La mala educación de Milei, su violencia y su absoluta falta de
escrúpulos pegaron en el centro de la insatisfacción de una zona del
inconsciente colectivo. Una zona cuya latencia es pura oscuridad y
resentimiento. Aunque esa fascinación que sienten los embaucados los
obligue a autopercibirse siempre y bajo cualquier circunstancia como
individuos, ese germen puede provocar desastres. Es precisamente ese
germen lo que pudre al gobierno. Está integrado por personas que solo se
mueven de acuerdo a sus propios intereses. Por eso ningún
anarcocapitalista debería poder competir electoralmente. Su propio credo
avisa que gobernará para romper el Estado y romper la vida humana para
concretar sus propios intereses. Milei “no entiende de política”.
Encubre su ignorancia con el desdén del zorro que desprecia las uvas que
están fuera de su alcance.
Volviendo al principio, la operación de
sentido que hicieron con el pasado reciente es asombrosa y una muestra
del poder infinito de la comunicación concentrada y las redes
articuladas. Estas cosas prenden cuando arrancan de una media verdad.
Nadie debería tener tanto poder. No es una metáfora, es en lo que
siempre creímos, y no basándonos en especulaciones, que tanto poder es
incompatible con la democracia. Esta locura de desasosiego y el riesgo
enorme, grave, descarnado que sufre la patria tiene como uno de sus
pilares esa operación de alteración de la memoria reciente. Lo que
quiero decir no es ideológico, es más bien gástrico y anímico, que como
se sabe tienen mucho que ver entre sí.
Siempre recuerdo, muy seguido,
no sé por qué, los muros de Facebook entre la primera vuelta y el
ballotage del 2015. Eran un desfile infinito de parrillas, los domingos,
exhibidas como muestra de la energía proteica que habíamos acumulado
durante doce años. Las parrillas nunca mienten. Están llenas o vacías.
Como las panzas. Para lo que había sido este país desde que teníamos
memoria, había una fiesta, pero no del modo que la derecha descalifica
la palabra “fiesta” (esa palabra es nuestra, en sentido positivo, en
sentido vital, en la posibilidad de la celebración incluso en días
amargos. La mancha en la palabra “fiesta” es la pieza de adoctrinamiento
más antipopular y procasta posible). Ellos la invisten de pecado, tabú,
desmesura de los pobres diablos cuando aspiran a vivir como seres
humanos. No renunciemos a la fiesta que nos merecemos, porque vivimos
mil veces mejor hace diez años.
Todo eso fue prolijamente condenado
al olvido del habla pública. Los dueños de las cosas se encargaron de
anular ese período en los que millones fueron mirados por la política
por primera vez en sus vidas, taparon la épica y la alegría con
Stornellis, Lucianis, Bruglias, Majules, Viales y siguen las firmas.
Pintaron todo con lodo.
Pero también hay que acordarse de que cuando
todavía pertenecían a los sectores populares esas tiras de asado, esas
colitas de cuadril, los yogures, las computadoras, las escapadas de
finde largo y el orgullo del Arsat entre otras cosas, militamos a
Scioli. La Argentina de los veletas vendepatria tiene que quedar atrás.
Es sobre todo en eso que no podemos ser conservadores de ningún statu
quo. Porque precisamente por gente como Scioli hay una media verdad
sobre estos cuarenta años de democracia que ha permitido una
generalización amnésica. Los tipos que ya sabemos quiénes son, y que al
momento del armado electoral y con el ánimo de sumar, vuelven a
prenderse a la teta peronista. Quien suscribe ha activado en las últimas
elecciones por personas en las que no confiaba, incluyéndolo a Scioli. Y
la fatiga y la decepción son tan grandes, tan dolorosas, que ahora que
la mafia y fascismo se nos han puesto en contra, quiero saber con quién y
para qué voy a luchar. Metámonos los matices en la guantera todos los
que estamos dispuestos a volver a pelear por la independencia económica,
la soberanía económica y la justicia social. Pero no pequemos de
entrada tropezando por milésima vez con la misma piedra. Es por esta
clase de políticos profesionales y caretas que fracasamos. Son los que
le dan la razón a la falacia de Milei.