Nuevos ataques cambiemitas a sindicatos y derechos laborales. Vaticinios de los consultores, polarización acotada. Milei, comparado con otros terceros. Los ejes de Massa para la campaña. Saga de la interna entre Bullrich y Rodríguez Larreta, la sensación térmica, los apoyos. El ausentismo, un dato clave.Por Mario Wainfeld (Fuente: NA) Falta una semana para las Primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). Por fin. Las campañas continuarán hasta el estricto momento de la veda.
El exministro (degradado a Secretario) de Trabajo Dante Sica rompió
lanzas contra la ultraactividad de los convenios colectivos o sea
propone su eutanasia. ¿No será demasiado en los días finales cuando el
programa anti laboral de Patricia Bullrich es reconocido y re-conocido?
¿No sería más práctico centrear un cachito desde la pared derecha? Quién
sabe… La Confederación General del Trabajo (CGT) cantará retruco:
apoyará al candidato-ministro Sergio Massa en un acto de cierre. Los
sindicatos y el grueso de los movimientos sociales se alinean en Unión
por la Patria (UxP), ejercen la defensa propia. Los cambiemitas vienen
por ellos y más aún por sus bases, dispuestos a demoler o dinamitar las
instituciones laborales que sobreviven. Los halcones son pro dinamita,
las palomas pro demolición.La dirigencia cegetista estará en pleno, en
general perduran décadas en los gremios pero les cuesta fidelizar los
votos de sus representados en comicios nacionales. Un clásico que se
remonta a 1983 y que afectó incluso a Saúl Ubaldini, el más popular y
querido de los gremialistas en los últimos cuarenta años. Las cúpulas de
las organizaciones sociales tampoco traccionan a sus bases hasta el
cuarto oscuro. Son representativas en otras ligas, en el espacio
público.
Las encuestas serán sometidas al microscopio el día después.
La crema de la casta las encargó y garpó con munificencia, les dispensó
crédito, los sondeos fueron brújula. Ahora mismo un sentido común
compartido atraviesa los comandos de campaña. En una de esas entre Massa
y Juan Grabois UxP superarán el 30 por ciento. Algo más u otro tanto
cosecharían los dos lemas de Juntos por el Cambio (JxC). En conjunto,
rondan dos tercios del padrón votante, guarismo inferior a los
acumulados de 2015 y 2019. El diputado Javier Milei, presagian los
oráculos consultores, rozaría el 20 por ciento. Meses atrás se le
adjudicaba un tercio o el 30 por ciento, una barbaridad. Circa veinte
sería un montón para un tercero en discordia, ojo. Massa como
presidenciable lo excedió apenas en 2015 (21,39 por ciento).
Posiblemente incidió para la victoria de Mauricio Macri en segunda
vuelta. Otro tercero famoso, el exsuperministro Domingo atravesó por
poco la valla de dos dígitos, 10,23 por ciento en 1999 durante el clímax
de su carrera.
Ningún otro aspirante llegaría a dos dígitos, nadie o
pocos a cinco puntos porcentuales, habrá quien no supere el umbral del
1,5 de las PASO; condición necesaria para estar en octubre. La tele
perderá animadores vistosos, en una de esas.
Una sombra terrible hace
tendencia en los quinchos, en las tertulias de café, en las redes, en
los medios. La apatía, la desafección, la bronca, modos blandos de
anomia, explican por qué mermó la participación en las elecciones
provinciales.
Un dato contundente signa la competencia. No serán de
la partida la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el
expresidente Mauricio Macri, el actual Alberto Fernández. Los
mandatarios que gobernaron la Argentina sucesivamente desde 2007 hasta
el 10 de diciembre. Un viraje rotundo cuyo alcance y proyección futuros
desconocemos, inimaginado hace dos años o hace uno.
Los bastones: La
tentativa de homicidio contra Cristina y la aberrante sentencia en su
contra en la causa Vialidad ahondaron la degradación del sistema
político. La pandemia trastocó la vida de la gente común. Quedan fuera
de las narrativas de campaña por causas diferentes, acumulables.
En
diciembre Cristina anunció que no sería candidata a nada. Siempre
cumplió con esas promesas, sus contrincantes ningunearon el compromiso y
muchos de sus seguidores supusieron que lo revisaría.
