El modelo mediático hegemónico que se instaló en los años noventa
disfraza de periodismo independiente su dependencia política,
ideológica, técnica y cultural de los grandes grupos concentrados de la
economía y del modelo de mercado, que son quienes los sostienen
económica y judicialmente. La Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual (LSCA) habilitó la legalidad para que otros sectores avancen
sobre ese modelo de medios. Así están los medios universitarios, que a
partir de la promulgación de la ley accedieron a licencias para manejar
frecuencias audiovisuales. Hay otro sector, en el que se incluyen los
medios administrados por las micro y pequeñas empresas de arraigo local,
el sector cooperativo y comunitario y los pueblos originarios.
La
distorsión que en los ’90 produjeron los grandes medios concentrados,
más conocidos como monopolio mediático, llevó a que la aplicación de la
ley (que garantiza espacios para todos) se postergara por más de tres
años.
En esta distribución de espacios que hizo la LSCA se preservó
un 33 por ciento para las organizaciones sin fines de lucro y se
garantizaron radios y canales para los pueblos originarios.
Pero no
todos están en las mismas condiciones para enfrentar el desafío de la
libertad de expresión. Los únicos que no tienen garantizada su
sostenibilidad en el sistema de medios son los del 33 por ciento, los
pueblos originarios y las micro y pequeñas empresas de arraigo local.
Todos
los medios son públicos, sólo se diferencian por su modelo de gestión.
Los grandes integran un dispositivo tecno-económico-cultural que
promueve el modelo socio-económico-cultural de mercado. Son impulsores
de las políticas neoliberales y sostenedores del sistema capitalista,
atado a la financiarización de la economía. En ellos se defiende a la
banca mundial, la concentración económica, se impulsa el Estado mínimo y
la privatización de la sociedad. Condicionan a los gobiernos desde esta
posición dominante y sustraen la verdad a los públicos. Públicos que
son el sujeto de derecho: a la información y a la libertad de expresión.
Los
medios estatales manejados por los gobiernos nacional, provincial o
municipal, según los postulados de los grandes, tendrían que ser
estatales no gubernamentales y en sus contenidos debería reproducirse la
agenda que ellos manipulan día a día y en la que nunca se ve, por
ejemplo, la obra pública o la gestión gubernamental.
Las
universidades no han logrado, hasta el momento, entrar al sistema con
algún grado de potencia; los casos más destacados son los de Córdoba
(que desde la aprobación de la LSCA, logró poner al aire el primer canal
de noticias del interior del país y mantener las radios AM y FM y el
canal de televisión abierta), y Tucumán y La Plata, que también tienen
canales propios con un impacto importante.
Ningún sector de los
mencionados está en condiciones de enfrentar al monopolio que concentra
el manejo del cable, conexión hasta ahora necesaria para que el público
acceda a la mayor cantidad de canales de televisión. Es por eso que se
demanda un rol activo del Estado y los gobiernos (en todos sus niveles y
encuadramientos políticos) para que se garantice el funcionamiento
integral del sistema habilitado por la ley.
Desde esta posición se
puede sostener que ante el predominio del modelo oligopólico de gestión y
de producción de contenidos noticiosos, artísticos y de
entretenimiento, los gobiernos, a través de los medios estatales, están
en todo su derecho de defenderse de los ataques permanentes y tienen la
obligación de utilizar el espacio para dar a conocer la gestión
gubernamental, negada sistemáticamente por el mercado.
En las
condiciones en las que se desarrolla hoy el sistema de medios, la
democracia (según la ley de SCA) admite medios públicos privados (sin
monopolio), medios públicos estatales (manejados por los gobiernos) y
medios públicos no estatales ni gubernamentales. Es cuestión de que la
democracia (no sólo el kirchnerismo y el Ejecutivo nacional) respete el
texto integralmente y garantice su total aplicación. La última palabra
para cerrar esta etapa que definirá si la democracia se impone al
monopolio la tiene un puñado de personas que integran la Corte Suprema
de Justicia.
* Periodista, psicólogo. Integrante de la Mesa de Coordinación de la Coalición por una Comunicación Democrática