En la primera vuelta el candidato con más votos fue Sergio Massa y los
dos grandes perdedores fueron Javier Milei y Patricia Bullrich. Esta
conocida descripción del saldo de los comicios del 22 de octubre pasado
ha sido explicada y analizada desde muchos aspectos. En casi todas estas
evaluaciones no se menciona o se minimiza el otro gran derrotado: el
denominado Círculo Rojo, el poder económico que tiene su máxima
expresión en la Asociación Empresaria Argentina, cuya conducción es
liderada por Héctor Magnetto, del Grupo Clarín, Paolo Rocca, de Techint,
y Luis Pagani, de Arcor.
Otro derrotado fue el auditor jefe de Argentina del Fondo Monetario Internacional Rodrigo Valdés.
La
apuesta indisimulable que tenían era que las urnas entregara,
finalmente, el sueño húmedo del establishment: debacle humillante del
peronismo y el hundimiento hasta la extinción del kirchnerismo. La
jugada les salió muy mal. Ganó el peronismo y el kirchnerismo se
fortaleció en la Provincia de Buenos Aires con la reelección de Axel
Kicillof y con varias intendencias en manos de la demonizada La Cámpora.
El mapa del poder político que no querían
Derrota
política tan contundente del poder económico era impensada hace algunos
meses. Los representantes del gran capital estaban seguros de que la
oposición política con Horacio Rodríguez Larreta caminaba tranquila para
ganar las elecciones presidenciales. Más aún con variables
macroeconómicas horribles y con una interna potente en el oficialismo.
Larreta
quedó fuera del tablero luego de las PASO y Bullrich pasó a ser la
preferida. Salió tercera en la primera vuelta electoral. El mapa del
poder político que emergió de estas elecciones es muy distinto al que
planeaban.
Tan fuerte fue la jugada que, como hace mucho no sucedía,
financiaron el diseño de un plan integral con un equipo económico
completo de más de 70 miembros liderado por Carlos Melconian. Forzaron
el reemplazo de los economistas que acompañaban a Bullrich por el grupo
de técnicos de Melconian.
La base de operaciones fue la Fundación
Mediterránea, cuyas empresas socias no ocultaron el favoritismo por
Bullrich. En la presentación de Melconian como futuro ministro de
Economía había en el escenario una pantalla por la cual circulaban sin
disimulo los logos de las compañías inversoras del proyecto económico.
Los cientos de papeles del programa económico, que con lágrimas en los
ojos Melconian le mostró a Alejandro Fantino con temor a que quedaran en
la nada, serán símbolo de la frustración del poder económico para este
momento político.
Un capítulo aparte es el accionar de Mauricio Macri
para boicotear la candidata preferida del poder económico, además del
estallido del escándalo de los audios de Melconian. En el mundo
empresarial no tienen pruebas pero sí convicción de dónde vinieron estas
conversaciones privadas espiadas. La posterior alianza con Javier Milei
les ratifica las sospechas. El periodista Pablo Ibáñez publicó en su
cuenta el siguiente tuit: "Sin ironía ni chicana, es increíble que esté
instalado –y naturalizado-, al menos en el micromundo de la política y
el periodismo, que toda acción de Macri que involucra a terceros está
sostenida en algún carpetazo".
El poder del dinero se equivocó
En
más de una oportunidad, en estas páginas se destacó que los empresarios
de grandes compañías son excelentes en hacer crecer sus negocios y
acrecentar fortunas. A la vez se observó que una cosa es saber ganar
muchísimo dinero, lograr estatus social y éxito empresarial, y otra muy
diferente tener capacidades analíticas y reflexivas acerca de cómo
funciona la macroeconómica, qué implican los inmensos desafíos políticos
para el desarrollo con inclusión social y poder identificar cuáles son
las tendencias económicas mundiales.
La elegida del poder económico
fue Patricia Bullrich, cuya característica principal de su discurso
económico era el vacío conceptual, el cual completaba con eslóganes que
encantan en el mundo empresarial y mediático.
La superficialidad de
esta adhesión no es responsabilidad de una persona con escasos recursos
intelectuales quien se presentaba como una dirigente política con
ambiciones de poder, sino de la vulgaridad que manifiesta gran parte de
los hombres de negocios para pensar la cuestión política, económica y
sociolaboral. Con la preferencia por este tipo de figuras políticas,
puede ser Bullrich o Milei, ratifican prejuicios e ideas que sólo se
sostienen por el poder del dinero y en no pocos casos con la soberbia de
la ignorancia.
El sector privado es clave para el desarrollo. ¿Quién dice que no lo es?
La
expresión de esta vocación de intervenir en un espacio que les debería
ser ajeno, o sea en el armado de un plan económico, quedó al descubierto
en el documento difundido por AEA. Grupo fundado en mayo de 2002, en un
momento político y económico crítico por el estallido de la
convertibilidad. No hay gerentes ni lobistas contratados en
representación de los titulares de las empresas. Están ellos
participando en forma personal en la vida interna de la entidad.
La
elaboración y posterior distribución pública de los lineamientos de un
programa económico de 14 páginas refleja la importancia que el poder
económico le dedicaba a estas elecciones. Fue la primera vez desde su
conformación que expone en forma abierta el pliego de condiciones y la
preferencia electoral por la oposición política.
Desde el título se
revela el desvarío que tienen acerca del cuadro de situación político y
económico del país. "El sector privado es clave para el desarrollo" se
presenta el texto, afirmación que puede llevar a la confusión acerca de
que existen fuerzas políticas que piensen lo contrario.
El mensaje se
interpreta en que el peronismo/kirchnerismo está en contra del mundo
empresarial, constituyendo así en el desvío más notable de la
cosmovisión exhibido por los hombres más ricos de la Argentina. El odio a
Cristina es más fuerte que la reflexión desapasionada.
