
dólares para después de las elecciones PASO. Es una decisión que juega
con el resultado de los comicios y mientras continúan con el monitoreo
diario del cumplimiento del acuerdo, lo que deja un espacio de
incertidumbre y eventual arbitrariedad de los auditores.
Con Macri, el FMI fue rápido y servicial al proyecto político de la derecha
Se
sabe que cuando existe decisión política de instrumentar en forma
rápida cada una de las instancias de un acuerdo no hay demoras. En esta
oportunidad no la hubo a diferencia de la respuesta que tuvo el FMI con
el gobierno de Macri.
Después de haber otorgado el crédito más
elevado de toda su historia, al sumar 50 mil millones de dólares,
informado por Mauricio Macri el 20 de junio de 2018 (el Día de la
Bandera, en otra burla de la derecha al concepto de soberanía política y
económica), el plan fracasó en tiempo record en menos de dos meses. Se
acordó también en tiempo record uno nuevo a principios de septiembre
elevando además el monto del préstamo a 57 mil millones de dólares.
En
este caso no hubo mayores exigencias, por el contrario se aliviaron
algunas, y se incrementaron los desembolsos que rápidamente se giraron
al Banco Central, para que la irresponsable gestión macrista dilapidara a
una velocidad increíble al facilitar de este modo la fuga de capitales.
Ayer
y hoy, los acuerdos con el FMI son políticos y, con el saldo de una y
otra negociación, queda claro que prefieren gobiernos de derecha que
firman la receta recesiva clásica sin ningún tipo de cuestionamientos.
Ahora el Fondo quería arrojar la economía a una hiperinflación
En
estos días se conoció un acuerdo técnico en el marco de la quinta y
sexta revisión, denominado Staff Level Agreement. Se informó que entre
el 17 y el 21 de agosto lo aprobaría el directorio del Fondo Monetario
Internacional.
En esta instancia se concretaría el desembolso de 7500
millones de dólares, de los cuales parte se utilizarán para cancelar
las líneas de emergencia de la CAF y Qatar.
El otro desembolso fue
pactado para noviembre, mes en el que ya estará definido quién será el
nuevo Presidente, en otra muestra del posicionamiento político del FMI
de no aliviar en nada el actual cuadro financiero-cambiario.
El pacto
definido por Massa es el mal menor de un vínculo que es muy perturbador
de la estabilidad económica, social y política. Sólo permite alejar la
incertidumbre sobre los pagos al FMI a pocas semanas de elecciones
cruciales.
El aspecto más importante de la negociación de Massa y su
equipo fue rechazar el pedido de los técnicos del FMI de una fuerte
devaluación, exigencia que comenzó con un ajuste del 100 por ciento,
luego pasó al 30 por ciento y finalmente al 15 por ciento. Cada una de
estas opciones arrojaba la economía a un shock inflacionario de
diferente intensidad, según el porcentaje de la devaluación.
¿Quiénes
pueden proponer duplicar el tipo de cambio oficial sin considerar que,
en una economía bimonetaria y elevada inflación mensual, el desenlace
será una hiperinflación? Economistas del FMI, y también de Juntos por el
Cambio.
Además exigen un ajuste fiscal sin considerar el inmenso costo que implica la sequía para las cuentas públicas.
La tasa de interés que cobra el FMI es carísima
El
periodista de derecha admirado por algunas corrientes progresistas y de
izquierda escribió en La Nación que la tasa de interés que cobra el FMI
es de 3,0 por ciento anual y, por lo tanto, es la más conveniente. No
es cierto este dato, como otros que expone habitualmente. Pero acá lo
importante es precisar el costo del crédito del FMI.
En la página
correspondiente del FMI se informa que la tasa básica de DEG (Derechos
Especiales de Giro, la unidad de cuenta del organismo) es de 4,033 por
ciento. Es la misma que cobrará Qatar. Sube al 5,033 por ciento como
rate of charge.
Esta tasa no es la que en definitiva cobra el FMI a
la Argentina. Es más elevada porque aplica una sobretasa al crédito
original entregado al gobierno de Macri y luego refinanciado por el de
Alberto Fernández.
El cargo adicional se debe a que el préstamo ha
sido desproporcionado a lo que le correspondía al país. Este castigo se
impone a los países que toman una deuda del FMI superior a sus cuotas.
El adicional es de 200 puntos básicos (2 por ciento). O sea, la tasa
efectiva se eleva al 6,033 por ciento.
Pero esto no es todo. Cómo el
préstamo del FMI es de mediano y largo plazo hay un cargo más de 100
puntos básicos (1 por ciento). El saldo de la tasa de interés total es
7,033 por ciento anual, porcentaje que puede seguir subiendo si las
potencias económicas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Europa, Japón y
China) continúan elevando sus propias tasas, porque la del FMI (DEG) se
conforma con los niveles de esas tasas.
En concreto, los
sobrecargos son adicionales que aplica el FMI sobre los préstamos que
otorga con criterios de tiempo y nivel. Es decir, son cobros que se
añaden a las tasas de interés regulares cuando el tamaño del crédito y
su tiempo de devolución superan umbrales determinados por el Fondo. Es
así que funcionan como tasas de penalización a los países que tienen
grandes préstamos con el FMI y no se devuelven en un plazo relativamente
corto. La primera vez que se introdujeron fue en 1997 junto a la
creación del Servicio de Complementación de Reservas (SCR).
