No fue el mercado quien salvó al grupo de la debacle, pese a los 500
millones de dólares que puso Goldman Sachs a fines de los '90. La
secuencia mediante la cual el Congreso reformó la ley de quiebras para
evitar el crawn down reclamado por el Fondo Monetario; los decretos
orientados a compensar deudas privadas con el Estado mediante acciones o
bonos, la pesificación asimétrica y, finalmente, la denominada ley de
industrias culturales, hecha para impedir que los acreedores externos
tomaran más del 30% de las acciones de la empresa, constituyeron un
conjunto de medidas políticas y económicas orientadas a salvar –entre
otros– a Clarín. A salvarlo del naufragio mediante la protección del
Estado y la licuación de pasivos.
Con 22 pedidos de quiebra y deudas
por 1.000 millones de dólares, el Grupo admitía en febrero de 2002 estar
al borde de la bancarrota, mientras procuraba "protección judicial en
un concurso preventivo". El 60 por ciento de la deuda correspondía a
financiamiento externo. La suma del blindaje ante los acreedores, la
pesificación (que licuó el equivalente a unos 100 milones de dólares),
la colocación de obligaciones negociables, y un acuerdo preventivo
extrajudicial, sirvieron para salvar a Multicanal. El operador de cable
pudo después sortear la ofensiva de los fondos buitres (W. Duff, Moneta,
Eximius), que amenazaron con el copamiento empresario.
En la lógica
corporativa, el Estado es un mero instrumento para los negocios. La
prédica antiestatal, y a favor de la apertura y desregulación, que
posibilitó el acceso a emisoras de radio y televisión con las leyes de
privatización del menemismo, fue cambiada luego por una retórica
nacionalista, que apelaba a la protección del Estado. Al comienzo fueron
leyes y decretos de necesidad y urgencia para favorecer la
concentración empresaria con endeudamiento interno y externo, (ciclo
1989-1997). Luego, en el período 2001-2003, las medidas aplaudidas eran
impedir la quiebra y captura agresiva de la empresa vía regulaciones
proteccionistas. El auxilio incluyó la supresión de venta de pliegos a
nuevos competidores en televisión paga durante diez años por parte del
viejo Comfer y el privilegio de mantener el cableado aéreo en los postes
de la Ciudad de Buenos Aires. Esta trama, y no la virtuosidad
económica, permitió la supervivencia del holding y la acumulación
necesaria para ser el motor financiero del grupo de medios.
La
empresa que hoy se postula como "protagonista de la convergencia"
alcanzó la hegemonía en el cable y su sinergia con Internet (Fibertel)
en 2006, al cabo de tortuosas negociaciones con varios de los
protagonistas de los años '90, como Hicks, Muse, Tate & Furst
(HTMF). El costo de este proceso superó los 1.000 millones de dólares y
fue el mexicano David Martínez (Fintech Advisory, 40 por ciento), quien
logró desalojar a Liberty Global (Malone) de Cablevisión para cubrir la
llegada de Clarín al "mayor operador latinoamericano" de servicios
múltiples con la suma de Multicanal.
La fusión nunca tuvo la
aprobación definitiva de la autoridad regulatoria en materia de
concentración económica (CNDC) ni de su par en materia de radiodifusión,
el entonces Comfer. La operación fue luego desestimada por ambos
organismos, pero vale destacar que, antes del Dictamen 770/CNDC/SCI de
fines de 2009, que ordenó desarmar la fusión, buena parte de las
operaciones carecían de valor jurídico por infringir la vieja Ley
22.285, de radiodifusión, al exceder la cantidad de licencias del mismo
grupo empresario en la misma localidad, lo cual sucedía en más de 20
ciudades con población superior a los 100.000 habitantes.
Pero hay más.
Clarín
y el banco JP Morgan fueron luego denunciados por la colocación
fraudulenta de acciones sobrevaluadas a los fondos de jubilación, aún
bajo el régimen privado de AFJP, por un monto de 500 millones de
dólares. La Unidad de Información Financiera (UIF) constató "la
manipulación de precios de las acciones" dado "que la empresa no brindó
al mercado información exacta y veraz, lo cual resulta determinante para
fijar el precio de las acciones, infringiendo el régimen de
transparencia". El ex operador financiero de JP Morgan, encargado de la
cuenta de Clarín, Hernán Arbizu, denunció el ocultamiento de información
vinculada con objeciones a la mega fusión empresaria.
Alejandra Gils
Carbó, entonces fiscal de la Cámara Comercial, actual jefa de los
fiscales federales, confirmó en ese momento la existencia de
"información falsa y engañosa" sobre el acuerdo preventivo extrajudicial
(APE) de Cablevisión. Esta circunstancia fue ocultada a los tomadores
de obligaciones negociables. El precio de las acciones se desplomó poco
después de su colocación en Londres y Buenos Aires en 2007. Los
ahorristas perdieron en pocos días las dos terceras partes de su
inversión.
Lo que se examina aquí, entonces, no es sólo la posición
dominante en el mercado de un grupo que controla casi 500 empresas
proveedoras de servicios múltiples (sobre 24 autorizadas por ley), que
además tiene el monopolio exclusivo en buena parte de esas ciudades. Se
trata también de cómo fue posible ese proceso. En todo el mundo existen
leyes antitrust, pero la cuestión de fondo aquí no es la economía, es el
derecho a no ser silenciados o manipulados por los dueños de las
plataformas multimedia. Al igual que las regulaciones en Estados Unidos o
Europa, la Ley 26.522 no considera la información y el acceso a bienes
culturales como una simple transacción comercial. Por eso sigue vigente
en EE.UU. la prohibición al periódico local de poseer el canal de
televisión en la misma ciudad, y un conjunto de restricciones en la
estructura horizontal y vertical de las corporaciones, además de los
límites a la concentración del cable en el mismo porcentaje (35%) que en
la Argentina.
Lo que hay que rescatar aquí es que la verdadera
inversión, la de riesgo y de futuro, es la que hicieron los pioneros de
la televisión por cable. El resto fue la concentración económica, en un
modelo basado en la subordinación del Estado frente a las corporaciones.