Al rato, se dio una vuelta por el edificio de la Prefectura. El
objetivo era claro: marcarle la cancha a Bullrich para dejarle en claro
que ella es la abanderada de la familia uniformada. En los cuarteles de
Milei en el Hotel Libertador se viven horas frenéticas: nombres que
entran y salen de los casilleros del equipo que deberá acompañar al
economista desde el 10 de diciembre. Villarruel está lejos de ese
frenesí libertario, pero disputa su propia interna. Horas después de que
desde la LLA dieran por confirmado el regreso de Bullrich al que fue su
bastión durante la presidencia de Mauricio Macri, Villarruel apareció
en la sede central de la PFA. La visita –por lo que hizo trascender la
número dos de Milei– distó de ser improvisada: hubo uniformes de gala y
hasta tocó la banda policial. Todas fueron sonrisas entre Villarruel y
los agentes de la PFA.
A la salida, la abogada se plantó ante una
cámara de TN y confesó que no había tenido contacto con Bullrich en las
últimas horas. El dato no es menor porque muestra que Villarruel no
participa de la repartija de cargos entre Milei y los aliados de Macri, y
que esa exclusión llega a las áreas que a ella más le interesan:
seguridad, defensa e inteligencia. “Por supuesto voy a tomar contacto
con cada una de las fuerzas federales y de las Fuerzas Armadas más allá
de quienes sean los ministros designados por el presidente Milei”,
advirtió Villarruel, que no pudo evitar poner cara larga cuando le
consultaron si se había contactado con Bullrich, a quien desde LLA
habían acusado de ser una “montonera asesina” durante la campaña hacia
la primera vuelta presidencial.
Todo el poder a las fuerzas
La
pulseada entre Villarruel y Bullrich parece pasar por quién será la
abanderada de las fuerzas. Durante su gestión al frente del Ministerio
de Seguridad, Bullrich hizo gala de la solidaridad corporativa.
Transformó a Luis Chocobar –un policía municipal que mató por la espalda
a un pibe que había asaltado a un turista en La Boca– en un ejemplo a
seguir. Cuando estaba desaparecido Santiago Maldonado, salió a decir que
no pensaba tirar a un gendarme por la ventana. Ese discurso le rindió
sus frutos: cuando se terminó el gobierno de Macri, la Gendarmería le
regaló un sable con esa frase grabada.
Villarruel no necesita hacer
demasiados esfuerzos: es una de las hijas dilectas de la familia
militar. Hija de un teniente coronel que reivindicaba haber luchado
contra la subversión tanto en el ámbito urbano como rural, sobrina de
otro oficial de Ejército y nieta de un reconocido historiador de la
Marina, Villarruel se movió toda su vida entre uniformes. Desde hace, al
menos, dos décadas milita en organizaciones afines a quienes actuaron
durante la dictadura. Fue un aliado de Bullrich –el exsecretario de
Derechos Humanos Claudio Avruj– quien paradójicamente le dio el envión
para que pasara de esa militancia por la “memoria completa” a la
política grande al situarla como una interlocutora válida para discutir
qué había pasado en los años ‘70 en la Argentina.