Desde hace ya bastante tiempo, el presidente Javier Milei quiere
instrumentar una idea: que la inflación, la devaluación mensual y la
tasa de interés converjan al 2%. He ahí la clave del crawling (ritmo de
depreciación) del BCRA, lanzado en la prehistoria del Gobierno, que
defiende a capa y espada. Lo que debe saber el lector es que el Gobierno
continúa con esta idea. Y que, como señaló ayer el economista Fausto
Spotorno -quien suele escuchar ópera con Milei los fines de semana-,
existe una idea superadora, o algo así, que incluye, por estas horas, la
negativa a devaluar. Es decir que, en el corto plazo, habrá más de lo
mismo. Esto es, más recesión, más ajuste en el gasto público y más
presión para que sea esta maniobra la que contribuya a bajar -aún más-
los precios de la economía.
La fórmula que esconde Luis Caputo: ¿cuál es el plan a seguir?
Para
que se comprenda, lo que busca la Casa Rosada es un sendero de
desinflación cueste lo que cueste. La no-devaluación es una medida
necesaria en ese sentido, aunque la brecha se amplíe y los dólares
financieros comiencen a tener su propia aventura separados del tipo de
cambio oficial. Y para ello, bueno, el Gobierno está dispuesto a darlo
todo, es decir, a generar la peor recesión de la historia... ¿de la
humanidad?
Pero aquí no termina la película. Hay un detalle aún más
importante. ¿Por qué el Gobierno querría tratar de alcanzar, por
ejemplo, el un uno por ciento de inflación mensual sin tocar el tipo de
cambio? ¿No acumularía acaso un retraso en el tipo de cambio formidable
si no toca el dólar?
La explicación se ha dejado escuchar en las
reuniones que mantuvo el ministro Luis Toto Caputo con gobernadores. La
idea es básica: bajar la inflación a niveles muy bajos, y
potencialmente, desde ahí, unificar el tipo de cambio. Se pregunta Luis
Caputo en forma retórica: ¿cuánto podría ser el salto inflacionario de
una unificación cambiaria con levantamiento del cepo si, mientras tanto,
la economía entra en una depresión fatal y la inflación previa roza el
1%?
Así se entiende la no-devaluación que promociona el Gobierno.
Busca generar expectativas de baja en los indicadores de inflación
porque entiende que eso debe existir antes de unificar.
En el
Gobierno piensan que, en plena depresión económica y con una inflación
de arranque por debajo del 1% mensual, el salto en los precios generado
por la unificación cambiaria no sería tan grave. Para ello necesita que
el IPC siga en baja hasta ese nivel. Está dispuesto a acumular
desequilibrios en otras variables, pero no quiere entregar ese
indicador, la inflación, cuyo colateral es, ni más ni menos, que la
popularidad del presidente. Piensa el presidente Milei que lo más
importante que debe resguardar es su promesa desinflacionaria, y que el
resto no importa demasiado, por lo menos a su electorado.
La condición necesaria para "soltar" el cepo cambiario
Esta
es la clave de la pulseada que tiene lugar por estas horas. El Gobierno
está convencido que puede inducir a una recesión aún más profunda vía
un ajuste adicional del gasto, que logre bajar los precios a niveles más
bajos aún. Con ese “piso” garantizado, y ubicándose en el subsuelo
mismo de la serie estadística del IPC, planea sondear la posibilidad de
“soltar” los controles, unificar el tipo de cambio, y que éste busque el
nivel que pongan la oferta y la demanda, tal como le está pidiendo el
FMI y el ex asesor estrella Domingo Cavallo.
Huelga decir que la
unificación cambiaria tendría como contrapartida ¿anticipada? un
desembolso del FMI, los famosos u$s 10.000 millones y que, de esa forma,
la entidad podría intervenir de ser necesario, aunque la idea es que el
tipo de cambio busque un nuevo nivel, obviamente más alto que el
actual. A la vez, se bajaría al menos diez puntos porcentuales del
impuesto PAIS y se acomodaría la tasa de interés para hacerla positiva
en términos reales.
Por último, y porque es parte de este entramado
de fe que despliega el Gobierno por estas horas entre sus acólitos, el
presidente Milei también necesita convencer a los bancos. Por esa razón,
en la conferencia del viernes, el ministro pensó que sería bueno
anunciar lo que pensaba hacer con la deuda del BCRA. Mientras Orlando
Ferreres le ponía la etiqueta de “una especie de Plan Bonex”, lo
concreto es que el Gobierno analiza por estas horas avanzar en el mismo
sentido que anunció. Entienden que sería una maniobra que garantizaría, a
ojos del mercado, el compromiso de realizar un mayor ajuste aún en el
gasto, al tiempo que le desataría las manos al BCRA para colocar la tasa
de interés en niveles acordes para liberar el cepo cambiario y
unificar. Claro está que antes deberá despejar la pregunta sobre la
fortaleza de las arcas públicas para pagar esa deuda que se acumula.
Hay
dudas sobre la migración del stock remanente de pasivos remunerados del
Banco Central a deuda del Tesoro. Son $15 billones de pases pasivos.
Mañana está pensado que sea el día para dar a conocer las normativas
para la creación de las letras de regulación monetaria. Según consigna
Ámbito, distintas fuentes privadas calcularon que el Tesoro necesitará
hacer un ajuste adicional de entre $600.000 millones y $800.000 millones
al mes para afrontar esos intereses. Aunque si, como se piensa, se suba
la tasa de interés, ese ajuste será mayor.