La referencia
al “bastón de mariscal” se verbalizó en 2023 aunque latía en el aire
desde el año pasado. Entre los peronistas, solo Massa cargaba el bastón
en su mochila. Desde el preciso momento en que bregó para ser ministro
lo venía lustrando aunque alegaba que no sería candidato. Hacía camino
al andar, mirando de reojo a Alberto Fernández cuyas perspectivas se
angostaban día tras día.
Massa arriba a las PASO porque tuvo la
voluntad, porque sus compañeros en las boletas lo imaginan el más
competitivo, hipótesis que él comparte. El consultor Antoní Gutiérrez
Rubí prescribe en sus instructivos para compañeros candidatos reglas de
oro, habituales y coyunturales. Las habituales, sensatas: unificar el
discurso, coordinar presentaciones en el enloquecedor plano mediático.
“Sergio agarró una papa caliente, trabaja 7x24, toma decisiones,
resuelve problemas que se heredaron de la administración Macri”.
Operativamente buscar a los desencantados, recuperar su favor.
Entre los novedosos, pedir disculpas por lo que se hizo mal, por lo que falta.
En
tinta limón, para pescar fuera del estanque propio, Massa necesita
convencer de que no es Alberto Fernández, ni Héctor Cámpora en 1973. La
polarización conlleva algo de un River-Boca. El Superclásico tiene que
ganarse, en la base propia prevalece el paladín con más chances, “cueste
lo que cueste” claman las hinchadas.
Juan Grabois agrega diversidad a
la interna, camina con fervor, se hace conocer. Hasta acá la campaña
PASO es interesante, no autodestructiva, hay contenidos. Más
inteligente, pinta más constructiva que los cuatro años previos en la
coalición oficialista y en el gobierno. La disputa deja margen para una
crítica testimonial a quien se prejuzga ganador claro.
En las tiendas
peronistas se aspira a que “Sergio” sea el candidato más votado en las
PASO. Este cronista intuye que dicho lauro se sobrevalora: es menos
relevante que la suma de votos para UxP y en particular que la distancia
con el ganador de la interna cambiemita. Deja constancia, sabe que está
en minoría.
Macri fue, Patricia quiere, Larreta ¿qué? Carlos Menem
consiguió la reelección, amagó con la re-re y se lanzó por la tercera en
2003… recién entonces cayó su estrella electoral. Cristina sucedió a
Néstor Kirchner y enhebró doblete en 2011. Raúl Alfonsín, Fernando de la
Rúa y ahora Alberto F. perdieron plafón (y millones de votos) durante
su mandato, no consiguieron otra chance. Macri se postuló cuatro años
atrás y fue batido. Se suponía que pasaría a retiro. Que la FIFA, el
bridge, la reposera, la buena vida… Nobleza obliga, supo combinar el
ocio con la voluntad política. Se sostuvo, remó. Fantaseó con un retorno
jamás consumado en esta etapa democrática. Intervino en la interna,
quiso conducir al PRO. Quedó en el camino porque arrancó malherido,
gravitó bastante.
El Jefe de Gobierno Rodríguez Larreta revistaba
entre quienes lo daban por retirado. Lo consideraba caprichoso,
malcriado, poco habituado al llano. Nunca lo gritaría pero lo susurraba
en paliques con los grandes empresarios. HRL midió mal a su ex jefe,
proyectaba un sendero factible hacia la Casa Rosada. Entre 2020 y 2021
todo parecía funcionar: se acercó al presidente y le dio esquinazo con
oportunismo y astucia. Se probaba la banda presidencial, tomaba
lecciones de economía política, comenzaban sus errores. Almorzó la cena a
la hora del desayuno. En paralelo, Patricia Bullrich vislumbraba su
momento.
La contienda entrambos es larga, desgastante para la
ortodoxia de campaña. Bullrich convenció a iniciados y profanos, a
amarillos o multicolores que le atribuyen voluntad, coraje, “lo que hay
que tener”. Si las elecciones se ganaran con la sensación térmica de las
campañas Patricia ya eliminó a Horacio. Impuso el ritmo, el nivel
sonoro, corrió la agenda a la derecha. El calculador serial precisó
deconstruirse, el amante de la evidencia y los medios tonos llegó a
bailar la chacarera expresando deprimente ausencia de swing.
