LaCoRaMeCo Argentina

LA CONFEDERACIÓN
de Radios y Medios de Comunicación de Argentina

Luche y Vuelve

http://www.lacorameco.com.ar/imagenes/peron_regreso.jpeg
17 de noviembre, el Día de la Militancia “Esta gloriosa revolución se hizo para que en este bendito país, el hijo del barrendero muera barrendero”. El cínico orfebre que armó letra por letra la frase de cabecera de los golpistas de 1955 fue el almirante Arturo Rial. Una verdadera declaración de principios del antiperonismo, que cargaba en cada palabra el origen genético de “Viva el cáncer”. Para los uniformados y la oligarquía, ese era el resumen perfecto del veredicto imaginario del juicio final a la justicia social. Se sentían los padres del fin del justicialismo, cuando decretaron que los “descamisados” volvían a transformarse en invisibles para los ojos de la “civilización”. El final del segundo gobierno de Perón les demandó a los gorilas cuatro años de sabotajes de todo tipo y color. Primero, el intento de golpe de Estado, parido en Córdoba en 1951. Dos años después, las bombas en las bocas del subte A en Plaza de Mayo, en un acto de la CGT con Perón en el balcón. Seis muertos y casi un centenar de heridos. La sequía del 52 generó el nacimiento del pan negro, combinando trigo con molienda de mijo. Ese pan que entró al siglo XXI por la puerta grande fue en ese momento un insulto en la mesa de las familias con chofer, al que llamaron “pan cabecita”. Por entonces, los formadores de precios habían cavado su trinchera y generaban el desabastecimiento que ponía en pie de guerra a toda la clase media. El tercer paso fue el bombardeo de junio de 1955, cuando 14 toneladas de explosivos mataron a más de 300 seres humanos y generaron alrededor de mil heridos. Tres meses después, el golpe de Estado, la cañonera paraguaya y el comienzo de un exilio de 17 años, dos meses y un día.