No ha habido
antes ni ahora ninguna política económica que desdeñara el papel de las
empresas en el desarrollo. La controversia en todo caso se encuentra en
el débil hasta ausente compromiso de los grandes empresarios de
participar en un proyecto de desarrollo nacional como parte de un
destino común.
Las anteojeras ideológicas impiden ver cuál es el sendero del desarrollo
El
primer párrafo del documento es fabuloso por lo que dice acerca de cómo
los empresarios más destacados del país por la magnitud de sus
compañías se piensan así mismos y al resto de la sociedad:
"A cuatro
décadas de la recuperación de la democracia y en un año en el que se
celebran las elecciones de autoridades políticas que dirigirán los
destinos del país, la Asociación Empresaria Argentina (AEA) quiere
compartir con la sociedad su convicción más profunda: que el desarrollo
económico y social de la Argentina depende de que puedan movilizarse
plenamente las potencialidades y energías del sector privado".
Investigaciones
nacionales e internacionales que bucean en modelos de desarrollo
económico capitalista parten de la necesidad básica de un sector
empresarial dinámico e innovador con un Estado planificador y orientador
de las fuerzas productivas.
El poder económico argentino en cambio
está convencido de que la mejor estrategia de desarrollo es con un
Estado mínimo. Además de que no aparecen razones para considerar que
ellos puedan tener algo que ver con el atraso relativo de la economía
argentina. Está seguro de que el Estado o fuerzas políticas (el
peronismo/kirchnerismo) son responsables del estancamiento. Ellos se
consideran víctimas del deterioro general, piensan que aportan más de lo
que reciben, algunos se sienten incomprendidos y otros que no son
suficientemente valorados por la sociedad.
Un aspecto poco analizado
de la forma de intervención del poder económico en la vida política
cotidiana es que, por anteojeras ideológicas y por un profundo rechazo
al peronismo, terminan alentando posiciones antidemocráticas.
El
respaldo a Bullrich, quien sin pudor publicitaba que votarla serviría
para sepultar, hacer desaparecer, aniquilar al kirchnerismo, consigna
que ahora incorporó Milei en su alianza desesperada con Macri, es una
manifestación que está reñida con las normas básicas de convivencia
democrática.
Los dueños de empresas agrupados en AEA se quejan de que
no puedan movilizar todo su potencial pero son partícipes activos de
abonar una grieta tóxica que, precisamente, actúa como un freno al
desarrollo.
El peronismo/kirchnerismo fue, es y será capitalista
Pese
a que han pasado varias décadas de peronismo y que los intentos de
borrarlo del mapa político han sido fallidos, siendo el último en estas
elecciones, se mantienen debates estériles. La calificación de
“anticapitalista” al kirchenrismo es una de las más disparatadas. Esta
idea está instalada en el mundo de los negocios, concepción alimentada
por el ejército de economistas de la city en sus habituales rondas
semanales con los hombres de empresas.
Por este motivo apuestan por
candidatos que consideran "promercado". Esto ignora que el capitalismo
se ha consolidado como sistema mundial producto de una correlación de
fuerzas que pudo consagrar la supremacía del capital. Por ese motivo la
discusión sobre el carácter no-capitalista del peronismo resulta un
dislate. No se puede ser algo que hoy no existe. Este cuestionamiento
oculta, en realidad, la disputa por la hegemonía política del proceso
económico.
En forma esquemática, a nivel académico y de
investigadores de desarrollo económico prevalecen dos corrientes de
pensamiento acerca del papel de los empresarios argentinos. La primera
plantea que no existe una burguesía schumpeteriana (innovadora y
creativa) debido a su carácter rentístico, lo que le impide liderar un
proceso de acumulación basado en la inversión en capital físico y
humano. La otra sostiene que la existencia de una clase empresarial
lobista no sería por las marcas intrínsecas de la burguesía local, sino
consecuencia de políticas económicas erróneas resultado del régimen
mercado-internista surgido tras la crisis del ’30.
Pese a las
marcadas diferencias hay algo que unifica ambos enfoques: la profunda
desconfianza hacia toda forma de interacción entre el Estado y la clase
empresarial, ya que cuando ese vínculo existe usualmente es para generar
beneficios hacia un sector limitado de la sociedad a costa del resto.
El privado no puede crecer sin un Estado activo
La
evidencia empírica a nivel internacional muestra que el origen y
desarrollo de las burguesías nacionales están íntimamente ligadas al
Estado, al proteccionismo y al favoritismo sectorial, a contramano del
postulado político levantado por los dueños de empresas de AEA.
En
los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo, las conductas
antisociales de las empresas han estado contenidas por una estructura
institucional que ha evitado que las estrategias anticompetitivas
predominaran en el largo plazo sobre las estrategias basadas en la
competencia shumpeteriana. O, al menos, ha hecho que los intercambios de
favores derramaran sobre la sociedad beneficios en términos de
crecimiento económico, empleo, inversiones en infraestructura.
Para
evitar malos entendidos, los grandes empresarios argentinos no se
diferencian genéticamente o culturalmente de sus colegas de otros
países. Lo que ha fallado es el marco institucional (el Estado) que
contuviera sus conductas, más aún cuando ellos se han ocupado de
socavarlo. Lo hacen combatiendo la necesidad de contar con un Estado que
fije reglas claras, coherentes y con capacidad de disciplinar, al menos
de negociar en relativa igualdad de condiciones con el sector privado.
En
estos días, el poder económico no está en condiciones de reflexionar
sobre este tema en profundidad ni evaluar la responsabilidad que tiene
en el crítico panorama económico. Están lamiendo las heridas de una
derrota política dolorosa por inesperada.