Los
sondeos, sin unanimidad, designan como favorita a Bullrich. Larreta
conserva fortalezas que lo esperanzan. Un armado territorial cuidadoso,
con apoyos radicales que pueden buscar votantes. La hipotética
subsistencia de minorías silenciosas, hartas de gritos y de furia,
anhelantes de gobernabilidad.
Bullrich tuvo en mira al Milei
rampante, que podía morderle a un conjunto de electores desolados,
rabiosos, con odios mezclados anti K, antipolítica, anti planeros. Usted
dirá que eso es cualquiera, un manual facho. Tiene razón. Bullrich
encaja en el rol, lo desempeña confortable porque armoniza con su forma
de ser. Gobernar es arrasar, allanar el camino, prescindir de lo que
estorba, sean pobres o peronistas o mapuches o planeros. Se le endilga
injustamente el remoto pasado setentista: una era diferente, signada por
la violencia. Es más serio y más preciso recordar que lleva en la
mochila los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. En ambos
casos premeditando los operativos, construyendo el relato previo,
aplaudiendo y encubriendo después. En el homicidio de Nahuel, dando la
orden para reprimir con balas de plomo, en el de Maldonado otorgando
carta blanca a los gendarmes. El curriculum la jerarquiza en la escala
de valores de demasiados ciudadanos, en quantum preciso se medirá cuando
se recuenten votos.
Engolosinada, tropezó con su lengua, pronunció
insensateces, desnudó ignorancia en materia económica. “Todo o nada”,
arriesgó. El auditorio de millones de personas no encuadradas quizá mida
las consecuencias de apoyarla… habrá que ver.
Las Primarias, las
nacionales se ganan con votos. Las imágenes y la sensación térmica
influyen solo y nada menos que en parte. La realidad es dialéctica,
compleja. Nada es certero en las vísperas. Muchos argentinos mudarán de
parecer en la semana que viene, acaso unos cuantos definan el mismo
domingo si van a las escuelas a votar.
Jingles, eliminados
prematuros, anhelos: Los jingles de campaña tejen universos paralelos a
la campaña. Otro mundo, divertido. La minoría politizada disfruta y
disecciona, consume la rica producción inventada en redes o en
streaming. La gente de a pie pispea, mira de reojo. El efecto general es
más entretenido que la campaña dendeveras. Si las primarias se ganaran
con jingles, el exsecretario Guillermo Moreno ocuparía la pole position.
Los
cargos se dirimen en octubre, la primera etapa condicionará las
siguientes no solo por las eliminaciones. Ya acontecieron algunas, para
un librito Guiness. El influencer Roberto García Moritán excluyó al
exministro Ricardo López Murphy con estratagemas partidocráticas. LM se
pegó a Bullrich, más como perrito faldero que como bull dog. Mangaba la
candidatura a vicepresidente. Bullrich calculó que valía más un radical
ignoto, le prometió a Murphy un cargo en el gabinete nacional. Pagos
diferidos, mala moneda en política, dudoso el cobro.
En el finde,
Bullrich y Larreta acuerdan que esperarán los resultados juntos, en el
mal llamado bunker. Una convivencia indigesta, desaconsejable. ¿Se
gritarán los goles en la cara? Saldrán unidos a anunciar que todo pasó.
Habrá que ver si no hay votantes que vuelan hacia otros rumbos. Porque
la que vota es la gente común sumando de a uno.
.¿Qué votarían los
ausentes? Lindo primer verso para un poema sobre la participación
masiva, virtud-emblema de las votaciones nacionales que está de capa
caída. Sacudir la modorra, motivar a hacer valer los intereses propios,
tendría que ser el desafío para cualquier candidato con ansias de
vencer.
El 13 de agosto cesarán las agorerías de las vísperas, el
escrutinio las corroborará o desmentirá. La gente votando es creativa,
sorprende, emite mensajes colectivos, impacta en la realidad, la
sumatoria de sufragios es tangible. Ojalá concurran muchos, como suele y
como debe ocurrir.
mwainfeld@pagina12.com.ar