Clemente, junto a Bartolo, nacieron con el retorno del Gral. Perón a la
Patria, 1973. Bartolo era el motorman melanco de un “trangüei” volador
rebosante de alegría por el posible regreso de aquellos días felices del
primer y segundo gobierno peronista.
Este 8 de mayo de un 2012, a Clemente no le produce miedo, no lo
angustia la certera posibilidad que el lápiz que le dio vida ahora ya no
quiera trabajar más. Sabes que sus trazos están en las mentes de todos
los argentinos, de los latinoamericanos, de asiáticos, árabes y
africanos. A Clemente ya nadie le podrá quitar la dicha de presentar, de
abrazarse y cantar junto a su hermano de Camerún, al de Japón, o el
chino, o brasileño, esos maravillosos Clementes universales que no
hacían distingo de razas, credos o religión; cantar juntos dentro de esa
alegría que suele brindar la pasión “fulbolera”; sentimiento bellamente
humano con olor a barrio, y ese agridulce gusto que deja la pasión
según sea la ocasión.
El compañero Caloi no fue un dibujante cualquiera. Lejos estuvo como
talentoso intelectual que era de dejarse tentar por las luces de lo
académico, ¡No! El negro Caloi se nutria de ese cúmulo de
contradicciones que siempre resulta ser la vida mismas, ¡Y ni que hablar
del Argentino! ¡Del porteño!!! Y se reía. Y trataba de que los demás lo
hicieran junto a él. Por eso el negro era diferente. El Negro olía
exquisitez donde otros más “cultos” y “léidos” descubrían tener el
olfato “atrofiao”. El negro dibuja y le da vida a su pasión enfrentada a
su pasión (él, fanático de River, como Clemente lo es de Boca). Y nada
es casual, o por que sí.
Los que estamos entraditos en años nos acordamos de aquella “guerra” de
consignas en plena dictadura militar, previa al comienzo del mundial
“78”, en la que su personaje Clemente enfrentó decididamente al
periodista sirviente de la dictadura José María Muñoz quien desde Radio
Rivadavia pretendía un mundial “ordenado” y sin “papelitos” en las
canchas para que los extranjeros se llevaran una imagen “civilizada y no
de “barbarie” de la Argentina. Clemente, desde la viñetas de la
contratapa de Clarín alentaba a la muchachada a mostrar la
“barbarie”(¿?) tirando papelitos. Y a la batalla la ganó Clemente.
Me imagino que todo tuvo su razón de ser. Por lo que recuerdo, había
comenzado un año antes en la cancha de Boca. Clemente fue, es y será
fanático de Boca.
Corría el año 1977 y la Junta Militar le armó al Flaco Menotti una serie
de partidos con selecciones europeas a modo de preparación y con vista
al mundial que se realizaría al año siguiente, mini torneo fogoneado por
aquel famoso relator comprometido con el ideario dictatorial y
arengador contra los “anti-argentinos” que denunciaban en el exterior
las atrocidades que cometía la dictadura en nuestro país; periodista que
a voz de cuello enarbolaba la consigna “Los Argentinos somos derechos y
humanos”. En uno de esos partidos debutó Maradona, pero luego Menotti
lo dejo afuera por ser “demasiado chiquilín”.
Lo cierto es que los papelitos aparecieron en la cancha de Boca partido
tras partido. Pero no solo eso; los “chochamus del tablón”, previo a
cada partido, se entretenían volviendo loca a la policía militarizada
que cuidaba el “orden” dentro y fuera del estadio. De una de las
bandejas superiores de la “popu” (la sur) detrás de uno de los arcos se
comenzaba a entonar la primera estrofa de la “marchita… peronista”…, y
los “canas” corrían dentro de la cancha hacia ese sector listos para
reprimir cualquier “desmán político”. Los milicos no se terminaban de
acomodar y desde la bandeja “popu norte”, detrás del arco opuesto se
empezaba a escuchar los estribillos que seguían de la misma marchita; y
la milicada -por orden de sus superiores que mucho no pensaban- salía
corriendo hacia aquel otro sector. Iban de un lado a otro sin saber que
hacer.
El ingenio popular llevado por el intelecto (Clemente nunca tuvo brazos
ni manos) daba sus humildes batallas por la vida y lecciones de
resistencia pacífica poniendo a la barbarie en su justo lugar. Ingenio
popular y “barbarie dictatorial” que la TV se cuidó bien de no mostrar.
Ese y eso fue Clemente; ese y eso fue Caloi.
En “Negro” Caloi fue ese intelectual popular que manejaba dúctil y
sutilmente las variables con las que desde un comic y a través de
tragicómicos personajes él podía desnudar miserias humanas, hipocresías y
vanidades mundanas, rescatando siempre la riqueza de la cultura y el
humor popular, tan distante de lo chabacano, bizarro y pueril, como
próxima a los valores que enaltecen la condición humana. A esos valores
Caloi, a través de su personajes, los encontraba a la vuelta de la
esquina, donde Clemente se encontraba con Dolinades, su filosofo amigo,
ese respetuoso homenaje a su entrañable amigo, tan sobriamente PERONISTA
como él, como lo fue y lo seguirá siendo el compañero Alejandro Dolina.
El humor surrealista fue una de las armas predilectas de su intelecto,
una extraordinaria manera de tirar puntas para realizar catarsis sobre
aquellas circunstancias sobredimensionadas generadora de absurdas
amarguras que a no pocos nos suelen no solo angustiar, sino hasta hacer
agobiante nuestra propia existencia. Esos salvavidas tiraba Caloi desde
sus tiras y personajes.