
Estos dos
segmentos, que suelen ser los más utilizados por las familias para
financiar consumo corriente, muestran un deterioro acelerado y explican
buena parte del incremento general. El fenómeno no es aislado ni
coyuntural. La morosidad prácticamente se ha triplicado en comparación
con el mismo período del año anterior. La persistencia de esta tendencia
sugiere que no se trata de un shock puntual, sino de un desajuste
estructural entre las condiciones de financiamiento y la capacidad de
repago de los hogares.
Tasas de interés desalineadas con la inflación
Uno
de los factores determinantes detrás del incremento de la morosidad es
el nivel de las tasas de interés. Incluso antes del endurecimiento
monetario aplicado por el Banco Central en la previa de las elecciones
para contener la presión cambiaria, los bancos de primera línea ofrecían
créditos personales con un costo financiero total (CFT) promedio del
140%. Esa cifra contrasta con una inflación proyectada en torno al
25%-30% anual. La brecha entre el costo del dinero y la evolución de los
precios genera un desajuste que vuelve prácticamente impagables las
cuotas para buena parte de los prestatarios.
La situación se agrava
al considerar la evolución de los ingresos. Según datos oficiales del
INDEC, los salarios registrados tuvieron en septiembre un incremento
interanual del 33,6%. Aunque la mejora nominal puede parecer
significativa, queda muy por debajo del nivel de las tasas de interés.
El resultado es un ensanchamiento del “gap” entre ingresos y costos
financieros, que erosiona la capacidad de pago de las familias y las
empuja hacia la morosidad.
Impacto en los balances bancarios
El
incremento de la morosidad no solo afecta a los hogares. Las entidades
financieras deben realizar previsiones contables para cubrir el riesgo
de incobrabilidad, lo que impactará en los balances que se presentarán
la próxima semana en la Bolsa de Valores. Las provisiones por créditos
incobrables podrían absorber una parte significativa de los ingresos
financieros, reduciendo la rentabilidad del sector.
Este escenario se
produce en un contexto en el que las acciones bancarias, pese al rebote
general del mercado tras las elecciones, siguen siendo uno de los
segmentos más castigados. La expectativa de mayores provisiones y un
deterioro en la calidad de los activos podría limitar cualquier
recuperación sostenida en las cotizaciones.
Una tendencia con implicancias macroeconómicas
La
morosidad creciente en los créditos familiares tiene implicancias que
van más allá del sistema bancario. Por un lado, limita la capacidad de
consumo de los hogares, que deben destinar una proporción creciente de
sus ingresos al pago de deudas. Por otro, restringe la capacidad de los
bancos de expandir el crédito, dado que deben ser más cautelosos en la
concesión de nuevos préstamos. El resultado es un círculo vicioso: menos
crédito disponible, menor consumo y mayor presión sobre la actividad
económica.
El panorama monetario suma un matiz adicional. Si bien el
Banco Central ha iniciado un proceso de reducción de las tasas de
referencia, el efecto aún no se traslada a las líneas de crédito
destinadas a las familias. Los préstamos personales y las tarjetas de
crédito continúan con costos financieros que superan ampliamente la
capacidad de repago de los hogares, lo que evidencia una desconexión
entre la política monetaria y la realidad del mercado minorista. En
consecuencia, la baja de tasas todavía no logra aliviar la presión sobre
los deudores y el riesgo de morosidad permanece elevado
Perspectivas para los próximos meses
Los
analistas coinciden en que la tendencia de la morosidad difícilmente se
revierta en el corto plazo. La combinación de tasas de interés
elevadas, salarios que crecen por debajo del costo financiero y un
contexto macroeconómico incierto conforman un escenario adverso para los
hogares. La única excepción parcial podría ser el segmento hipotecario,
donde la morosidad se mantiene en niveles bajos. Sin embargo, este
mercado representa una proporción relativamente pequeña del total de
créditos y no alcanza a compensar el deterioro en préstamos personales y
tarjetas.
La evolución de la morosidad será un indicador clave para
los inversores en los próximos meses. No solo porque afecta directamente
la rentabilidad de los bancos, sino porque constituye una señal
temprana del estado de la economía doméstica. Un incremento sostenido en
los incumplimientos puede anticipar una contracción en el consumo y,
eventualmente, en la actividad económica general.
Conclusión
El
récord de morosidad alcanzado en septiembre expone la vulnerabilidad
financiera de las familias argentinas y plantea un desafío significativo
para el sistema bancario. La desalineación entre tasas de interés e
inflación, sumada al rezago en los salarios, ha generado un desajuste
estructural que se refleja en el deterioro de la cartera crediticia. Los
próximos balances bancarios y la reacción del mercado bursátil
ofrecerán una primera medida del impacto de esta tendencia. Para el
mercado, el seguimiento de la morosidad se convierte en una variable
crítica para evaluar la salud del sistema financiero y las perspectivas
de la economía en su conjunto.
Analista financiero

