A su lado, Estela de Carlotto asiente. Las mujeres que desafiaron la
más cruenta dictadura ahora también desafían a un Gobierno que banaliza
los crímenes y las provoca, pero esta vez no están solas. Ese fue el
mensaje que la multitud que caminó por las calles del territorio
argentino dejó al cumplirse 49 años del último golpe de Estado. El
gobierno de La Libertad Avanza (LLA) buscó dominar la agenda en un día
sensible para el pueblo argentino. Primero, difundió un video en el que
monologaba el politólogo Agustín Laje para instalar que en Argentina se
libró una guerra y que hay verdades que no se cuentan. Después, el
vocero Manuel Adorni hizo su aparición para anunciar con bombos y
platillos una desclasificación de archivos –que ya había sido decidida
por un decreto de 2010 de Cristina Fernández de Kirchner– y avisar que
el gobierno presentaría el asesinato de un militar como un caso de lesa
humanidad ante la Comisión Interamericana de Derechos (CIDH). En el
movimiento de derechos humanos tomaron el spot y los anuncios como
provocaciones que no pudieron enturbiar lo importante: que miles de
personas salieron para renovar un compromiso con la memoria, la verdad y
la justicia. En la Plaza, la Madre de Plaza de Mayo Elia Espen repite
lo que dice todos los jueves cuando marcha con la foto de su hijo Hugo
Miedan: que abran todos los archivos del Estado desde 1974 a 1983 para
avanzar con las investigaciones de los responsables de los crímenes más
aberrantes. “Seguimos exigiendo que nos digan dónde están”. Estela de
Carlotto arranca aplausos cuando dice que en los últimos dos meses
encontraron dos nietos y que ya contabilizan 139 restituciones. Ella
levanta el brazo y celebra también. Es la lucha en la que las Abuelas
están desde 1977. Son poquitas. En el escenario solo se encuentran ella y
Buscarita Roa, que llegó del brazo de su nieta Claudia Victoria
Poblete. “La apropiación es una desaparición forzada y hasta tanto no se
conozca la verdadera identidad se sigue cometiendo”, afirma. “El Estado
debe garantizar la restitución de la identidad de los nietos y nietas”,
reclama después de un año de humillaciones por parte de la
administración libertaria: el desmantelamiento de la Comisión Nacional
por el Derecho a la Identidad (Conadi) –el organismo encargado de buscar
a los bebés robados durante la dictadura– y el desfinanciamiento del
Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG).
No son los únicos
organismos mutilados por la motosierra del Presidente: los sitios de
memoria están en riesgo, la Secretaría de Derechos Humanos se reduce a
su mínima expresión y ya no hay quien releve los archivos del Ministerio
de Defensa para aportar a las causas por crímenes contra la humanidad.
A
su turno, el Premio Nóbel Adolfo Pérez Esquivel, referente del Servicio
de Paz y Justicia (Serpaj), denuncia la pobreza, la destrucción de la
salud pública, la entrega de los recursos naturales y el agobio sobre la
educación pública. “La educación del pueblo no se vende, se defiende”,
corean.
La alegría de sentirse rodeados Cecilia De Vincenti es la
hija de Azucena Villaflor, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo
secuestrada en diciembre de 1977 tras una infiltración de Alfredo Astiz.
Cecilia llega al escenario caminando con la bandera que lleva los
rostros de los desaparecidos. Tiene los ojos llenos de lágrimas. “Entrar
a la Plaza con la bandera me emociona. Están los 30.000 con nosotros”,
dice.
Alicia Furman está desde temprano monitoreando que todo salga
como está previsto. Es la hermana de Oscar Furman, que está
desaparecido. Y el 24 de marzo es su cumpleaños. Cuenta, con amargura,
que una compañera le dice: “A vos te robaron un hermano y tu
cumpleaños”. Rápidamente, se repone y agrega: “Yo digo que son miles los
que vienen a saludarme”. Y mira hacia el escenario.
