"Relax", fue la palabra que le repitieron una y otra vez. "Hacemos esto
dos o tres veces por mes y nunca ocurre nada". Eso lo señaló este
sábado el jefe de cocina del buque MV Ceci que aún permanece amarrado en
el puerto de Vicentin, a 20 kilómetros de Rosario. Se trata de Jonathan
Caputero, un hombre de algo más de 50 años que aceptó, a propuesta de
su defensor oficial en la Justicia Federal de Rosario, convertirse en
imputado colaborador, a fin de proporcionar información sobre lo
ocurrido a cambio de una atenuación de la pena en expectativa. Caputero
confesó su rol bajo juramento y reserva de identidad, con las cargas de
un testigo, lo que le implicará una pena de hasta diez años de prisión
si se comprueba que su declaración es falsa. Lo que señaló es que
personas de la organización que gestiona contrabandos habituales desde
los puertos del Gran Rosario lo contrataron para que posibilitara el
ingreso de la carga y la colocara en un lugar seguro en el buque. El
arrepentido declaró el sábado a la tarde con el consejo de su defensor
federal Ramiro Dillon, en una audiencia de formalización frente a los
fiscales federales Claudio Kishimoto y Matías Álvarez. Afirmó que la
droga encontrada el pasado miércoles 30 de abril en 15 bultos de poco
más de 30 kilos cada uno no subió en San Lorenzo sino en una rada al
lado de Montevideo, en cuyo puerto atracó tras una travesía desde
Emiratos Árabes, acercada desde lanchones en la madrugada.
La Justicia cree que los 470 kilos de cocaína del puerto de Vicentín son un indicio de tráfico habitual
Según
dijo, sus contactos le plantearon que en el puerto de Vicentin en San
Lorenzo se completaría un segundo embarque de droga acercado por la
misma organización. Pero el cocinero esta vez, preocupado ya por la
magnitud de la primera carga, que era de casi media tonelada, se negó a
ser el enlace para que una nueva subiera a la cubierta.
Allí según
refirió el cocinero en la audiencia apareció una vez más el intento de
persuasión de los contrabandistas. "El filipino hablaba en inglés. La
palabra que más le repitieron, que él dijo una y otra vez, fue 'relax'.
Le decían que no tenía que preocuparse porque embarques como estos en
San Lorenzo se hacen continuamente, con una frecuencia de dos o tres
veces al mes, sin ser detectados", le dijo a LPO alguien que siguió
directamente el trámite.
Los 15 bultos cargados con cocaína pura
descubiertos en un buque de tripulación filipina en el puerto de
Vicentín, San Lorenzo. Los fiscales del caso tienen el teléfono
secuestrado del jefe de cocina. Allí aparecen mensajes intercambiados
con un número del contacto que, según dijo, le facilitó la carga en
Montevideo. Se trata de la misma organización que tiene una pata en San
Lorenzo donde, repitió el arrepentido bajo juramento, debía recibir un
segundo embarque. El hombre que ahora está bajo un procedimiento
reservado reside en Manila, donde tiene esposa e hijos. Según fuentes
judiciales es de condición humilde, como la mayoría de las tripulaciones
integradas por filipinos, que se emplean en los cargos más bajos de la
marina mercante. Llegó a la audiencia con ropa modesta, como comprada en
feria, y con una elocuente expresión de temor. "Con verle la apariencia
queda muy claro que esta es una persona a la que recurrió la
organización y no parte de la organización. A lo sumo es tropero, no
contrabandista", indicó una fuente calificada del caso. El filipino
hablaba en inglés. La palabra que más le repitieron, que él dijo una y
otra vez, fue 'relax'. Le decían que no tenía que preocuparse porque
embarques como estos en San Lorenzo se hacen continuamente, con una
frecuencia de dos o tres veces al mes, sin ser detectados
Los
fiscales tienen ahora el cometido de seguir los trazos hacia los
organizadores del voluminoso contrabando para lo cual están disponibles
las pistas de los mensajes. El hecho de que los 16 bultos hayan sido
cargados en el trayecto de ida en Montevideo es algo que les suena muy
poco fiable a los investigadores. Resulta algo inverosímil que un buque
cargue droga en el primer puerto para luego remontar el río, donde puede
encontrar controles fluviales de seguridad, para deshacer la vía
fluvial corriente abajo. Y finalmente llegar a Montevideo donde la hoja
de navegación marcaba que el barco debía detenerse una vez más a cargar
arroz a granel.
Los indicios de un cargamento sospechoso los ofreció
el capitán del barco al abrir un refrigerador de carne preparado para la
travesía que tenía por delante la tripulación que debía cargar 46 mil
toneladas de pellets de girasol. Debajo de una partida de 100 kilos de
carne vacuna al capitán le pareció advertir una sustancia extraña entre
esos bultos y dio aviso al práctico argentino del buque. Este reportó lo
ocurrido a Juan Lafontana, encargado de la UIF Rosario, que avisó al
fiscal Kishimoto. La inspección de personal de Aduana-Arca y Prefectura
constataron la cocaína. Fuentes de la investigación señalaron que el
testimonio del único imputado tiene baches de ambigüedad. En su teléfono
celular se advirtió que había borrado fotos que en una segunda revisión
se encontraron donde aparecen los bultos que tenían la cocaína.
También
fuentes consignadas por el diario Clarín señalan que se le hizo una
prueba de salinidad a la carga y arrojó que efectivamente las bolsas que
recubrían los bultos estaban saladas como si hubieran tomado contacto
con agua de mar. Montevideo es un puerto ubicado sobre el estuario del
Río de la Plata, fuente de agua dulce, pero sin embargo con alto nivel
de cloruro de sodio.
Esta semana tiene que haber una audiencia para
definir el destino de los veinte filipinos ajenos al trámite a los que
se les mantiene le pasaporte retenido por orden del juez de garantías
Carlos Vera Barros. A pedido de la naviera, el buque con bandera de las
islas Marshall tiene autorizado moverse a otro puerto dentro de San
Lorenzo para completar la carga de pellets de soja que había llegado a
embarcar.