La muerte de la Constitución de 1949, el decreto 4161, el ingreso al Fondo Monetario y los fusilamientos de 1956. “Dentro de pocas horas, usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía”, le escribió el General Valle al dictador, el 12 de junio de 1956. Y a su hija Susana le pidió, en otra carta, que le contara a sus hijos “del abuelo que no vieron y que supo defender una noble causa. No muero como un cualquiera, muero como un hombre de honor”.
Un mes antes había muerto Pistarini en el Hospital Militar, a raíz del trato inhumano que sufrió en la cárcel de Tierra del Fuego y seis meses después se apagó la vida de Ramón Carrillo en Brasil, mientras la dictadura lo acusaba de ser un ladrón de “vales de nafta”.
La Resistencia peronista se encargó de sostener el fuego en las fábricas y en las paredes de los barrios. Llegó la persecución de Frondizi, a los votos que lo habían convertido en presidente, a través del Plan Conintes; en el marco de la primera de las dos elecciones con mayoría proscripta que permitió el poder real, entre fines de los 50 y principios de la década siguiente. Apareció Onganía, el general que no tenía plazos sino objetivos, hasta que el Cordobazo y el secuestro de Aramburu terminaron con sus paseos en carroza por la Sociedad Rural. En la continuidad de la “Revolución Argentina”, el experimento Levingston duró nueve meses y finalmente el trono fue para Lanusse, el líder natural del “Partido Militar”. En agosto de 1972, la muerte regresó contra un paredón de fusilamiento y fue Trelew el adelanto del país que iba a instalar a sangre y fuego, a Martínez de Hoz y a sus Chicago Boys.
El exilio de Perón antes de llegar a Puerta de Hierro en Madrid tuvo como escalas Paraguay, Panamá, Nicaragua y Venezuela. En Caracas, el 25 de mayo de 1957, una bomba explotó en su auto. En el atentado que planificó el coronel Héctor Cabanillas resultó levemente herido el chofer del general.
El frustrado retorno de 1964, el “avión negro” que se detuvo en San Pablo; orden de Estados Unidos que cumplió Zavala Ortiz, el ministro de Relaciones Exteriores de Arturo Illia. El paisaje lo completaban la traición del “peronismo sin Perón” de Vandor y la lealtad de la CGT de los Argentinos y la pueblada cordobesa del 69. Errores y aciertos de un peronismo multifacético, que abarcaba desde Uturuncos a la burocracia sindical, pasando Taco Ralo, Montoneros, la Tendencia Revolucionaria, Guardia de Hierro y las FAP.
Aquel líder que la militancia escuchaba en la clandestinidad y que se multiplicaba en sus libros hablaba de trasvasamiento generacional, de socialismo nacional, citaba a Mao como guiño cómplice a la juventud maravillosa, planteaba el “continentalismo” como paso previo al “universalismo” y calificaba como “revoluciones salvadoras”, a los procesos que vivían Cuba, Chile y Perú. Tiempos de reportajes de la televisión argentina en la capital española. La pregunta “¿qué va a hacer para volver?”, generó aquello de “nada, todo lo harán mis enemigos” y cuando le dijeron “usted no desconocerá que durante 18 años mucha gente estuvo deseando su desaparición física y hoy no quieren que ni siquiera se resfríe”; contestó “ahora cuando me voy a morir se preocupan... Han esperado mucho”.
El hombre que no podía eludir su destino de morir en la Argentina, con la banda presidencial en el pecho, auguraba el fin de una etapa que había dominado al planeta durante siglos: “Los imperialismos cumplen por fatalismo histórico una parábola. Nacen, crecen, se desarrollan, envejecen, decaen y mueren”.
Mientras tanto, la provocación de Lanusse con aquello de “no viene porque no le da el cuero” generó la respuesta popular que gritaba, “Perón va a venir cuando le canten las pelotas”. Y como hay cosas que no mata la muerte, a pesar de las bombas y los fusilamientos, el peronismo se subió al DC-8 “Giuseppe Verdi” de Alitalia para hacer realidad el “Luche y vuelve”. Lo custodiaba un collage de más de 150 justicialistas, resumido en Favio, Cámpora, Marilina Ross, Juan Carlos Gené, Menem, Cafiero, Chunchuna Villafañe, Jorge Vernazza, Carlos Mugica, Obregón Cano, Marta Lynch, Sanfilippo, Abel Cachazú, Emilio Mignone, Oscar Alonso, Silvana Roth, Castiñeira de Dios, Casildo Herreras, Ortega Peña, Hugo del Carril, Eduardo Luis Duhalde, Jorge Taiana, Nilda Garré, Coria, Bidegain, Bittel, Juanita Larrauri y Matera.
Un día antes del regreso de Perón, la dictadura desplegó gran cantidad de efectivos militares en torno al aeropuerto de Ezeiza, sin poder contener a miles de militantes que cruzaron el río Matanza bajo la lluvia. El 17 de noviembre despertó con la toma de la ESMA a cargo de los jóvenes marinos “sanmartinianos” que encabezó Julio Urien, rebelándose ante la orden de salir a reprimir a la militancia que intentaba ver de lejos, al hombre del balcón que no habían conocido.
A las 11.20, el avión aterrizó en suelo argentino. El destino bautizó a ese momento histórico como el “Día de la militancia”. La lluvia y el paraguas de Rucci se quedaron con la foto inmortal. Perón fue trasladado al hotel de Ezeiza, en el último intento de los militares derrotados por la memoria y los sueños del pueblo, al intentar ejercer en las calles el mando que solo tenían en los cuarteles. La dictadura lo retuvo hasta la madrugada del sábado 18. Después la fiesta popular, se trasladó a la puerta de la casa Gaspar Campos, en Olivos.
Estuvo 17 días y aterrizó definitivamente el 20 de junio del 73. Ese año, después de la primavera camporista y antes del invierno de la Triple A, Juan Domingo Perón fue presidente por tercera vez, con casi el 62% de los votos. Murió después del “llevo en mis oídos...”. Tenía razón Rodolfo Walsh: la noticia de su muerte, el 1 de julio del 74, “tardará en volverse tolerable”. 

Volver

17/11/2025 (9001)        compartir en facebook compartir en twitter compartir en Whatsapp



 




http://www.lacorameco.com.ar/imagenes/Ediciones-Ciccus.gif

ARBIA CÓRDOBA
http://www.lacorameco.com.ar/imagenes/ar_cba.jpg

ARBIA CORAMECO EN LA CIDH OEA
http://www.lacorameco.com.ar/imagenes/CIDH-1.jpg