Por Ignacio Fidanza. ¿Es posible construir algo serio si no hablamos en serio? El ex presidente manda a sus senadores a votar un aumento de las jubilaciones que sus diputados rechazaron y luego celebra cuando el actual presidente lo veta. No está claro si es una presión o hace cualquier cosa. Los trolls del asesor del presidente tratan al ex presidente de corrupto y después de que apoya el veto no saben si tienen que seguir pegándole, felicitarlo o hacerse los boludos. Que les sale bien. La diputada oficialista visita en la cárcel a Astiz y posa en el medio de genocidas como si fueran los campeones de la Champions League, con la misma sonrisa que exhibe para sacarse selfies con patitos en la cabeza.
La oposición arma una comisión para investigarla y en la primera
reunión la diputada denuncia a sus compañeros de bloque que la
acompañaron en la excursión al terrorismo de Estado. El asesor del
Presidente se juega la vida en la partida de los 100 mil millones de
fondos reservados, pero cuando los diputados se disponen a tratarlos, se
va a esquiar. El Presidente se juega el superávit en el aumento a los
jubilados, pero cuando los senadores se deciden a votarlo, nadie del
gobierno los llama. El jefe de Gabinete prefiere recibir a embajadores y
el gobierno no tiene ministro del Interior. Default político de un
presidente que extiende el laissez faire a la única materia que ni a
Adam Smith se le ocurrió dejar suelta. El peronismo un día celebra el
caos del gobierno de Milei y al siguiente festeja como los libertarios
ningunean a Macri. Pero sigue sin hacer autocrítica por su fracaso
económico, ni aceptar públicamente que el déficit y la inflación son
malos. El partido de poder de la Argentina sirve para aglutinar a la
oposición, pero no es alternativa de gobierno por falta de propuesta y
equipo económico. Se queman todos los papeles en la Argentina Manaos,
pero hay un denominador común: la berretización generalizada que impide
tener una conversación seria. El Gordo Dan, El Trumpista, Snake y una
larga sucesión de personajes de comic clase B, debaten de igual a igual
-y por momentos desde arriba- con ex presidentes, senadores y
gobernadores. Milei publica ilustraciones suyas hiperrealistas en las
que aparece como un león musculoso que gobierna la nueva Roma, pero los
presidentes de la región lo ningunean al extremo de ni siquiera
recibirlo. Nunca pasó.
Extraño Imperio que no manda sobre nadie y no
tiene plata para pagar el sueldo de sus militares o el asfalto de sus
rutas. Roma se hizo desde las rutas.
Y así nos encaminamos a una
espléndida bifurcación: la mitad de los economistas que apoyan el actual
modelo dicen que si no devalúan explota todo y la otra mitad dice que
si devalúan explota todo. La conclusión es obvia. No hay reservas, en lo
que va del año la deuda externa sumó 70 mil millones de dólares, la
pobreza supera el 50 por ciento largo, la industria y la construcción
están en el fondo del mar. No hay inversión pública en nada. El
superávit es en realidad deuda con eléctricas, gasíferas, cajas de
jubilaciones provinciales y coparticipación de la Ciudad, pero Toto
Caputo está para el premio Nobel. Y ahora vamos marchando sin pensar a
un sistema de boleta única que el peronismo quiere porque sin líder
nacional se repliega sobre los territorios y el gobierno acepta porque
está preso de su discurso contra la casta. Entonces, sin enganche, es
probable que La Libertad Avanza haga pésimas elecciones locales y otra
vez tengamos un Presidente sin sistema, que es lo que estamos viviendo.
El peronismo ganó la elección en primera vuelta, pero el segundo y el
tercero se juntaron para el ballotage y tenemos a un presidente que sacó
56 por ciento de los votos, pero no llega a los 40 diputados ni a los
10 senadores. El costo de eso lo vimos en estos días, de muchos trolls y
pocas nueces. El peronista Juan Manuel Olmos propone eliminar el
ballotage y que en todo caso si ningún candidato gana en primera vuelta,
los legisladores electos funcionen como colegio electoral para formar
gobierno, así el presidente que surja tiene una mínima gobernabilidad,
que es la fibra que tocó Macri encadenando apenas dos votaciones contra
Milei. "Es una idea, puede haber otra, pero ya no queda gente con ganas
de hablar en serio en la Argentina", se lamenta Olmos.
La idea
entonces de un presidente que trabaje cada día y debata ideas con
paciencia y rigor, que no insulte, que no tenga un ejército rentado de
injuriadores profesionales, que tenga un gabinete que gestione todas las
áreas del Estado en base a metas objetivas y con sensibilidad social,
asoma como revolucionaria.
Pero claro, detrás de toda esta distorsión
evidente de la política, emerge la voluntad de una mayoría de vivir en
una Argentina capitalista, de un orden en base al mérito y el trabajo.
Un deseo que cuando vemos viejos vicios en los nuevos actores
libertarios y hasta viejos actores con viejos vicios reciclados en el
poder, el interrogante que surge ante la impostura es si la Argentina
está preparada para una nueva desilusión. O dicho de otra manera: ¿Es
posible construir algo serio si no hablamos en serio?