Como
se explicó, la estructura de sobrecargos consiste en un cargo adicional
de 200 puntos básicos sobre el saldo de la deuda pendiente de pago
cuando supera el 187,5 por ciento de la cuota y de 300 puntos básicos si
la deuda se mantiene por encima del 187,5 por ciento de la cuota
después de 36 meses
El costo del crédito del FMI entonces no es
el 3,0 por ciento, sino que hoy alcanza un mínimo del 7,0 y puede ser
más elevado. La política crediticia del Fondo entonces es regresiva y
procíclica, puesto que afecta más a los países que se encuentran en un
contexto adverso y va en contra del objetivo de promover la estabilidad
financiera mundial.
La burocracia del FMI no quiere que le hablen de los sobrecargos
En
la gestión económica de Martín Guzmán, el gobierno de Alberto Fernández
reclamó en varios foros internacionales la eliminación de la sobretasa
de interés. Tuvo varios éxitos diplomáticos hasta en el foro del G20
–donde participan los países dominantes del Fondo-, cuyo último
documento instaba al FMI a revisarlos. Cosa que hizo informalmente el
directorio del organismo rechazando el pedido.
En los primeros
contactos de Massa como ministro en el FMI hubo algunos interlocutores
clave de la entidad que le aconsejaron que abandonara este reclamo si
aspiraba a que la burocracia de la entidad tuviera un poco de
consideración a sus pedidos.
Estos recursos adicionales mejoran
sustancialmente el presupuesto del Fondo, lo que implica mejores
condiciones laborales y de ingresos para los miembros de esta
institución. Este es el principal motivo de la resistencia de la
burocracia a eliminar los sobrecargos.
Daniela Berdeja Ruiz,
analista de Latindadd, escribió el artículo ¿Qué son los sobrecargos del
FMI y por qué representan un obstáculo adicional a la recuperación
económica? Explica que el objetivo de los sobrecargos está supuestamente
relacionado con la reducción del riesgo asociado a créditos de países
con necesidades de liquidez de corto plazo.
El argumento detrás
de ello es que los sobrecargos, por un lado, restringen la demanda de
financiamiento del FMI y, por otro, incentiva un reembolso temprano del
préstamo. Al mismo tiempo, se convierte en una fuente de ingresos para
el FMI destinados a acumular sus saldos patrimoniales.
Berdeja
Ruiz señala que, en realidad, los sobrecargos elevan el costo del
endeudamiento para los países que ya enfrentan problemas de balanza de
pagos y liquidez. Pero esta política genera presiones adicionales sobre
las finanzas públicas al obstaculizar la recuperación económica.
Los
sobrecargos representaron para 2020, el año de la peor crisis económica
del último siglo, el 32 por ciento de los ingresos operacionales del
FMI, y para 2021 y 2022 significarán el 44 y el 45 por ciento,
respectivamente.
Esta situación provoca que los países de ingreso
medio terminen asumiendo una proporción excesiva de los costos de
funcionamiento del Fondo. Actualmente, 14 países están sujetos a la
política de sobrecargos, de los cuales Argentina, Egipto y Ecuador son
los países con mayores costos. Según un reciente análisis del
especialista Daniel Munevar de Eurodad, del total de sobrecargos que se
pagarán al FMI entre 2021 y 2028, el 51,6 por ciento corresponden a
Argentina, el 18,9 por ciento a Egipto y el 11,8 por ciento a Ecuador.
Es un monstruo grande que pisa fuerte
Los
créditos de Fracasos Múltiples Internacionales (FMI) no son baratos.
Puede ser que por ignorancia muchos hayan repetido y sigan insistiendo
sobre la bondad financiera de contar con su asistencia en comparación
con otros endeudamientos. También puede ser que por especulación
ideológica otros falseen el verdadero costo de estos préstamos. En fin,
puede ser, en realidad, que la intensa influencia que ha tenido el Fondo
en la vida cotidiana doméstica haya tenido éxito y haya logrado que la
mayoría piense que se trata de una organización filantrópica que va por
el mundo regalando dólares a países con problemas.
Para no
abundar en malos entendidos, los créditos del FMI no son baratos ni en
términos de tasa de interés en función de los plazos de repago ni en los
costos económicos asociados por recibirlos.
La tasa y sobretasa
de interés que cobra el FMI es diferente a la de un título público u
otro crédito bilateral o de organismos multilaterales. Son como esos
contratos con letra chica que concentra una serie de condiciones
leoninas para el deudor.
El costo de un crédito del Fondo no es
sólo la tasa de interés, sino que se debe adicionar la serie de
condicionalidades que va imponiendo para entregar los dólares.
Si
se evalúan las devastadoras consecuencias económicas y sociales que
tienen sus recetas (devaluación, flexibilización laboral, reforma
previsional, apertura y privatización), la tasa de interés implícita de
esos préstamos resulta elevadísima.
La estrategia de emergencia
de Massa para pagar al FMI (CAF, yuanes y Qatar) puede llegar a ser una
consistente más adelante para confirmar que el Fondo dejó de ser un
prestamista de última instancia confiable y, en especial, para sacarse
de encima una organización que cobra tasas muy altas y además condiciona
a la economía con programas desestabilizadores.