Taty Almeida
espera para subirse a hablar ante los manifestantes. Todos se agolpan
para saludarla dentro del gazebo. A su lado está Vera Jarach, mamá de
Franca Jarach. Sentada al costado está Clara Weinstein, mamá de Mauricio
Weinstein. Con su pañuelo en la cabeza, Clara no esconde su alegría.
“Qué emocionante. Somos pocas las Madres que quedamos, pero qué
felicidad ver a tantos jóvenes que van a seguir con nuestra lucha”, dice
con una sonrisa cálida en el rostro.
Bella Friszman sonríe. Es la
mamá de Nora Friszman y una de las referentes de la Asamblea Permanente
por los Derechos Humanos (APDH). Conversa con Fabián Grillo, el papá de
Pablo, el fotógrafo que fue recibió un disparo con un lanzagases de la
Gendarmería y está grave pero recuperándose en el Hospital Ramos Mejía.
“Hay
tantas cosas por hacer en este momento –dice Bella. Nos preocupan todos
los derechos humanos. Todos estamos agobiados por este gobierno, pero
la gente se anima, se reúne y busca la compañía”.
Graciela Lois
camina por detrás del escenario. Va y viene. “La marcha fue
multitudinaria. La unidad que se logró se reflejó en la gente. Y también
está claro que cuando no se aplica el protocolo de Patricia Bullrich la
gente puede manifestarse en paz”, evalúa.
Osvaldo Barros,
sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) e integrante
de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), también está más
que satisfecho después de la convocatoria unificada de la mesa de
organismos y de la mayoría de las organizaciones que integran el
Encuentro Memoria Verdad y Justicia (EMVJ) –algo que no se veía desde
2006. “Es un éxito este acto unitario. Fue difícil, pero lo logramos. Es
un avance importante para luchar contra Milei”, se entusiasma.
Mabel
Careaga está convencida de que cuando el pueblo arranca a caminar no
hay forma de pararlo. “Es una multitud de gente repudiando el golpe de
Estado y caminando por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Estamos
luchando por defender los derechos adquiridos y que este gobierno se los
está llevando puestos”.
Eduardo Tavani, de la APDH, y Adriana
Taboada, de la Comisión Zona Norte, se abren paso. “Estamos muy
contentos”, dicen. “Marchamos contra los que reivindican el terrorismo
de Estado y hambrean al pueblo”, dice él. “Marchamos con nuestros 30.000
compañeros. Y miramos de frente al gobierno”, acota ella.
El
exsecretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla marchó desde la
exESMA hasta Plaza de Mayo. No parece cansado. Y está esperanzado por la
cantidad de gente en las calles. “Re bien”, comenta.
La legisladora
Victoria Montenegro va de un lado hacia el otro. “Esto es multitudinario
–dice apurada. Es un ejercicio de memoria con sus máximas referentes,
las Madres y las Abuelas”.
Siempre presentes
Taty Almeida suele
decir que, más allá de las sillas y los bastones, las "locas" siguen de
pie. Y así lo demuestran ella y sus compañeras. Este 24 hubo ausencias
en la Plaza. Entre otras, la de Norita Cortiñas y Lita Boitano, que
fallecieron el año pasado.
Frente al escenario, cuelga un pasacalles
de la Confederación General del Trabajo (CGT). “Unidad de los
trabajadores por paz, pan, tierra, techo y trabajo”, dice. Más modesta,
una pancarta de color verde tiene la foto de Norita –que mira a sus
compañeras de lucha.
–Estamos demostrando con los hechos, no con las
palabras, que un pueblo unido jamás será vencido –dice Taty. Y en el
escenario festejan. Se sienten abrazados a pesar de la política oficial
de agobio y agravio.
Y, como siempre, la presidenta de Madres Línea
Fundadora, grita: ¡30000 detenidos-desaparecidos! ¡Presentes! Y todos
levantan sus manos –sus dedos en V o sus puños– como una forma de decir
que ahí, en esa Plaza, siempre es jueves y siempre se camina con ellas
hasta tener verdad y justicia.