Duro comunicado de la Iglesia católica: “La comida no puede ser una variable de ajuste” En su primera declaración pública desde la asunción de Milei, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal advirtió sobre la gravedad de la situación social: asegura que “el pan de cada día es un clamor de justicia” y señala que es necesario anticiparse para que no se profundice la crisis alimentaria. En indirecta respuesta a la ministra de Capital Humano los obispos piden que se continúe con la asistencia y aporte a los espacios comunitarios y colectivos, mientras se realizan auditorías- Por: Washington Uranga
A través de una declaración que lleva la firma de la Comisión Ejecutiva
de la Conferencia Episcopal, que preside el obispo Oscar Ojea, los
obispos católicos argentinos reconocen que “en el trato pastoral con la
gente sencilla, hemos aprendido que: ‘un plato de comida no se le niega a
nadie’ ” señalan que “en nuestra patria nadie debería pasar hambre, ya
que es una tierra bendita de pan” y advierten que, “sin embargo, hoy, a
cientos de miles de familias se les hace cada vez más difícil
alimentarse bien”. Se trata de la primera declaración pública de la
jerarquía católica desde la asunción presidencial de Javier Milei, se
concreta pocos días del anunciado encuentro del presidente con el Papa
Francisco en el Vaticano y revela la preocupación que existe en los
niveles de dirigencia de la Iglesia por la situación social que enfrenta
el país.
El documento está encabezado por la frase bíblica “Tuve
hambre y me diste de comer.” (Mt. 25, 35) y los obispos recuerdan que
Tobías, en el Antiguo Testamento, nos enseña: “No apartes tu rostro del
pobre”. En su análisis la Comisión Ejecutiva afirma que “la inflación
desde hace años crece día a día y pega fuertemente en el precio de los
alimentos” y ello “lo siente claramente la clase media trabajadora, los
jubilados y aquellos que no ven crecer sus salarios” y “en todo el
universo de la economía popular, donde prácticamente se trabaja sin
derechos”. Pensemos –pide el episcopado- en “los vendedores ambulantes,
los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los
ladrilleros, los costureros, los que realizan distintas tareas de
cuidado y de servicio”. Por eso, señalan, “ante este escenario de
trabajo sacrificado y de bajos ingresos, las familias se privan de
muchas cosas”, porque, a modo de ejemplo, “una mamá puede privarse de
tomar un colectivo y camina para ahorrar, pero de ninguna manera puede
no darle de comer a sus hijos”. Por lo tanto, subrayan los obispos, “la
comida no puede ser una variable de ajuste”.
La declaración
eclesiástica sigue al reciente pronunciamiento de la ministra de Capital
Humano, Sandra Pettovello, sobre la forma en que el gobierno intentará
dar respuesta a las demandas de alimentos de forma individual pero sin
tener en cuenta a las organizaciones y los movimientos sociales. Sin
hacer ninguna referencia específica a la funcionaria los obispos afirman
que “es necesario anticiparse para que esta situación no profundice la
crisis alimentaria” y que “para eso se debe facilitar a las personas,
las comunidades y al pueblo, aquello que se necesite para ayudar a los
más frágiles, especialmente a niños, niñas, adolescentes y adultos
mayores”. Porque, argumentan los obispos retomando palabras del Papa en
una carta enviada a los movimientos sociales en el 2020, “ante una
crisis no son suficientes los paradigmas tecnocráticos, sean
estadocéntricos, sean mercadocéntricos, es necesaria la comunidad”.
En
el mismo sentido la jerarquía católica observa que “el tiempo de la
pandemia nos enseñó el valor de la respuesta comunitaria organizada:
unidos para curar, cuidar y compartir fue la consigna de ese tiempo” en
el que “se multiplicaron así, los comedores en nuestras parroquias, en
las Iglesias evangélicas, entre los movimientos populares, especialmente
en casa de vecinos que prestaron un lugar”, donde -dicen- “las grandes
protagonistas fueron las mujeres”. Siguiendo con la misma línea de
razonamiento los obispos sostienen que en pandemia “cada una se acercó a
la olla pensando no sólo en sus hijos, sino también en los de los de
los vecinos, y así formaron comunidad, así formaron un pueblo que le
hizo frente a un desafío inédito”. Para los obispos católicos “si
queremos trabajar por la paz social, tenemos que reconocer en primer
lugar el valor del otro en cuanto otro, y su aporte al bien común”.
“Esa
reserva está todavía presente, por eso el estado nacional, provincial y
municipal, tienen que aprovecharla para que nadie se quede sin el pan
de cada día” afirma el episcopado. Que agrega al mismo tiempo que “todos
los espacios de cuidado que dan de comer, todos los comedores
comunitarios, de parroquias, Iglesias evangélicas, y de movimientos
populares deben recibir ayuda sin dilación” y advierte que “ningún
sector de los que hoy están actuando, ninguna institución o Iglesia,
podría hacerlo solo” como es evidente ante la complejidad de la crisis.
El
documento episcopal afirma también que “hay programas como el PNUD
(Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) que demostraron
tener un impacto muy positivo, son fácilmente auditables y pueden
aplicarse a todos estos lugares” y, en virtud de ello, “sin interrumpir
la actividad de los espacios que continúan brindando asistencia
alimentaria, se los puede auditar al mismo tiempo para que den cuenta de
su transparencia y de este modo, contribuir a optimizar la ayuda sin
descuidar a nadie”.
“Toda esta comunidad, verdadero ejército de amor y
servicio, está dispuesta a dar de comer ahora porque hace falta, pero
sin renunciar a seguirse poniendo la patria al hombro, para que en
nuestra querida Argentina se haga realidad el sueño de Tierra, Techo, y
Trabajo para cada familia” finaliza diciendo la Comisión Ejecutiva del
episcopado católico, no sin antes recordar que “entre las necesidades
primarias, está el alimento” y “por eso Jesús, se identifica con los
últimos en la fila de la vida, que padecen hambre, y dice: “Tuve hambre y
me diste de comer.” (Mt. 25, 35)”.